Cómo mantener la calma cuando llora el bebé

Los niños son muy sensibles a la ansiedad de los adultos: cuanto más tranquilos estén los padres, más rápido cesará el llanto
Por EROSKI Consumer 20 de octubre de 2011
Img mujer agobiada

La naturaleza ha hecho que el llanto de los bebés sea inquietante y desagradable para los adultos, para asegurarse de que sean rápidamente atendidos por ellos. De ahí que cuando el hijo no para de llorar, a la preocupación natural por su bienestar y a la frustración que se siente por no saber cómo consolarle, se añada a veces cierta angustia. 

Pero el bebé es muy sensible a la tensión ambiental y percibe el estado de ánimo de la persona que le cuida, con lo que se cierra un círculo vicioso que puede prolongar la situación hasta el agotamiento: el llanto del niño angustia a los padres, que tratan de calmarlo apresuradamente, probando con ansiedad una cosa tras otra y no logrando más que asustarle y hacerle llorar más.

Pensemos que cuanto más se mantenga la calma y se acepte el llanto del bebé mientras se busca remedio manipulándole con suavidad, más pronto se tranquilizará. Y si cualquiera que cuide al niño nota que está a punto de perder los nervios, debe pedir ayuda inmediatamente para los dos. No es raro que el bebé se calle casi inmediatamente ante la nueva cara y trato de un familiar o amigo (o del otro miembro de la pareja si no se hallaba en esa situación), y que eso permita a todos descansar y recuperar la tranquilidad.

En este sentido, es importante poder disponer de ayuda y saber pedirla y disfrutarla sin complejos de ningún tipo. Hasta hace no demasiado, los cuidados del bebé eran compartidos por numerosos miembros de la familia, y si actualmente recaen en una pareja o en una sola persona que no puede descansar adecuadamente, es difícil que afronte y resuelva satisfactoriamente situaciones como la planteada por el llanto del niño. 

Intentar otros métodos para tranquilizarle

Sin dejar de mantener una actitud relajada y comunicativa, y tratando de transmitir confianza y observando la respuesta del bebé, se puede ir probando el efecto de los distintos métodos que, con más o menos variantes, se han aplicado tradicionalmente para calmarles.

  • Chupete: Casi resulta innecesario recomendar el uso de un objeto ideado precisamente para apaciguarles; pero conviene insistir en que los bebés necesitan succionar y en que el uso del chupete (o el dedo) es absolutamente normal. 
  • Movimiento: Muchos llantos acaban al acunar al niño en brazos o en una tumbona mecedora, llevándole a cuestas en la mochila o dándole un paseo en su cochecito o incluso en automóvil; pero conviene no abusar mucho de estos métodos, o al menos, procurar emplearlos para tranquilizarle y no para dormirle. 
  • Contacto: Algún bebé puede relajarse aplicándole un suave masaje con los dedos impregnados en un aceite o crema para su piel, y bastantes madres lo hacen de forma rutinaria para que duerman mejor. Más antiguo y en ocasiones de una eficacia sorprendente es envolver al bebé ciñéndole una manta de algodón al cuerpo durante un rato, lo que quizá le recuerde la sensación de seguridad que tenía al estar confinado en el vientre materno. 
  • Sonidos: Las nanas, la música suave y los latidos del corazón, pero también el ruido del mar y el de la lavadora o la aspiradora, probablemente por la similitud con los sonidos que percibía antes de nacer, pueden calmarle.
  • Tiempo: Cuando el llanto es por tensión y el niño necesita descargar energía para relajarse y dormir, a veces lo único que se puede y debe hacer es dejarle llorar. 

Eso sí, no conviene insistir demasiado con un mismo método. Si no funciona, más vale probar otro (y empezar a pensar en pedir ayuda).

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