España participa en un proyecto europeo sobre inmunotolerancia en trasplantes

Lograr la tolerancia inmunológica en los trasplantes ayudaría a mejorar la calidad de vida de los pacientes y reduciría en más de un 80% los costes sanitarios
Por EROSKI Consumer 21 de marzo de 2007

Ayer se presentó en Madrid RISET, el primer proyecto europeo de investigación cooperativa en el área de la tolerancia inmunológica en trasplantes en el que, por parte de España, participa la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). Además de la ONT, colaboran en esta iniciativa una veintena de instituciones de Bélgica, Chequia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Reino Unido, Suiza e Israel.

El proyecto RISET, que incluye una primera fase de cinco años de duración (2006-2010), tiene como objetivo buscar los mecanismos biológicos que permitan a los pacientes trasplantados evitar de forma permanente el rechazo, sin necesidad de fármacos inmunosupresores. «De lograrse la tolerancia inmunológica, estaríamos ante un gran avance que marcaría un antes y un después en la historia de los trasplantes», señaló el secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos.

En la actualidad, la esperanza media de vida del injerto tras la intervención alcanza en algunos casos los 20 años (como sucede con el trasplante hepático de donante cadáver) e incluso puede llegar a superarlos, como en el caso del trasplante renal de donante vivo. Pero la larga supervivencia del injerto requiere que nuestro sistema inmunológico permanezca frenado, ya que de otra forma rechazaría aquello que le es ajeno. Este estado de supresión del sistema inmunológico se consigue con los fármacos inmunosupresores, cuyo desarrollo tecnológico ha experimentado enormes avances en los últimos 30 años. Sin embargo, aunque estos medicamentos han supuesto grandes mejoras en la prevención y el tratamiento del rechazo agudo, no tienen efecto alguno sobre problemas a largo plazo, como la enfermedad crónica del injerto.

Además, se trata de productos costosos, tanto en términos económicos como por los efectos secundarios sobre el organismo. Su uso aumenta el riesgo de que los pacientes desarrollen infecciones, tumores, lesiones vasculares o alteraciones del metabolismo de los lípidos y los hidratos de carbono.

Menos riesgos

Martínez Olmos insistió en la gran trascendencia de este proyecto de investigación, cuyos resultados podrían reducir sustancialmente los efectos secundarios de los inmunosupresores, con la consiguiente mejora de la calidad de vida del paciente trasplantado. Además, se rebajarían los costes sanitarios que se derivan del uso de estos fármacos y del tratamiento de las complicaciones que estos generan.

Según los datos de la ONT, los costes anuales de la medicación inmunosupresora de los trasplantados pueden oscilar entre los 6.000 y los 9.000 euros. Con programas de inmunotolerancia, estos costes se reducirían en más de un 80%, situándose entre 1.200 y 2.000 euros anuales.

Por su parte, el director de la ONT, Rafael Matesanz, dijo que se sabe que algunos pacientes han llegado a un estado de tolerancia inmunológica de manera casi natural. Incluso en algunos casos se han determinado las características del sistema inmunológico que, al interaccionar con el tratamiento inmunosupresor y con el injerto, han podido contribuir a ello. «Sin embargo -precisó Matesanz-, las cuestiones básicas relativas a la definición de los pacientes que previsiblemente pueden ser candidatos idóneos para desarrollar este estado de inmunotolerancia son una incógnita».

Varios experimentos con animales han llegado a definir poblaciones que pueden reaccionar positivamente a los productos biotecnológicos capaces de inducir inmunotolerancia. El reto ahora es trasladar estos conocimientos adquiridos en las fases preclínicas de la investigación a la práctica clínica con pacientes.

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