Huracanes y tornados

España se encuentra fuera del alcance de huracanes, sin embargo puede sufrir las consecuencias de otros fenómenos como tornados y ciclones
Por Alex Fernández Muerza 26 de octubre de 2005

Los huracanes que asolaron Estados Unidos el año pasado y los tornados que azotaron Cataluña han contribuido a que aumente la preocupación de todos por la aparición de nuevos fenómenos. ¿Cómo se producen? ¿Se pueden prever? Los meteorólogos cuentan con herramientas científicas de predicción y seguimiento bastante precisas según el tipo de desastre, aunque se muestran perplejos ante la intensidad e incremento de estos fenómenos, que podrían ser consecuencia del cambio climático. España, al estar ubicada lejos de los trópicos, se encuentra fuera del alcance de un huracán, aunque sí sufre la consecuencia de fenómenos naturales adversos como tornados, o incluso la fuerza de fenómenos más inauditos en nuestro país, como el ‘Vince’, un ciclón de latitudes medias.

Huracanes y tornados

Los huracanes son uno de los fenómenos meteorológicos que se encuentra dentro del grupo de los ciclones tropicales, que incluyen a las depresiones y las tormentas tropicales. En concreto, los ciclones son un sistema de baja presión que se forma generalmente en los trópicos, con forma rotatoria y que se caracteriza por la presencia de nubes, viento y precipitaciones. En función de la fuerza del viento, un ciclón puede ser una depresión tropical, que se caracteriza por tormentas y vientos de hasta 62 kilómetros por hora, o una tormenta tropical, con vientos máximos de entre 62 y 117 kilómetros por hora. Al sobrepasar los 117 kilómetros por hora, es cuando se habla de huracán. Los huracanes se forman cuando la alta temperatura de la superficie del mar y los vientos moderados provocan una fuerte evaporación de agua desde el océano

Los huracanes se forman cuando la alta temperatura de la superficie del mar y los vientos moderados provocan una fuerte evaporación de agua desde el océano

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El vapor de agua se condensa, dando origen a una abundante nubosidad y precipitación, liberándose una gran cantidad de calor. Este calentamiento de la atmósfera hace descender la presión del aire sobre la superficie terrestre (presión atmosférica), con lo que aumenta el viento y la evaporación, y así, sucesivamente, hasta que surge el huracán. Alrededor de su núcleo los vientos aumentan con gran velocidad generando violentas marejadas. Propulsados por el calor del mar, los huracanes son dirigidos por los vientos alisios del este y los vientos templados del oeste, así como por su propia energía, pudiendo durar más de dos semanas en mar abierto y recorriendo grandes extensiones del litoral, a una velocidad de entre 24 a 32 kilómetros por hora.

Huracanes y tornados

Al acercarse a tierra, un huracán típico provoca que los cielos se oscurezcan y la fuerza de los vientos se incremente, el océano se retraiga, se generen tornados y se produzcan lluvias torrenciales e inundaciones abarcando una extensión de varios cientos de kilómetros. Ya sobre tierra el huracán entra en su fase terminal, pues no existe suficiente evaporación para mantenerlo activo. La forma, tamaño, intensidad, velocidad y dirección de un huracán depende de complejas interacciones entre la atmósfera, el mar y el propio huracán. La forma, tamaño, intensidad, velocidad y dirección de un huracán depende de complejas interacciones entre la atmósfera, el mar y el propio huracán

La forma, tamaño, intensidad, velocidad y dirección de un huracán depende de complejas interacciones entre la atmósfera, el mar y el propio huracán

de ahí que resulte tan complicado para los científicos predecir su comportamiento.

Los huracanes se forman normalmente en el Océano Atlántico, el Golfo de México, el Océano Índico, el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Los vientos huracanados giran en una gran espiral en torno al conocido como “ojo del huracán”, que contrariamente a lo que se cree popularmente se encuentra en relativa calma. La temporada de huracanes tiene lugar de junio a noviembre, siendo agosto y septiembre los meses de más intensidad, aunque hay lugares, como la zona occidental del Pacífico, donde se producen huracanes todo el año. La escala Saffir-Simpson clasifica un huracán dependiendo de la velocidad de los vientos del mismo, y así, diferencia entre la categoría 1, con vientos de 119 a 153 kilómetros por hora; la categoría 2, con vientos de 154 a 177 kilómetros por hora; la categoría 3, con vientos de 178 a 209; la categoría 4, con vientos de 210 a 249; y la categoría 5, con vientos mayores de 250 kilómetros por hora. Esta escala fue desarrollada en 1969 de acuerdo a la intensidad creciente del viento y sus efectos en el entorno, y establece como más peligrosa aquella situación en la que el huracán tienen una categoría 5, puesto que esta situación se relaciona con importantes inundaciones y destrucción de edificios.

Cómo protegerse de estos fenómenos

Los daños ocasionados por un huracán en ciudades y pueblos como consecuencia de los fuertes vientos y el alto oleaje pueden llegar a ser dramáticos, como probaron recientemente las imágenes de los recientes huracanes Katrina o Dennis. No obstante, para protegerse de la furia de estos fenómenos meteorológicos, existe una variedad de medidas que pueden adoptarse:

  • El uso de contraventanas sobre cristales expuestos
  • La utilización de correas para huracanes con el fin de sujetar el techo de una estructura a sus paredes y cimientos
  • Elevación de los edificios para permitir que la marejada costera pase por debajo
  • La construcción de estructuras fuera de las áreas de mayor riesgo y resistentes a vientos e inundaciones.

Asimismo, se recomiendan una serie de actuaciones a la hora de hacer frente a estos fenómenos:

  • La planificación previa de la ruta en caso de evacuación
  • Disponer de víveres y suministros para emergencias
  • Cerrar el gas, la electricidad y el agua
  • Podar las ramas muertas o débiles de los árboles para evitar que sean arrancados
  • Preparar un plan para volver a reunirse en caso de que los miembros de la familia se separen o pedir a un pariente o amigo que viva fuera que actúe como “contacto familiar”, puesto que después de un desastre, suele ser más fácil hacer llamadas de larga distancia.

En el caso de un tornado, se cuenta con muy poco tiempo para poder reaccionar, por lo que tener un plan de actuación por adelantado y una respuesta rápida son las claves para sobrevivir. Las lesiones o muertes relacionadas con los tornados ocurren con mayor frecuencia cuando los edificios se derrumban, los objetos voladores golpean a la gente o cuando las personas se quedan atrapadas al tratar de escapar. Si no se ha conseguido salir de la zona azotada por un tornado, la mejor protección suele ser un cuarto interior en el nivel más bajo de un edificio.

En cuanto a la fauna y la flora de las zonas afectadas por un huracán o un tornado, los científicos han estudiado que, aunque pueda haber algunos cambios estructurales en el hábitat y las poblaciones pueden sufrir pérdidas notables, la mayoría de plantas y animales son capaces de sobrevivir y recuperarse de estos fenómenos con el tiempo.

Como explicación ante la creciente intensidad y furia de huracanes en la costa atlántica estadounidense, algunos especialistas han apuntado al calentamiento global provocado por la acción del ser humano, aunque otros expertos han recordado que obedecen más a ciclos de varias décadas que al calentamiento global, y así, entre 1970 y 1994 se disfrutó de una racha de baja intensidad, con no más de tres grandes huracanes por año gracias a las bajas temperaturas en el Atlántico norte y a vientos no favorables. Por el contrario, a partir de 1995, se han producido huracanes mucho más activos.

¿Cómo se nombra a los huracanes?

La palabra “huracán” deriva del dios “Hurakan”, quien, según los mayas, creó la Tierra tras esparcir su aliento en las caóticas aguas del inicio del Universo. Asimismo, se le llama Ciclón si se forma en la Bahía de Bengala y en el océano Índico norte; Tifón, si se forma en el oeste del océano Índico (Japón, Corea, China…); Willy-Willy en Australia; o Baguío en Filipinas.

¿Cómo se nombra a los huracanes?Desde 1953, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) denomina a los huracanes y otros fenómenos tormentosos destacables siguiendo una lista de veintiún nombres ordenados alfabéticamente, que utiliza según son detectados. Se trata de nombres sencillos en inglés, español o francés que empiezan por una letra del abecedario internacional, salvo algunas letras como Q, U, X, Y, Z. Puede ocurrir que en algunas regiones el nombre del fenómeno sea elegido por los servicios meteorológicos nacionales o regionales que hacen los pronósticos, aunque lo general es que la designación esté en manos de la OMM. Para los fenómenos meteorológicos de la Cuenca Atlántica existen seis listas de nombres diferentes y cada una de ellas se aplica durante un año, de forma que en el séptimo año se vuelve a la primera de ellas. Durante 2005, ante el elevado número de huracanes y tormentas tropicales registrados, los científicos se están quedado sin nombres para designarlos, por lo que probablemente tengan que recurrir por primera vez a los nombres de las letras griegas.

Los nombres se respetan siempre, a excepción de fenómenos meteorológicos especialmente devastadores, ya que en estos casos los países afectados pueden pedir que el nombre sea retirado de la lista y sustituido por otro que comience con la misma letra. Con esta medida se pretende evitar confusiones históricas o legales, como reclamaciones, seguros o ayudas públicas. Así, se han retirado nombres como Hugo, Andrew, Roxanne, Mitch, Allison, Audrey o Luis, por lo que ninguno de esos nombres podrá volver a ser utilizado hasta que pasen, al menos, 10 años.

El sistema actual utilizado por la OMM recoge la siguiente lista de nombres:

200420052006200720082009
AlexArleneAlbertoAndreaArthurAna
BonnieBretBerylBarryBerthaBill
CharleyCindyChrisChantalCristobalClaudette
DanielleDennisDebbyDeanDollyDanny
EarlEmilyErnestoErinEdouardErika
FrancesFranklinFlorenceFelixFayFred
GastonGertGordonGabrielleGustavGrace
HermineHarveyHeleneHumbertoHannaHenri
IvanIreneIsaacIngridIkoIna
JeanneJoseJoyceJerryJosephineJoaquin
KarlKatrinaKirkKarenKyleKate
LisaLeeLeslieLorenzoLiliLarry
MatthewMariaMichaelMelissaMarcoMindy
NicoleNateNadineNoelNanaNicolas
OttoOpheliaOscarOlgaOmarOdette
PaulaPhilippePattyPabloPalomaPeter
RichardRitaRafaelRebekahReneRose
SharyStanSandySebastienSallySam
TomasTammyTonyTanyaTeddyTeresa
VirginieVinceValerieVanVickyVictor
WalterWilmaWilliamWendyWilfredWanda

Los meteorólogos aseguran que bautizar estos fenómenos naturales ayuda a estudiarlos e identificarlos, y permite que la población tome conciencia más rápidamente de avisos y alertas sobre ellos. Antes de que se utilizaran los nombres propios, en las Antillas era tradicional utilizar el santo del día en que afectaba el huracán. Según la OMM, el meteorólogo australiano Clement Wragge fue el primero en utilizar nombres propios, normalmente políticos que le desagradaban, a principios del siglo pasado. Sobre la utilización de nombres femeninos existen diversas teorías. Algunas afirman que fue a partir de la II Guerra Mundial cuando los estadounidenses empezaron a bautizarlos con los nombres de sus amadas, mientras que otras teorías apuntan a que el tópico sobre el carácter imprevisible y la fuerza de las féminas sirvió de inspiración. Los nombres masculinos no fueron introducidos hasta 1978 por la OMM y el Servicio de Meteorología de Estados Unidos, que elaboraron unas listas utilizadas en la mayoría de zonas ciclónicas, salvo en el Pacífico Noroccidental, donde se designan con nombres de flores, pájaros y comidas. La existencia de estas tablas no significa que los científicos conozcan cuándo van a producirse estos fenómenos o la duración de los mismos, aunque sí existe cierta previsión, ya que se conocen las condiciones propicias para la formación de los huracanes.

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