Médicos sin Fronteras (MSF) ha pedido al G-20 y al G-8, que se reúnen este fin de semana en Toronto (Canadá), que cambien su forma de afrontar la desnutrición si quieren lograr mejoras en materia de salud materna e infantil en los países en desarrollo. Además, ha reclamado el establecimiento de nuevas fuentes de financiación sostenibles «para combatir esta patología que hoy en día es fácilmente tratable y prevenible», aseguró la ONG.
La desnutrición afecta a 195 millones de niños en todo el mundo y es la causa subyacente de, al menos, un tercio de los ocho millones de muertes anuales de niños menores de cinco años, recordó la organización. Además, está detrás del retraso en el crecimiento, deterioro cognitivo, y una mayor vulnerabilidad a otras enfermedades.
La desnutrición es un problema vinculado con la salud materna e infantil, ya que las madres desnutridas dan a luz niños con un peso muy bajo, con lo que se perpetúa «un círculo vicioso». Muchas viven en zonas de alta inseguridad alimentaria y no tienen acceso a alimentos como la leche y los huevos, que contienen proteínas de alta calidad y otros nutrientes esenciales necesarios para el organismo de los niños. Sin embargo, en la actualidad, la mayor parte de la ayuda alimentaria internacional se compone de harinas de maíz y de soja que no proporcionan a los niños los nutrientes que necesitan.
«Alimentos que en la vida daríamos a nuestros hijos, se envían a modo de ayuda alimentaria para las personas más vulnerables del África subsahariana y Asia», aseguró el director general de MSF, Aitor Zabalgoezkoa. «Este doble rasero tiene que acabar». Como principales donantes de ayuda alimentaria del mundo, los países del G8 son los mejor situados para luchar contra la desnutrición. «Si los líderes mundiales que se reunirán en Muskoka y Toronto quieren reducir de veras la mortalidad materna e infantil, es necesario que se comprometan a reformar elementos claves del sistema de ayuda alimentaria mundial», reclamó Zabalgoezkoa.
Médicos sin Fronteras recordó que el Banco Mundial estima que combatir la desnutrición en los países más afectados costaría unos 12.000 millones de dólares por año, pero en la época de austeridad económica mundial que se vive en la actualidad, «la financiación de los donantes es insuficiente, volátil e impredecible». Por ello hacen falta fuentes sostenibles de financiación a través de mecanismos financieros innovadores, tales como el impuesto sobre las transacciones financieras que promueve actualmente la Unión Europea. Una parte de los fondos recaudados por estos medios se debería reservar para atender problemas de salud como la desnutrición, para financiar los tratamientos del VIH / SIDA o para desarrollar nuevos tratamientos para la tuberculosis.