Entrevista

María Casado. Experta en Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona

Existe muchísima legislación, lo que pasa es que los poderosos buscan la forma de no cumplirla
Por Alex Fernández Muerza 13 de enero de 2006
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María Casado desarrolla una intensa actividad docente y profesional en la Universidad de Barcelona en torno a la Bioética y el Derecho. Directora de un Observatorio y un máster, miembro de varios comités y asociaciones, ha coordinado, junto a la antropóloga María Jesús Buxó, también de la Universidad de Barcelona, la obra “Riesgo y precaución“, cuya versión digital puede descargarse gratuitamente de Internet. En ella, once autores de diferentes disciplinas, como medio ambiente, derecho civil y penal, antropología o pediatría, reflexionan sobre los aspectos sociales y la legislación del riesgo ecológico. Así, a lo largo de la obra dejan constancia de una idea que la coordinadora insiste en subrayar: “controlar al poder siempre ha sido una dificultad del Derecho. No es que no existan normas, es que hay que aplicarlas”.

¿En qué consiste la Bioética Ambiental?

La bioética comenzó a ser conocida por trabajar temas que tienen que ver más con la salud y los aspectos clínicos, como el aborto, la eutanasia, la relación médico – paciente, etc. Nosotros partimos de una concepción de la bioética más global, que también estaba en sus orígenes, donde el medio ambiente es una cuestión prioritaria. La Bioética Ambiental es, desde este punto de vista, el análisis del impacto de las biotecnologías en el medio ambiente. Muchos de los adelantos biotecnológicos tienen repercusiones en el medio ambiente.

El libro se subtitula “Pasos hacia una Bioética Ambiental”. ¿Cuáles son los pasos que hay que dar?

El primer paso a dar es la información de qué es lo que se hace y qué repercusiones tiene en el medio ambiente

El primer paso a dar es la información de qué es lo que se hace y qué repercusiones tiene en el medio ambiente
Es un campo donde se tocan distintos aspectos y en el que hay que trabajar muchísimo más. Por ejemplo, los impactos en el medio ambiente más conocidos, como los organismos modificados genéticamente y su empleo en la agricultura, son los alimentos; pero hay otras muchas cosas, como la nanotecnología, un campo emergente en el que hay que ver qué implicaciones puede tener en el medio; o al revés, el impacto del medio en la salud, en relación a las personas. Clarificar todo ello ya sería un paso. Después vendría cómo normativizarlo, y pensamos, y por eso hemos llamado al libro “Riesgo y precaución”, que lo que subyace es una evaluación de riesgos y lo que se entiende por principio de precaución, que es cada vez más el eje de las decisiones que se toman en la legislación y en el análisis ético de muchas de estas cuestiones.

¿Cómo se puede aplicar ese principio al medio ambiente?

El principio de precaución, una idea que siempre ha existido, ahora se aplica a estos temas y se considera un baremo. Si evaluamos el impacto del riesgo en las personas, hablar del principio de precaución tiene mucho sentido, también relacionado con la justicia. No puede ser que los riesgos los asuman los más desfavorecidos. Muchos de los riesgos de un medio ambiente insano los padecen más los países en peores circunstancias y las personas más pobres de los países ricos. Es muy importante que los ciudadanos sepan que el reparto del riesgo es también una función del Derecho

Es muy importante que los ciudadanos sepan que el reparto del riesgo es también una función del Derecho
y una decisión política, y en este sentido también ciudadana: no sólo hay que repartir equitativamente los impuestos o los beneficios, sino también las situaciones de riesgo, para que no caigan sobre los mismos. Riesgos ecológicos hay muchos y depende de dónde nos situemos son muy distintos. En este mundo globalizado, el riesgo está a la orden del día y viene de muchísimos frentes. La sociedad tiene que seguir avanzando, pero no a lo loco; tiene que haber una buena evaluación de las cosas. Hay que tener en cuenta que muchas veces hay conflictos de intereses. El que evalúa el riesgo no puede ser el mismo que después decide a quien se asigna.

¿Y cómo se asigna ese riesgo?

Habría dos partes. Por una parte, la evaluación de los riesgos la tiene que hacer un técnico, pero luego, la decisión de cómo se reparte y se afronta ese riesgo, nos toca a todos. Vivimos en una sociedad que se denomina asimismo ‘del riesgo’ y eso obliga a que se evalúen adecuadamente los riesgos, que no significa que ahora haya más, porque siempre ha habido, lo que ocurre es que ahora algunos problemas son inducidos por nosotros mismos. Las nuevas tecnologías nos cambian la vida en general a mejor, pero aquellos aspectos negativos tienen que ser debidamente analizados y tomados con precaución y de manera justa. Además, se deben evaluar adecuadamente, porque muchas veces se da una presentación apocalíptica que tampoco se corresponde con la realidad.

Vistos los problemas ambientales de la actualidad, ¿podría decirse que no hay suficientes leyes?

Existe muchísima legislación, lo que pasa es que los poderosos buscan la forma de no cumplirla. Por ejemplo, los tratados para la reducción de emisiones nocivas al medio ambiente que los Estados Unidos no quieren firmar. Controlar al poder siempre ha sido una dificultad del Derecho. No es que no existan normas, es que hay que aplicarlas.

Los autores del libro también destacan la necesidad de un debate informado sobre estos temas. ¿No se está informando bien a la sociedad?

La información de la gente es fundamental para que puedan decidir con conocimiento de causa y para que se pueda hacer una distribución de los riesgos con justicia. En el medio ambiente hay una cuestión todavía más grave, y es que aunque se aplique la norma y se castigue al infractor, el daño ya está hecho. Por ello es importante la concienciación de los ciudadanos para evitar los daños. En un delito ecológico, ¿de qué sirve meter al responsable en la cárcel si las truchas ya están muertas y el río contaminado? Por ello, hay que crear una cultura de todo esto, que la gente aprenda a la vez el cuidado ante estos problemas y los riesgos.

¿Los delitos ecológicos son más fáciles de cometer?

Cuando se pierde la pista de quien es responsable de las cosas, como el desastre de un vertido de petróleo, donde la bandera del barco es de un país, la tripulación es de otro país, ha ocurrido en aguas de otro… se crea un conflicto clásico de derecho internacional, y se hace más complicado, pero es así como están funcionando los poderes. La globalización nos lleva a perder la pista de la responsabilidad de las cosas y la capacidad de las grandes empresas y multinacionales de presionar incluso a los gobiernos, porque tienen más presupuesto que muchos gobiernos. Precisamente ahí está la lucha del Derecho y de los organismos internacionales. En ocasiones no se funciona por leyes sino más por el boicot social, o al exigir responsabilidades. Por eso es necesario un cambio.

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