Entrevista

Pedro Gómez Romero, experto en energía y nuevos materiales del CSIC

La pregunta no es si dejaremos de quemar petróleo, sino cuándo
Por Alex Fernández Muerza 14 de febrero de 2007
Img gomezromero

Pedro Gómez Romero (Almansa, 1959) es profesor de investigación en el Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (ICMAB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde trabaja desde 1990, dirigiendo diversas líneas de investigación sobre materiales para la conversión y almacenamiento de energía, materiales híbridos orgánicos-inorgánicos, baterías de litio y pilas de combustible. Además de su trabajo como investigador, Gómez Romero desarrolla desde hace años labores de divulgación en diversos medios, incluida su propia web, Cienciateca. Por esta labor de acercamiento científico a la sociedad, tan complicada como poco reconocida, ha recibido premios tan importantes como el de la Casa de las Ciencias de la Coruña por su obra «Metaevolución. La Tierra en el espejo (Celeste, 2001), y recientemente, el Premio Internacional de Ensayo Esteban de Terreros, dotado con 10.000 euros y otorgado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), por su obra «Un planeta en busca de energía» que será publicado en 2007 por la editorial Síntesis.

¿Qué plantea “Un planeta en busca de energía” y cuáles son sus principales conclusiones?

Problemas gravísimos como el del agua potable, son en realidad técnicamente subsidiarios al de la energía
El libro aborda de forma amena y optimista el problema material más grave de la sociedad que llamamos civilizada. Está organizado en tres partes. La primera plantea hasta qué punto nuestra sociedad depende de cantidades ingentes de energía y cómo otros problemas gravísimos, como por ejemplo el del agua potable, son en realidad técnicamente subsidiarios al de la energía. La segunda presenta nuestro actual modelo energético, basado mayoritariamente en combustibles fósiles, su impacto medioambiental, y su carácter no renovable, que lo convierten en un modelo abocado al cambio. No se trata de una cuestión retórica. La pregunta no es si dejaremos de quemar petróleo, sino cuándo. La energía y el medio ambiente son problemas trenzados y cuanto antes lo hagamos mejor o, mejor dicho, “menos peor”. Finalmente, el libro analiza las promesas científicas, las posibilidades técnicas y los abandonos políticos de las energías alternativas.

Su trabajo se mueve entre el almacenamiento de energía y los nuevos materiales. ¿Hay sitio para el medio ambiente en estos campos?

La investigación puntera en nuevos materiales, en nanotecnología, en física o en química aporta conocimientos clave al problema de la energía y también al del medio ambiente. Desde la detección de contaminantes en aguas o suelos hasta la comprensión de la química atmosférica, la ciencia tiene mucho que decir y la tecnología que aplicar para ayudarnos a salvar el bache del siglo XXI.

¿Qué investigaciones actuales destacaría de los campos en los que se mueve y qué avances cree que se producirán en los próximos años?

El hidrógeno y las pilas de combustible son temas en los que se trabaja con creciente intensidad desde hace una década, y podrían ser claves en un nuevo modelo energético en el que las energías renovables jugarían un papel cada vez más importante para aspirar a una sociedad sostenible, en absoluto incompatible con una economía sana y pujante. En este sentido, la energía solar en todas sus múltiples vertientes experimentará un empuje ya urgente.

Sin embargo, parece que no acaba de despegar.

Hay muchos falsos prejuicios acerca de la energía solar
Hay muchos falsos prejuicios acerca de la solar. El más extendido, que necesitamos mejorar su eficiencia. Es importante, pero no es el reto de la energía solar fotovoltaica: un motor de combustión no es mucho más eficiente. Y además, el sol es gratis. El problema es sobre todo el coste, empezando por el elevado precio de producción de silicio solar. Ése es sólo un frente. Junto con el abaratamiento de materiales tradicionales como el silicio, los científicos investigamos en nuevos materiales mucho más baratos, inorgánicos, poliméricos o híbridos que puedan alcanzar niveles adecuados de eficiencia y durabilidad. Por otra parte, está la investigación en sistemas de almacenamiento de energía, como las baterías o los súper condensadores.

De estos campos, ¿están disfrutando ya algo los ciudadanos?

Las baterías son un buen ejemplo de desarrollo reciente. Hace muy pocos años, nuestras videocámaras, ordenadores portátiles etc., se alimentaban con baterías de Níquel-Cadmio. El cadmio es altamente contaminante y presentaban un desastroso “efecto memoria” que mermaba su capacidad. En pocos años, prácticamente todas esas baterías son ahora de ion litio, menos contaminante y con mayores prestaciones.

¿Sería posible un coche eléctrico con estas baterías?

No sólo el humo del tabaco es malo; también el que expelen nuestros coches
Sus detractores defienden que seguir quemando petróleo barato con una eficiencia de sólo el 20-25% es “económicamente más rentable” que un coche eléctrico. Pero, ¿estaría alguien dispuesto a iluminar su casa quemando queroseno en un quinqué porque fuese más barato que la electricidad? Costó mucho desterrar los malos humos del interior de las casas y a lo más que llegamos fue a trasladar el problema a las calles. No sólo el humo del tabaco es malo; también el que expelen nuestros coches.

Diversos estudios sostienen que las energías renovables podrían sustituir en unas pocas décadas a las actuales fuentes no renovables. ¿Lo considera factible?

Muy paulatinamente, porque consumimos cantidades desmesuradas de energía. Las renovables serán las energías que experimenten un mayor crecimiento. Pero nuestro problema comienza a ser tan grave que necesitaremos todas las fuentes a nuestro alcance, empezando por la “fuente” más simple y eficaz: el ahorro y la eficiencia energéticos. Por otra parte, la sustitución de nuestro obsoleto modelo energético por energías limpias será tanto más rápida cuanto mayor sea el apoyo institucional, necesario para soslayar los costes no internalizados de las energías contaminantes.

¿Qué son los costes no internalizados?

Responderé con preguntas: ¿Revierten en la factura energética los costes de mareas negras, los asmas derivados de la contaminación, la guerra de Irak o el calentamiento global? No, lo pagamos con dinero público, con nuestra propia salud o incluso con la vida de miles de personas.

Recientemente, se reabría la polémica de las centrales nucleares en España y la Unión Europea. ¿Son realmente necesarias y seguras?

No podemos basar nuestro nuevo modelo energético en energía de fisión nuclear convencional
Los riesgos son muy superiores a los de las renovables. No podemos basar nuestro nuevo modelo energético en energía de fisión (nuclear convencional). Por una parte, por esos riesgos, más allá del puro accidente, aumentados en nuestro mundo inseguro por sabotajes y cosechadores de bombas, y por el problema siempre pospuesto de los residuos de alta intensidad, aunque se nos diga que se pueden almacenar de forma segura en depósitos profundos. Además, el Uranio no es un combustible ilimitado. Las estimaciones de reservas son variables, pero apuntan a un recurso perecedero: ¿30, 50, 80 años al ritmo de consumo actual? A pesar de ello, la paradoja es que, si se confirma que el punto de producción máxima de petróleo es inminente o cercano, y esto es lo que nos debe preocupar y no el “agotamiento” que ven tan lejos los demagogos de turno, haremos mejor en aprovechar la energía de las centrales que tenemos, además de rebajar nuestros niveles de consumo.

Los apagones eléctricos en algunos países europeos, y el corte del suministro de gas por parte de Bielorrusia, fueron motivo de reciente preocupación social. ¿Qué se está haciendo para evitar esta situación?

Se trata de una cuestión estratégica. Creo que veremos evolucionar nuestro modelo actual, controlado por las compañías eléctricas, hacia uno mixto, con un peso creciente de la generación distribuida que, en paralelo con la centralizada, contribuiría a robustecer nuestro sistema. Además, ¿no sería estupendo generar nuestra electricidad y agua caliente en nuestro propio tejado? ¿No seríamos más responsables de nuestro consumo?

Acerca de la geopolítica energética, ¿cabe alguna duda de que una apuesta intensa y continuada por las energías renovables, de cuyas fuentes cualquiera puede beber, contribuiría a hacernos algo menos dependientes?

España tiene gran potencial para algunas renovables. ¿Por qué no crecen aún más?

Aunque Alemania tenga menos horas de irradiación solar al año que España, cuenta con más y mejor normativa
La gran paradoja. No sólo tenemos potencial renovable, sino que somos un país netamente productor de tecnologías renovables: aerogeneradores, paneles solares fotovoltaicos, etc. ¿Entonces? Hace unos años un reputado economista alemán impartió una conferencia sobre el tema de la energía solar. A nuestras preguntas respondió que aunque Alemania tenga menos horas de irradiación solar al año, cuenta con más y mejor normativa. Leyes que garantizan el vertido en red de la electricidad excedente generada por los ciudadanos, leyes que incluso regulan un precio mínimo para la venta de dicha energía a la red.

Países como China o India necesitan cada vez más energía y no apuestan precisamente por el medio ambiente.

La evolución de potencias emergentes como China hace fácil predecir que el consumo energético global seguirá creciendo cada año, al menos a corto y medio plazo. Sin embargo, no deberíamos infravalorar la capacidad de China para producir no sólo bienes sino su propia tecnología. Para que la jerarquía china lo fomente ni siquiera es necesario que se vuelvan ecologistas. Podría bastar que valorasen la relación entre energía, tecnología y hegemonía. Y no sólo los chinos. Quizá los neocon americanos también vean la luz por esa vía, porque antes o después se darán cuenta de que nuestro modelo energético está abocado a cambiar.

¿Ecología y desarrollo económico son incompatibles?

Si nos guiásemos sólo por la virtud económica, seguiría habiendo esclavitud en Barcelona o en Boston
¿Lo es acaso con la ética? Como ciudadanos nos vemos a menudo tan inmersos en nuestro contexto social que nos cuesta apreciar las oportunidades que suponen los cambios. Por eso resulta de tanta ayuda una visión histórica de nuestra evolución. Desterrar los combustibles fósiles de las casas de nuestros abuelos y bisabuelos fue compatible con el desarrollo económico y un gran negocio; si no que se lo pregunten a los herederos de un tal Westinghouse. Por otra parte, el mercado no lo es todo; nunca lo ha sido. Si nos guiásemos sólo por la virtud económica, seguiría habiendo esclavitud en Barcelona o en Boston.

Dado que parece que las no renovables tienen cuerda para rato, ¿se está haciendo algo por reducir su impacto ambiental?

Claro que sí. Se trata de una evolución lenta y tímida, pero en el Primer Mundo las industrias son menos contaminantes que hace unas décadas. Y más eficientes en términos de intensidad energética, es decir, se gasta menos energía para producir la misma riqueza). Vamos viendo cierta evolución desde la producción de electricidad quemando carbón, el más contaminante de los combustibles fósiles, hacia el gas natural, el más limpio de los combustibles convencionales. Con la introducción de centrales de ciclo combinado se va dando un paso más en esa dirección. Pero hacen falta pasos más rápidos. El gas natural podría constituir el combustible de transición, a la espera de la generación de hidrógeno renovable.

Otra opción podrían ser biocombustibles, aunque algunos expertos han destacado más consecuencias negativas que positivas sobre el medio ambiente.

Serán otra pieza a tener en cuenta en el puzzle de nuestro emergente modelo energético. Pero tampoco deberíamos contemplarlos como la panacea. Si ya esquilmamos nuestros suelos para que el Primer Mundo engorde, mientras el Tercero pasa hambre, ¿qué pasaría si dedicamos masivamente nuestros suelos para alimentar nuestros vehículos, nuestras calefacciones, nuestras oficinas? Para alimentar nuestro “metabolismo social” empleamos grosso modo 100 veces más energía por persona y día que para mantener nuestro metabolismo biológico.

¿Es cierta la “verdad incómoda” que nos muestra Al Gore?

Lo que nos cuenta Gore en su documental es esencialmente correcto
Salvo unas pocas afirmaciones categóricas que los científicos formularían con matizaciones por formación o deformación profesional, lo que nos cuenta Gore en su documental es esencialmente correcto.

¿Por qué no se hace nada para evitar sus catastróficas consecuencias?

No es cierto que no se haga nada, aunque la conferencia de Río o el Protocolo de Kyoto puedan ser poco y quizá tarde. Hay quien habla de conspiraciones pero la realidad social, con sus pesos y contrapesos, con sus evolucionados mecanismos de actuación y no actuación, es mucho más compleja y a la vez más perversa que una conspiración.

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