Las especies se mueven hacia el Norte

El cambio de temperaturas es diez veces más rápido en la actualidad
Por Mercè Fernández 3 de enero de 2007

El aumento de las temperaturas provoca que algunas especies se desplacen hacia el Norte o a mayores alturas, a zonas que ahora ya no resultan tan frías. En el Mar del Norte, concretamente, los peces de aguas más frías se dirigen hacia el Polo Norte; el Mediterráneo está empezando a verse colonizado por especies tropicales como la alacha (se suele confundir con la sardina) mientras que especies de aguas frías y de interés comercial, como la caballa, reducen su presencia. Los pájaros, por su parte, se mueven también hacia el Norte y, además, modifican su conducta de emigración y reproducción. Y en África se ha observado que los mosquitos portadores de la malaria se están desplazando a zonas más elevadas aunque, en este caso, se cree que la razón no es sólo el aumento de la temperatura. En este sentido, dicen los expertos, no es cierto que el cambio climático vaya a suponer una dispersión global de esta enfermedad, aunque la dispersión de algunas aves puedan ponen en peligro o hacer desaparecer otras especies.

Adaptación de plantas y animales al calentamiento global

Adaptación de plantas y animales al calentamiento global

El otoño que se acaba de cerrar ha sido el más cálido en Europa desde el siglo XVI. Según datos de la NASA, el pasado octubre ha tenido una temperatura 1,8 grados superior a la del promedio de todos los octubres de los últimos cinco siglos. Noviembre, por su parte, ha sido 2,5 grados más cálido que el promedio histórico y este otoño ha superado los, hasta ahora, otoños más calientes de la historia de Europa: los de 1772, 1938 y 2000. Los datos, que se dieron a conocer hace unas semanas, revelan además que las temperaturas han estado incrementándose 0,45 grados cada diez años en los últimas tres décadas, que los últimos 30 años han sido los más cálidos y que, de ellos, la última década ha presentado las temperaturas más elevadas.

Los datos de la NASA muestran, además, una nueva tendencia: que los otoños se alargan. El comportamiento de los animales y de las plantas, que se rige por las temperaturas, se verá afectado. Según explican los investigadores, mariposas y otros animales pueden perder las señales que les indican que deben reducir la actividad para pasar el invierno. A principios de este último diciembre, aparecía en las agencias y medios de comunicación la noticia de que los osos en Siberia y en Suecia aún no se habían retirado a hibernar. Para los animales, las temperaturas actúan como indicador de que va a haber escasez de comida.

Para los animales, las temperaturas actúan como indicador de que va a haber escasez de comida

de la misma forma que para los árboles es una señal de que deben entrar en el período de latencia, necesario para preservar las semillas y garantizar que la germinación del árbol coincida con períodos del año en que las condiciones naturales son favorables para la supervivencia. La alteración del patrón en los animales puede suponer que se enfrenten, si siguen activos, a la falta de alimento y a la aparición repentina de las bajas temperaturas. En el caso de los árboles, puede suponer enfermedades posteriores y malas cosechas.

El resultado no sorprende. Un estudio de la Universidad de Stanford, en California (EE.UU.) ya afirmaba, hace un par de años, que la primavera se está adelantando una media de cinco días cada diez años en el último siglo. Terry Root, de la Universidad de Stanford e investigadora principal del estudio explica que “los animales y las plantas de diferentes especies de todo el planeta han notado los efectos de un calentamiento global de 0,6 grados Celsios en los últimos 100 años”. Las especies se han ido adaptando hasta ahora. El problema es que el “cambio actual de temperaturas es diez veces más rápido”. Otoños más cálidos, primaveras que empiezan antes y al aumento general de las temperaturas dibujan un futuro incierto.

Así, uno de los efectos más visibles sobre la biodiversidad y que se ha empezado a registrar hace dos o tres años es el desplazamiento de especies de zonas más cálidas hacia el norte. Un ejemplo cercano es el que se ha visto con la aparición de la alacha en las aguas del Norte del Mediterráneo. Se trata de un pez de apariencia similar a la sardina pero menos apreciada desde el punto de vista gastronómico (de hecho, en España no se consume normalmente). Hasta ahora se hallaba fácilmente en aguas orientales y del sur del Mediterráneo, así como en aguas tropicales y subtropicales del océano Atlántico y Pacífico. Un trabajo del CSIC reveló, en 2005, que la alacha se había desplazado en 20 años unos 214 kilómetros al Norte. La nueva distribución se atribuía al aumento de la temperatura del agua, que en los últimos 30 años ha aumentado medio grado en la superficie. “Hace 20 años, el punto más al norte donde se detectaba la reproducción de la alacha era el Delta del Ebro y, ocasionalmente, hasta Barcelona; más allá las aguas resultaban demasiado frías para esta especie”, explicaban los investigadores el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC. Ahora, la alacha se puede encontrar mucho más al norte, hasta Blanes, en la Costa Brava. Las consecuencias de este desplazamiento no están claras. Se cree, por ejemplo, que la alacha podría afectar a la estructuración de comunidades y entrar en competencia con especies similares, como la sardina y la anchoa. Pero aún es una incógnita y, además, dada la gran presión pesquera será muy difícil discernir qué efectos se producen a causa del cambio de temperaturas y cuáles son debidos a la sobrepesca.

Alteración en la migración de las aves

La misma tendencia se observa en las aves. Un informe que acaba de publicar la organización WWF – Adena y que ha dado a conocer en la ultima Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático en Nairobi alerta de que los cambios en la temperatura están afectando a las aves en todo el mundo. El informe ‘Aves y cambio climático: informe sobre la situación mundial’ revisa más de 200 artículos científicos sobre los impactos del calentamiento global en aves de los cinco continentes. El cambio en las temperaturas, dice la organización, está afectando comportamientos tan importantes como “la migración las aves o alterando su sincronización con elementos clave de sus ecosistemas, vitales para su desarrollo”.

El informe identifica a algunos grupos de aves que se encuentran en situación de alto riesgo, especialmente las aves migratorias, marinas, de montaña, islas y humedales, y las aves que habitan en el Ártico y Antártico. En general, la situación es peor para las especies que no pueden cambiar de hábitat fácilmente.

La situación es peor para las especies que no pueden cambiar de hábitat fácilmente

El informe señala que la tasa de extinción de aves podría aproximarse al 38% en Europa y superar el 70% en el Nordeste de Australia si la temperatura media de la Tierra se eleva en dos grados celsios respecto a la era preindustrial.

Hay evidencias de que algunas aves se están desplazando hacia el Norte o moviéndose a mayores altitudes en las montañas, ya que con el calentamiento esas zonas no resultan tan frías, dice el informe. En el futuro se espera que esos desplazamientos sean considerables: se cree que en Europa algunas aves pueden desplazarse más de 1.000 kilómetros, bien porque pueden adaptarse a nuevas zonas o bien porque las reservas donde se encuentran actualmente ya nos les resultarán tan adecuadas. El problema es que hay muchas aves que viven en reservas naturales protegidas y parques y, si se desplazan a otros lugares, puede que no hallen nuevos hábitats, que acaben en zonas no protegidas o urbanizadas. Es lo que podría suceder, apunta el informe de WWF-Adena, con el águila imperial en España, que podría verse desplazada de sus actuales hábitats.

Otra de las amenazas a las que alude el informe de WWF-Adena es que esos desplazamientos supongan también la entrada de especies invasoras que puedan ponen en peligro o hacer desaparecer otras especies. Un ejemplo lo hallan en Hawai, donde los bosques altos de las montañas son un refugio para especies en vías de extinción como el honeycreeper hawaiano, también llamado pinzón De Laysan. Se ha dicho que con el aumento de temperaturas, los mosquitos de la malaria podrían desplazarse a los bosques elevados e introducir una enfermedad que resulta mortal para estos pinzones. Esta posibilidad, que de momento es una hipótesis, se basa en el hecho de que se ha observado cómo el mosquito de la malaria ha incrementado su presencia en zonas elevadas que antes eran más frías.

La hipótesis más incierta

En los últimos años la malaria ha emergido nuevamente en zonas montañosas al Este de África, donde la temperatura es unos grados más fría que en las tierras de la planicie.

En los últimos años la malaria ha emergido nuevamente en zonas montañosas al Este de África, donde la temperatura es unos grados más fría que en las tierras de la planicie

Los factores que podrían explicar eso son, entre otros, el desplazamiento de personas portadoras de la enfermedad, el incremento de resistencia a los fármacos y la perdida de calidad de la atención sanitaria. No obstante, el cambio climático también se ha propuesto como explicación. En ese sentido, las hipótesis han ido aún más lejos apuntando a la posibilidad de que la malaria podría desplazarse al Norte y dispersarse a zonas donde la enfermedad está erradicada desde hace mucho tiempo, como España o Italia.

En ese sentido, han sido varios los grupos de investigación que han advertido de que la dispersión de la enfermedad no depende sólo de la temperatura. Un estudio publicado en la revista Science en 2000, realizado por científicos de la Universidad de Oxford, realizó una modelización, con simulaciones matemáticas, de posibles escenarios climáticos y la posible expansión de la malaria teniendo en cuenta el clima y las condiciones que se dan en los lugares donde actualmente se halla la enfermedad. ¿El resultado? En el peor de los casos, el incremento en la dispersión no sería superior al 1%. Además hay otros factores determinantes, como la atención sanitaria y la tecnología disponible de los países occidentales. Según este trabajo, el escenario de una dispersión global de la malaria por el cambio climático no tiene peso y no es, hoy por hoy, lo que más debería atemorizar a los ciudadanos de Europa.

Sin embargo, en países donde la malaria es endémica sí se está dando una reemergencia o aumento de la incidencia. Y una de las razones podría ser el cambio climático. Al menos es lo que sugiere un trabajo publicado el pasado marzo en la revista Proceedings of the National Academy of Science, que afirma que en las zonas montañosas del Este de África ha habido un incremento de temperatura de medio grado desde 1970 y, paralelamente, un incremento del número de mosquitos portadores de la malaria. “Nuestros resultados no significan que la temperatura es el único o el principal factor que conlleva al incremento de la malaria”, afirma M. Pascual, investigadora de la Universidad de Michigan, “pero sí que es uno de los factores que debería ser considerado”.

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