Nutricosméticos

Expertos advierten de la falta de garantías para avalar las virtudes de las nuevas "pastillas milagro"
Por Azucena García 14 de noviembre de 2005

En los últimos años los comprimidos vitamínicos o nutricosméticos han aparecido en el mercado con un importante reclamo: su capacidad para combatir la celulitis, luchar contra el envejecimiento o mejorar el aspecto de las piernas y el cabello. Sin embargo, expertos en nutrición y farmacología advierten de la inexistencia de garantías para avalar las virtudes de unos productos cuyo éxito parece residir en propiedades antioxidantes y revitalizantes. Las mismas que se consiguen con una dieta equilibrada y rica en vitaminas. “La flacidez o la obesidad no se tratan sólo con una pastilla”, recuerdan los médicos.

Medicamentos o complementos alimenticios

Mejorar el aspecto exterior y frenar los efectos del paso del tiempo ha sido siempre el objetivo de la cosmética. La mayoría de las mujeres europeas (son ellas quienes más se preocupan por su físico) gasta una media de 140 euros al año para disimular las arrugas de su rostro y las cifras marean si se echa un vistazo a las estadísticas de la cirugía estética: más del 11% de los españoles se ha operado alguna vez, con un gasto medio por operación superior a los 600 euros.

Ante estos datos, sabedores del interés humano por acabar con las huellas del tiempo, algunos laboratorios cosméticos han puesto a la venta los nutricosméticos: complementos nutricionales en forma de pastillas o píldoras, cuyo objetivo es llegar a las capas internas de la dermis, donde se encuentran las células encargadas de renovar la piel. Unos productos que, según explica la vocal de Dermofarmacia del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, Ana Aliaga, “no son medicamentos, puesto que en ese caso necesitarían autorización de la Agencia Española del Medicamento”, sino complementos nutricionales, “que no requieren autorización administrativa”. Pero ¿qué encierra esta expresión?

Medicamentos o complementos alimenticios

Su composición se basa, sobre todo, en minerales, antioxidantes y vitaminas, sin capacidad para curar ni prevenir enfermedades. Simplemente, ayudan a mantener los niveles adecuados de nutrientes que una buena alimentación es capaz de conseguir. “En realidad, se trata de complementos alimenticios con fines cosméticos“, precisa el director de Formación de Laboratorios Innéov, José Manuel de Blas, “pensados para personas con una alimentación normal”.

En este sentido, Ana Santamaría, secretaria de la Asociación Española de Cirugía Estética (AECE), recuerda la importancia de no abusar de estas pastillas y, en ningún caso, sustituirlas por una alimentación equilibrada, ya que al contener una mayor concentración de vitaminas pueden tener efectos nocivos en la salud: “Un exceso de hierro o de vitamina A y E puede ser tan contraproducente para el organismo como su carencia. Por ello, los nutricosméticos sólo producen efectos positivos cuando la persona presenta carencia de alguna vitamina, a pesar de llevar una alimentación normal, como por ejemplo, en épocas de estrés o después de un embarazo”.

Pero no todas las opiniones son tan benevolentes con estos nuevos productos. Desde la Universidad de las Islas Baleares, el Catedrático de Bioquímica y de Biología Molecular, Andreu Palou, reconoce que, “aunque hay que considerar y analizar cada caso concreto, no existe un sistema homologable, con las suficientes garantías para avalar las virtudes que se suelen alegar”. De hecho, según explica, “hay toda una heterogeneidad de procedimientos por lo que la mayor o menor confianza dependerá del procedimiento que se haya aplicado”.

Por su parte, desde el Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, la vocal de Dermofarmacia, Mercè Camps, recuerda que los productos cosméticos están regulados por el Real Decreto 209/2004, que define exactamente qué es un cosmético y qué no lo es y donde se aclara que un cosmético nunca puede ser ingerido, inhalado ni implantado. “De manera que los productos que se ingieren por vía oral, como las píldoras, no son cosméticos sino alimentos o, en algún caso, complementos alimenticios, pero no medicamentos”, aclara.

Ventajas e inconvenientes

Sobre sus efectos, los fabricantes afirman que comienzan a ser visibles entre los tres y los seis primeros meses, aunque los expertos advierten de que no se trata de “pastillas milagro, sino complementos nutricionales” y, según explica Ana Aliaga, “es la publicidad tan agresiva que se hace de estos productos la que lleva a considerar falsas creencias“. “El problema es que los anuncios dicen lo que la gente quiere escuchar y la gente compra el producto a cualquier precio, mientras la realidad es que hay algunos estratos de la piel que estas pastillas tampoco pueden atravesar, por eso luego las personas se decepcionan”, añade Santamaría, puntualizada por Palou, para quien lo importante es “valorar el éxito de modo diferente si se trata de un éxito a corto o a largo plazo”. “A corto plazo -señala-, puede depender más de estrategias de marketing; a largo plazo, interviene más el resultado que el consumidor aprecie”.

En términos similares, Mercè Camps considera que, pese a los buenos resultados que algunos puedan aportar, los nutricosméticos no obran milagros y su utilización no descarta siquiera el uso de cremas.

Los nutricosméticos no obran milagros y su utilización no descarta siquiera el uso de cremas

“Los nutricosméticos y las cremas son productos diferentes que se complementan y, como tal, lo más conveniente es utilizar ambos al mismo tiempo”. Según indica, mientras las píldoras tienen una acción interna de nutrición que beneficia en concreto a la piel, las cremas presentan unos efectos “inmediatos” al aplicarse directamente sobre la dermis. “Por tanto, desde el punto de vista cosmético, es mejor utilizar cremas que píldoras”, apunta Camps. “Por ejemplo -continúa Aliaga- , no se concibe un maquillaje si no se ha aplicado antes una crema hidratante, de la que jamás se debe prescindir”.

También José Manuel de Blas define en este caso los tratamientos orales como “aquellos que consiguen llegar a las capas internas de la piel y a todas las partes del cuerpo, frente a las cremas, que sólo llegan al rostro”, aunque subraya que las cremas y las pastillas “son complementarias” y aboga, una vez más, por el uso de ambos productos pese al ahorro de tiempo que pueda suponer ingerir una pastilla.

Una pastilla para cada problema

En España, la venta de complementos alimenticios supone cada año algo más de 90 millones de euros. Una cifra que en Reino Unido asciende a 470 millones y en Alemania supera los 380 millones. Las previsiones apuntan que para el año 2007 las ventas crecerán un 14%.

Precisamente, las más vendidas son las pastillas que aseguran combatir el envejecimiento de la piel, elaboradas con principios activos naturales para aportar firmeza e hidratación. Todas ellas están fabricadas como complementos nutricionales, por lo que no existe una edad determinada para comenzar a tomarlas, aunque, según recuerda Aliaga, “las pastillas que están pensadas para conseguir una mayor firmeza de la piel, son más utilizadas a partir de los 40 años”.

Además de estas píldoras, destacan aquellas que dicen detener la oxidación de las células, activar la formación de melanina y prolongar el bronceado de la piel, aportar ceramidas que eviten la sequedad y el cutis áspero, prevenir las estrías y combatir la piel de naranja, reforzar las uñas quebradizas, conseguir un vientre plano o un buen aliento, controlar el peso, mejorar la belleza del pelo y favorecer el flujo sanguíneo para reducir la hinchazón de las piernas. Comprimidos todos ellos cuyo objetivo es mejorar el aspecto exterior pero de los que, según advierte Santamaría, “no conviene abusar “. “No se puede sustituir una buena alimentación por estas pastillas. Creemos que todo se soluciona con una pastilla, pero la flacidez de la piel o a la grasa acumulada es mejor combatirla con una buena alimentación y ejercicio físico, no hay fórmulas mágicas”, sentencia.

Respecto a la dosis diaria, es necesario leer siempre el prospecto antes de cualquier toma y, en caso de duda, consultar con el farmacéutico, que será, según Aliaga, quien indique cómo administrarlo. Se puede ir a la farmacia y comprar el producto sin necesidad de receta médica, pero hay que seguir las pautas que dictan los tratamientos porque algunos sólo deben realizarse durante un periodo de tres meses. “Lo más indicado es adecuarse a las normas que aparecen en el prospecto”, explica la doctora. “El farmacéutico es un profesional perfectamente capacitado para recomendar estos productos desde la oficina de farmacia”, afirma también Camps, quien aconseja “seguir siempre las instrucciones del etiquetado de los productos”.

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