Métodos de estudio

Organización, comprensión y memorización son los tres pilares básicos para dominar una asignatura
Por Azucena García 11 de septiembre de 2006
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Para aprender a estudiar hay que aprender a organizarse. Distribuir el tiempo entre las asignaturas que se deben dominar, hacer esquemas con las ideas fundamentales de cada materia, realizar una lectura comprensiva, fijar la información y, finalmente, repasarla. Se trata de un proceso largo que dura todo el curso académico pero que, si se sigue, prácticamente garantiza el aprobado final. En él están implicados tanto los profesores como los padres y, sobre todo, el alumnado, que cuenta con diversas técnicas de aprendizaje para facilitar la tarea.

El primer paso es la organización

Con el inicio de un nuevo curso escolar, es necesario ser consciente del mayor grado de dificultad de cada asignatura. Conocer el programa académico y la bibliografía correspondiente ayuda a hacerse una idea del esfuerzo necesario para superar cada materia pero, sobre todo, el primer paso para conseguir el aprobado final es la organización.

El primer paso para conseguir el aprobado final es la organización

Dentro de ella se incluye el seguimiento de las clases, la atención a las explicaciones del profesor o profesora y el trabajo en casa, que implica un estudio regular de todo lo que cada día se enseña en el aula. Para Lina Prats, directora del Servicio de Orientación Universitaria de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, la tarea en el hogar debe ser “cada día diferente, de acuerdo al ritmo que marca cada asignatura”. En este sentido, destaca la importancia de “hacer una distribución razonable del tiempo y tratar de organizarse los objetivos de cada semana”.

Fijar un horario semanal de estudio y cumplirlo es, por lo tanto, la primera regla. “La segunda -según Prats- es no dejarse condicionar por comentarios de alumnos de cursos superiores y que sea el propio alumno quien valore la dificultad de una materia”. En el primer caso, el horario debe recoger un tiempo determinado por asignatura, de acuerdo a la importancia que tenga cada una, las fechas de entrega de posibles trabajos y la complicación que suponga para el estudiante su asimilación. En el segundo caso, las variables que hay que tener en cuenta son “la atención en clase, aclarar las dudas preguntando al profesor, la participación en el aula de manera activa, sentirse a gusto en la escuela para abrir las puertas a la inteligencia y hacer los deberes en casa con el fin de enfrentarse a solas con las asignaturas y demostrar que somos capaces de superarlas”, describe Bernabé Tierno, psicólogo, pedagogo y escritor de un total de 44 libros sobre educación y técnicas de estudio.

Si se siguen estos consejos, el estudiante estará mejor preparado para afrontar los temidos exámenes de junio, en los que, reconoce Bernabé Tierno, “siempre se está más cansado por el esfuerzo de todo el curso, frente a los exámenes de septiembre, en los que el alumno sabe que se la juega”. La clave, según este profesional, está en que “el alumno o alumna vaya convencido de que ha preparado las materias”. “En el caso de los universitarios, siempre tienen menos tiempo para preparar los exámenes de septiembre que los de febrero o junio, pero eso no debe condicionarles, lo importante es que insistan en la organización y que revisen sus apuntes, porque si suspendieron antes es posible que tuvieran lagunas, que no comprendieran algo o que sus apuntes no fueran correctos”, advierte Lina Prats.

Técnicas de aprendizaje

Una vez que el alumno organiza su tiempo de estudio y encuentra espacio también para el ocio llega el momento de comenzar a asimilar los conocimientos. Para ello, existen diversas técnicas en función de las asignaturas y de su dificultad. Según Bernabé Tierno, “el truco más importante es entender aquello que se está estudiando y traducirlo a lenguaje coloquial,

“El truco más importante es entender aquello que se está estudiando y traducirlo a lenguaje coloquial”

porque hasta que no somos capaces de explicarnos algo a nosotros mismos, no se lo podemos explicar a los demás. Es lo que se llama ‘papilla mental’, la materia debe estar masticada”. Los tres pasos principales son: lectura, comprensión y relación de los nuevos conocimientos con otros anteriores. Una táctica para conseguirlo es ‘ejercer’ de profesor de uno mismo y explicarse lo que se acaba de aprender. “En la medida en que algo se comprende, se aprende y se puede añadir a ese conocimiento que tenemos otros nuevos conocimientos”, insiste Tierno.

Cada persona debe crear las condiciones más adecuadas que favorezcan su atención y aprendizaje. Mientras que algunos expertos aseguran que se obtiene un mejor rendimiento durante la mañana, porque la persona está más ‘fresca’ y descansada, otros recomiendan la noche, cuando hay más silencio y más posibilidades de concentración. En cualquier caso, aprendida una lección, el alumno debe valorar si le han quedado “puntos negros o vacíos de contenido que debe rellenar con conocimientos profundos y serios”, ya que, subraya Tierno, “según la materia, por ejemplo matemáticas o lenguaje, no vale dejar huecos, hay que conocer lo inmediatamente anterior para avanzar, hay que saber sumar y restar para poder hacer un logaritmo”. Cuanto más cuesta aprender una materia, hay que hacer mayor hincapié en ella y “pedir a alguien en casa que nos controle y nos tome la lección, si es necesario”, sugiere el psicólogo. Otra posibilidad es grabar en una cinta magnetofónica aquello que cuesta más aprender, como fórmulas químicas o asignaturas más densas, para escucharlo en cualquier momento y aprenderlo de manera progresiva.

“A los temas más difíciles hay que desenmascararlos, hay que darles por todas partes, lo peor que se puede hacer es asustarse. Ese reto, ese desafío, ponerse chulo con la asignatura, es lo aconsejable”, señala Bernabé Tierno. “Basta que una asignatura sea difícil para decir ‘voy a ir a por ti’ y enfadarse con la asignatura, diseñar los medios para asimilarla y ponerlos en marcha”, añade. Entre esos medios para superar las asignaturas que se resisten (y todas en general) destacan, según Lina Prats, la comprensión y la esquematización, a los que sigue una importante tarea de memorización, que se divide en memorización significativa y memorización mecánica. “La primera sirve para recordar a largo plazo y es la que hay que hacer valer. Por su parte, la memorización mecánica ayuda a afianzar aquellos datos que nos resultan más difíciles de recordar”, describe Prats.

Para la Asociación Andaluza de Psicología Educativa y Psicopedagogía, “la memorización no es una tarea obsoleta o superada, puesto que si una persona no sabe memorizar es muy difícil que sepa estudiar”. Por ello, asegura que la memorización es el impulso necesario para acceder al segundo escalón: la fijación, que se adquiere con la repetición. Conservar los conocimientos está en función del interés, la concentración y el entrenamiento de la persona, que puede recurrir a las denominadas reglas mnemotécnicas (de memorización):

  • En materias de matemáticas o química, resulta muy práctica la asociación de abreviaturas o números a los datos que se deben aprender. Por ejemplo, si se debe recordar una fórmula compuesta por Carbono, Nitrógeno y Neón, se puede memorizar como la fórmula ‘CNN’.
  • Otra alternativa es construir una historia a partir de varios elementos, como una serie de números, esto es: a la hora de recordar que el número Pi es igual a 3,1416 se puede inventar una historia con estos datos, “hace tres años yo tenía 14 años y mi hermana mayor 16”.
  • También se puede asociar cada elemento con una imagen, con un lugar que resulte familiar o inventar una oración en la que se incluyan todos aquellos elementos que se deben memorizar.

La importancia del repaso

Las principales causas de olvido son la falta de concentración, una deficiente compresión y la falta de repaso. Por muchas horas que se inviertan en el estudio, nunca hay que fiarse de que se tiene la materia dominada, puesto que es fácil olvidar lo aprendido si no se refresca. “Es muy importante repasar cada cierto tiempo para evitar lo que se llama ‘curva del olvido’, es decir, que si no se repasa lo aprendido, se olvida. Hay que dar una vueltecilla a la materia cada semana para que se fijen bien los conocimientos”, recomienda Bernabé Tierno. En este aspecto, juega un papel fundamental la motivación, sentir que la asignatura es atractiva y que aprenderla tiene ventajas. “Hay que disfrutar con cada asignatura. El profesor debe transmitir ese disfrute y contagiar positivismo”, considera Tierno, que también reconoce el papel fundamental de los padres como “ejemplo a la hora de leer en casa, hablar con los profesores o preguntar a sus hijos cómo les va con sus estudios”.

Es fundamental repasar un rato cada día o un tiempo más largo durante el fin de semana y hacerlo relacionando unas ideas con otras para que a la hora de realizar el examen la mente no se quede en blanco y tenga recursos suficientes para contestar. También ayuda utilizar exámenes corregidos, para que el estudiante sepa si es capaz de responder correctamente, dedicar más tiempo a aquello en lo que el profesor ha hecho más hincapié durante el curso, hacerse a uno mismo posibles preguntas de examen, estar animado y repasar de acuerdo al modelo de examen, ya que no es lo mismo enfrentarse a un test que a una prueba en la que hay que desarrollar cada respuesta.

Por último, no es necesario repasar toda la asignatura, sino los puntos fundamentales de cada tema que están recogidos en esquemas y resúmenes, lo que también resulta muy útil si se carece de tiempo para echar de nuevo un vistazo a todo el libro. Una buena distribución del tiempo es, también en este caso, clave a la hora de repasar. El objetivo es que una semana antes del examen se domine la materia y que la noche anterior se descanse suficientemente. El trabajo con antelación permite acudir a un examen con más seguridad e incrementa las probabilidades de aprobar.

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