Entrevista

Timothy Hunt, bioquímico y premio Nobel de Medicina 2001

«Tenemos que lograr meternos en la mente de las células cancerígenas»
Por Mónica G. Salomone 23 de julio de 2007
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Imagen: Emiliano Ricci

La investigación contra el cáncer no ha dado los frutos que se esperaba en cuanto a terapia, y ello se debe en parte a que, a medida que han ido avanzando, los científicos se han encontrado con un problema mucho más complejo de lo previsto. Así lo ve el investigador británico Timothy Hunt, premio Nobel de Medicina 2001 por descubrir, a principios de la década de los ochenta, proteínas esenciales para el ciclo celular. «Cuando se descubrió el ciclo celular pensamos que teníamos la cura del cáncer: bastaba con inhibir el ciclo, y ya está. Pero claro, ahora sabemos que eso está muy lejos de la realidad. Nos enfrentamos a una complejidad mucho mayor», dice Hunt. Esta entrevista se realizó durante los encuentros entre premios Nobel y jóvenes investigadores que desde 1951 se celebran anualmente en la ciudad alemana de Lindau.

¿Cómo empieza un cáncer en el organismo?

Cambios genéticos, simplemente. Todo el tiempo están ocurriendo mutaciones en el organismo y de hecho no deja de ser sorprendente que, con los millones de células que tenemos, tardemos por lo general más de 60 años en desarrollar un cáncer. Seguramente, es gracias a mecanismos seleccionados por la evolución para que no tengamos cáncer hasta después de que nos hayamos reproducido, pero no deja de ser impresionante. Lo más tóxico en el mundo es el oxígeno: causa alrededor de 25.000 mutaciones al día, un daño tremendo al ADN. El cáncer se curaría muy fácilmente dejando de respirar…

Ha dicho durante su conferencia que la mayor parte de los avances en la lucha contra el cáncer se deben a que en el mundo desarrollado la gente come más alimentos frescos todo el año. Suena a que los científicos y médicos no han logrado mucho…

Y en el lado malo está el aumento del cáncer debido al tabaco, algo impresionante y totalmente prevenible. Pero sí, [la comunidad científica] tenemos aún un largo camino por recorrer, un enorme montón de preguntas aún sin respuesta. Hay que lograr meternos en la mente de las células cancerígenas. Son células que olvidan su destino y avanzan en la dirección equivocada. Tenemos que entender cómo crecen los tumores.

Los tratamientos son aún poco eficaces.

«Salvo algunas excepciones, no estamos hoy más cerca de curar el cáncer que hace veinte años»

El mejor tratamiento para un cáncer hoy en día sigue siendo quirúrgico, si se puede. La verdad es que, salvo excepciones, los tratamientos farmacológicos no tienen mucho éxito.

¿Sobrevenden las compañías sus fármacos?

Está claro que tienen que vender, y para mí está bien. No tengo nada contra el capitalismo. Pero sí, las compañías exageran los beneficios de sus fármacos. Por otra parte, es comprensible, necesitan beneficios para poder investigar en nuevos fármacos. Sacar fármacos nuevos es increíblemente difícil y costoso.

Usted se ha quejado de que las compañías farmacéuticas no comparten sus resultados.

No me gusta el secretismo. Precisamente la razón de ser de las patentes es que puedas compartir tus descubrimientos y que te paguen algo por ello, porque tú eres el autor. Pero parece ser al revés: promueven el secreto en vez de todo lo contrario.

Para Leland H. Hartwell, con quien usted compartió el Nobel, los avances en el futuro próximo provendrán de mejoras en el diagnóstico precoz, como análisis de sangre que revelen la presencia de proteínas-marcadores en diversos cánceres. ¿Está de acuerdo?

Eso sería lo ideal, desde luego, un sueño. Hoy tenemos algunos marcadores para determinados tumores. Pero aún son muy pocos y creo que es difícil que haya muchas mejoras por este camino, porque la variedad de los tumores es enorme. Cada cáncer es distinto, hay demasiadas proteínas distintas. Y, además, los tumores mutan, nos enfrentamos a un objetivo que se mueve.

Cuando usted empezó a investigar, ¿esperaba encontrarse con una complejidad semejante?

Cuando empecé a investigar no sabía qué es lo que me iba a encontrar. Aún hoy, seguimos sin saber demasiado. La manera de trabajar en investigación es tratar de hacer patrones, de hacer comprensible la realidad. Hubo una época en que la gente hablaba de oncogenes y de genes supresores de tumores, y creían que todo acababa ahí, que ya lo teníamos. Pero siempre tuve problemas con eso; por ejemplo, hay oncogenes que si los expresas en células sanas no conducen a tumores, sino a otras muchas cosas. Es esa complejidad la que hace muy difícil analizar las situaciones.

O sea que no estamos hoy más cerca de curar el cáncer que hace veinte años.

No, no estamos más cerca. Aunque no es correcto englobar todos los cánceres en una sola enfermedad porque, en realidad, algunos de ellos realmente pueden ser curados: la leucemia infantil es casi totalmente curable y eso es un avance fantástico, y Gleevec ® (imatinib), por ejemplo, funciona muy bien contra la leucemia mieloide crónica. Lo que creo que pasará es que en algunos casos habrá avances terapéuticos importantes, el futuro en ese sentido es brillante; pero a largo plazo, con una perspectiva más amplia, ya no lo es tanto. Hay muchos tumores sólidos que se hacen resistentes a los tratamientos.

¿AVALANCHA DE DATOS?
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Imagen: Wikipedia

Los expertos esperan que, próximamente, proyectos como el genoma del cáncer o EPIC, un gran estudio epidemiológico sobre Nutrición y Cáncer, generen una gran avalancha de datos relevantes. Ante esto, Tim Hunt es un poco escéptico. «Creo que aún no sabemos cómo sacar algo relevante de todos esos datos. La gente piensa que si recopilan toneladas de datos la respuesta de alguna manera emergerá, como por arte de magia». Pone el ejemplo de cuando Richard Doll, epidemiólogo y fisiólogo británico, se puso a investigar la relación entre tabaco y cáncer. Doll mandó 15.000 cuestionarios a médicos preguntándoles cuántos cigarrillos fumaban al día, y después se fijó en la causa de la muerte.

De los que no fumaban, se esperaba que alguno muriera de cáncer de pulmón, pero no se identificó ninguno caso. De los que fumaban un paquete diario o más murieron muchos. Los resultados ya estaban claros tras dos años y con menos de 200 médicos fallecidos de cáncer. «No creo que la cosa esté en recopilar muchos datos, sino en hacer la pregunta correcta», señala Hunt.

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