Entrevista

David J. Brooks, División de Neurociencias del Imperial College de Londres

«El tratamiento del Parkinson exige la participación de servicios de apoyo complementarios a la atención médica»
Por Jordi Montaner 16 de octubre de 2006
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Su firma en más de 200 artículos originales sobre la enfermedad de Parkinson acredita a David J. Brooks como líder de opinión mundial en esta enfermedad neurodegenarativa. El actor y también enfermo Michael J. Fox lo puso al frente de una fundación que lleva su nombre para impulsar investigaciones encaminadas a curar esta condición crónica del aparato locomotor. En la actualidad, Brooks investiga, sirviéndose de una imaginería de muy elevada resolución, la naturaleza de las sinapsis interneuronales, la biología molecular y las señalizaciones nerviosas bajo los auspicios de GE Healthcare.

A principios del siglo XIX, un médico y naturalista inglés, James Parkinson, describió un cuadro neurológico muy extraño en un paciente de más de 45 años y que bautizó como parálisis agitada.

La enfermedad que Parkinson descubrió entonces, y que hoy conocemos afortunadamente mucho mejor, es una depauperación del sustrato nervioso del aparato locomotor, crónica y progresiva. Aunque se asocia típicamente al envejecimiento, un 15% de los diagnosticados no cumple aún la quinta década de vida. Para paliar sus efectos disponemos tanto de remedios farmacológicos como quirúrgicos, pero necesitamos más información acerca de la enfermedad y por ello seguimos aún haciéndonos preguntas.

¿Por qué tiene lugar?

La enfermedad se desencadena cuando un conjunto de células de la substantia nigra cerebral empiezan a funcionar mal y acaban muriendo. Dichas células liberan un compuesto químico denominado dopamina, que actúa como neurotransmisor y facilita las instrucciones del cerebro sobre los movimientos y la coordinación, de tal manera que cuando falla, el paciente pierde el control sobre manos o pies; se produce como un divorcio entre el cuerpo y la mente. A este problema cabe sumar una serie de trastornos propios de la enfermedad, como temblores involuntarios, rigidez de las extremidades, desorientación e inestabilidad postural.

Se ha dicho que el pronóstico mejora cuando se diagnostica precozmente a los enfermos. ¿Cómo saber que se trata de un parkinsonismo y no de otra cosa?

«Cuando aparecen las primeras manifestaciones motoras, la enfermedad de Parkinson puede llevar más de una década de evolución»

El inicio de la enfermedad de Parkinson es gradual y solapado; cuando aparecen las primeras manifestaciones motoras, lamentablemente, la enfermedad puede llevar ya una década o dos de evolución. A la hora de diagnosticar, además, deben distinguirse dos cuadros distintos: uno con predominio del temblor y otro con predominio de los trastornos posturales y de la marcha.

¿Lo ideal sería hacer el diagnóstico en la juventud?

En las formas juveniles, para complicar más las cosas, las manifestaciones distónicas precoces dificultan el diagnóstico correcto. De hecho, sólo un 40% de los pacientes refieren temblor en el momento del diagnóstico. El médico debe indagar en otros signos de descoordinación, no sólo física sino también mental. Puede ser útil hacer contar hacia atrás al paciente a partir de 100, o comprobar si la respuesta a la ejecución de una orden es más lenta que de costumbre. Otro hecho que despista es que los temblores no siempre debutan de forma simétrica (en ambos lados), incluso pueden mantener una asimetría por espacio de diez años.

¿Más signos de alarma?

Lentitud, rigidez, falta de reflejos, movimientos atípicos de los ojos [este síntoma también es un criterio diagnóstico para la demencia por cuerpos de Lewy]. Al hablar, el paciente pierde la prosodia [pronunciación] y las cadencias propias de su discurso; la voz parece más tranquila y monótona. La apnea del sueño es otra variable habitual. Una encuesta europea revela un gran desacuerdo entre pacientes y médicos a la hora de valorar los síntomas depresivos; pero demuestra, asimismo, que la mitad de los pacientes jamás los discute con el neurólogo.

Hacer frente a una enfermedad así es como para darse por vencido.

La Asociación Europea de la Enfermedad de Parkinson y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han editado conjuntamente una carta de derechos para las personas con enfermedad de Parkinson: ser atendidas por un médico especialista en esta enfermedad, conocer el diagnóstico exacto, tener acceso a servicios de apoyo, recibir un cuidado continuo y participar en el tratamiento de su enfermedad.

¿Debe dejarse la enfermedad exclusivamente en manos del neurólogo?

«Para paliar los efectos del Parkinson disponemos de remedios farmacológicos y quirúrgicos»

Se trata de una enfermedad lo suficientemente compleja para que ningún profesional pueda acometerla por separado. En mi libro Directrices actualizadas para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson subrayo la importancia de trabajar en equipo: neurólogo, médico de atención primaria, paciente, familiar o cuidador, rehabilitador y psicólogo.

¿Cuán a menudo desemboca la enfermedad de Parkinson en demencia?

La demencia acaba haciendo su aparición en una cuarta parte de los pacientes, pero no de forma inmediata. Sospechamos que la demencia de los parkinsonianos obedece a una serie de cambios en los cuerpos de Lewy corticales o a un debut de la enfermedad de Alzheimer. Curiosamente, exámenes post-mortem han demostrado que es muy habitual un tipo de demencia cruzado entre Alzheimer y cuerpos de Lewy, que sería característico de estos pacientes.

Su grupo de trabajo se ha visto envuelto en numerosos ensayos terapéuticos, pero ahora mismo parece preocuparle, más que nada, la naturaleza de la enfermedad, su biología molecular.

Me encuentro al cargo de una serie de ensayos con imaginería de elevada resolución. Su utilidad diagnóstica es incuestionable, puesto que las pruebas de sangre u orina o la punción de fluído cerebroespinal pueden proporcionar resultados normales en parkinsonismos idiopáticos. Mediante la tomografía por emisión de positrones, la electromielografía de superficie o la resonancia magnética podemos obtener una información muy válida sobre el circuito nervioso de estos pacientes y sus posibles cortocircuitos. También podemos monitorizar la acción del tratamiento farmacológico [levodopa] e indagar en la respuesta.

¿Resulta tan útil la tomografía?

Mediante tomografía por emisión de positrones se ha podido demostrar que en la enfermedad de Parkinson existe una reducción de la captación de levodopa en el putamen, mientras que en este mismo lugar los receptores dopaminérgicos D2 se encuentran en niveles normales o en un número ligeramente elevado. Asimismo, la tomografía por emisión de positrones puede demostrar una reducción de la dopamina estriatal en individuos asintomáticos. Todo esto nos permite especular con la posibilidad de que en un futuro no muy lejano puedan identificarse marcadores biológicos con los que elucidar un diagnóstico preciso de la enfermedad de Parkinson. Dichos marcadores podrían incluso detectar la fase preclínica o más precoz de la enfermedad.

EL PAPEL MÁS DIFÍCIL EN LA CARRERA DE UN ACTOR
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Imagen: Wikipedia

«Un buen día percibí que el dedo meñique de una mano se movía incesantemente, ajeno a todo control mental». La cosa fue a peor y Michael J. Fox, ocupado en la interpretación de varias series televisivas y algún que otro proyecto para la gran pantalla, no sabía explicar por qué. Pensó que era cosa de nervios y que remitiría con un poco de descanso o tranquilizantes. Sin embargo, su esposa y su agente artística le conminaron a que visitara a un neurólogo y aquella visita cambió su vida por entero.

Saber que con sólo 40 años debía hacer frente a una enfermedad neurodegenerativa que le impediría seguir con su papel en series como Enredos de familia, en próximas entregas de la saga cinematográfica Regreso al futuro o comedias del estilo de El secreto de mi éxito, acabó desmoronando a este actor canadiense afincado en Hollywood (EEUU) que tardó nada menos que ocho años en hacer pública su condición de enfermo crónico.

Como explica en sus memorias, los años pasados entre la emisión del diagnóstico y la rueda de prensa en que dio a conocer su enfermedad fueron los más duros de su vida; como contraste, considera que los mejores fueron los que siguieron a ese desahogo. El título del libro es todo un alegato: Un hombre afortunado.Desde entonces, Michael J. Fox ha declarado una lucha sin tregua contra la enfermedad de Parkinson, dando nombre a una fundación que investiga activamente esta enfermedad en busca de una curación. De hecho, el mismo actor se ha prestado como conejillo de indias en distintos ensayos terapéuticos.

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