Pequeños exploradores: estímulos y precauciones con los bebés que empiezan a gatear

Cuando los niños comienzan a desplazarse por sí solos, es fundamental ayudarles, estimularles y prevenir accidentes domésticos
Por Cristian Vázquez 24 de noviembre de 2011
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Imagen: jolien_vallins

Los primeros meses de vida del bebé son muy intensos. Para los padres, representan muchas emociones, aprendizaje y descubrimientos. La sensación es que ese período transcurre muy rápidamente. Cuando los adultos se quieren dar cuenta, el bebé ya tiene siete u ocho meses… ¡y empieza a gatear! Comienza una nueva etapa y, como todas, esta tiene sus propias características, temores, precauciones, momentos por disfrutar. ¿Cómo acompañar a los pequeños cuando comienzan sus aventuras por el mundo?

A gatear se ha dicho

A los siete meses, en general, el niño ya se muestra muy atento a lo que ocurre a su alrededor. Gira la cabeza para observar su entorno, sobre todo cuando oye ruidos, coge objetos que se balancean, exige que se le preste atención… De pronto, descubre que puede permanecer sentado y desplazarse de un sitio a otro mientras se arrastra. Esta primera sensación de autonomía le entusiasma y le hace lanzarse a por más. En breve comenzará a gatear.

¿Se le puede ayudar? Sí, sobre todo, si se acondiciona el ambiente para facilitarle las cosas. Conviene dejarle en un sitio con suficiente espacio liso como para que pueda desplazarse. El tipo de suelo puede variar: parqué, moqueta o cerámica, entre otros. En relación a esto, hay que tener en cuenta la temperatura. La cerámica es muy fría, por lo que el niño necesitará llevar una ropa que le abrigue de manera apropiada.

Por lo demás, hay que dejarle en el suelo para que se anime solo. Primero se pondrá a cuatro patas: probará sus habilidades, la fuerza de sus piernas y brazos. Luego empezará a trasladarse. Quizá caerá y se dará un golpe, pero en general estos no serán de gravedad debido, precisamente, a que el pequeño se anima a medida que conoce sus capacidades.

En esta etapa resulta muy útil el «parque», una alfombra con distintos elementos que estimulan los sentidos del niño: muchos dibujos y colores, objetos colgantes, pequeños espejos y juguetes que suenan cuando él los aprieta.

Al principio, el gateo será corto y lento. Pronto aprenderá y ganará confianza. Se le puede estimular si se le llama e incita para que se acerque a alguien, pero ningún estímulo será mejor que su propia curiosidad. Enseguida se moverá con mayor velocidad e intentará explorar cada rincón de la casa. Será entonces cuando habrá que ser precavidos porque, ante la mayor capacidad de desplazamiento, los riesgos de accidentes se multiplican.

Extremar los cuidados

En este punto, conviene tomar una serie de medidas para evitar dolores de cabeza. Entre ellas:

  • Limitar el espacio donde el niño pueda moverse, para impedir que acceda a ambientes peligrosos para él: el cuarto de baño (debido a su mobiliario y a que es una zona propicia para bacterias y gérmenes), la cocina (donde hay productos químicos de limpieza o algún líquido caliente podría salpicarle) y habitaciones con muebles bajos o que tengan puntas o bordes afilados, balcones, escaleras, etc.
  • Si no hay mejor alternativa y el niño debe moverse en algún espacio en que haya muebles bajos, es preciso usar protecciones para las puntas y los bordes rectos para evitar que el pequeño pueda hacerse daño con ellos. Hay que quitar también las macetas pequeñas, los objetos que a menudo se guardan en la parte inferior de las mesas bajas (como joyeros o cajas pequeñas) y cualquier otro elemento que resulte problemático ante la insaciable curiosidad de los «pequeños exploradores».
  • Se debe procurar que los enchufes (todos, pero sobre todo los que están a poca altura del suelo) estén empotrados y no sean de superficie. Además, hay que bloquearlos cuando no estén en uso, mediante tapas de plástico que se quitan cuando es necesario enchufar un dispositivo.
  • Alejar los medicamentos y artículos de limpieza del alcance de los niños y asegurarse de que no haya en el suelo ningún objeto diminuto que el pequeño pueda llevarse a la boca.
¿Y si no gatea?

Si el bebé cumple nueve meses y sigue sin gatear, no hay que angustiarse. Pese a que la mayoría gatea a esta edad, algunos niños no lo hacen aún. Sí será importante que el médico le realice los exámenes correspondientes y corrobore que su desarrollo psicomotriz es normal. Si es así, no hay que preocuparse: lo más probable es que pase directamente a la fase de andar.

Por otro lado, el momento en que empiece a caminar no dependerá de cuándo haya comenzado a gatear. Un bebé puede ser precoz para lanzarse a desplazarse con pies y manos y, sin embargo, tardar más que otros para andar solo sobre los pies. Esto, en sí mismo, tampoco es algo de lo que preocuparse. Cada niño es único y sigue su propio desarrollo. La tarea de los mayores consiste en acompañarle, ayudarle y estimularle sin presiones.

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