El mal uso del aire acondicionado en verano es causa de infecciones respiratorias

Los médicos aconsejan llevar algo de abrigo para mitigar los cambios bruscos de temperatura
Por EROSKI Consumer 4 de agosto de 2003

Las altas temperaturas veraniegas llevan al uso masivo de los sistemas de climatización, sobre todo del aire acondicionado. Así, cafeterías, grandes almacenes, e incluso autobuses disponen de refrigeración. Sin embargo, como señala el doctor J. Gallardo, miembro de la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica (Neumomadrid), lo que en un principio se agradece acaba pasando factura en forma de resfriado.

En este sentido, el especialista subraya la conveniencia de llevar algo de abrigo «para mitigar los cambios bruscos a los que se ve sometido el organismo, cuando se pasa de los 40 grados de la calle a los 25 de un local».

Letargia, dolor de cabeza, irritación de los ojos, estornudos y congestión son algunos de los efectos que puede producir el aire acondicionado, porque «se producen unas condiciones ambientales no naturales frente a las que, a veces, nuestro cuerpo no responde adecuadamente», explica Gallardo. Asimismo, estas condiciones pueden resultar muy nocivas cuando no hay un servicio de mantenimiento de los aparatos adecuado y hay falta de limpieza en las conducciones, ya que se produce un aumento de las bacterias.

Limpieza del sistema

Por otro lado, se ha comprobado que en las personas fumadoras, la rinitis aguda, las molestias de garganta y los efectos antes descritos tienen mayor incidencia porque, comenta el experto en neumología, «las mucosas están resecas por el humo del tabaco y se hallan más indefensas frente a la acción de los virus».

Otro de los puntos sobre el uso del aire acondicionado, en el que Gallardo hace especial incidencia, es el empleo de éste en los hospitales, ya que las rejillas de ventilación «pueden ser fuentes de diversas patologías al conducir microorganismos de una habitación a otra».

Al respecto, el neumólogo subraya que a pesar de la aparente asepsia de estos edificios, los microorganismos que los habitan originan un síndrome «caracterizado por cefaleas, fatiga, irritación de la piel, sequedad y alergias cutáneas», entre otras reacciones.

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