Hablar en público

Sentir miedo ante un público es una sensación normal que puede superarse fácilmente con una técnica adecuada
Por Blanca Álvarez Barco 28 de abril de 2005

¿Se ha visto obligado a pronunciar un discurso ante un auditorio pendiente de cada gesto y cada palabra que sale de su boca y, llegado el momento, ha pensado que no podía articular palabra? No es el único; sentir un agudo pinchazo en el estómago momentos antes de hablar en público es un mal habitual, más extendido de lo que puede parecer a simple vista, y que no sólo padecen las personas más tímidas e inseguras.

Un «mal» frecuente

Tener que pronunciar una conferencia o exponer un proyecto de empresa ante un grupo de compañeros son situaciones que afectan de manera especial a las personas que no tienen seguridad en sí mismas. Pero es una circunstancia frecuentemente temida en la población general y son cerca de un 25% los adultos que experimentan temor ante la idea de hablar en público y que necesitan recurrir a nuevas técnicas de comunicación, sobre todo cuando es la primera vez o cuando se hace ante desconocidos. Incluso las personas muy acostumbradas a enfrentarse a la opinión pública sienten el llamado “pánico escénico”, como evidencia Teresa Baró, experta de Icompani, asesoría de imagen y de comunicación personal y de empresa, de Barcelona, quien indica que es un “mal relativamente común incluso entre profesionales como los actores”.

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Las situaciones que provocan la necesidad de enfrentarse ante un público son muy variadas: un político en un mitin, un profesor ante su clase, un abogado durante la celebración de un juicio? Son muchas las ocasiones en que un individuo necesita dirigirse a un público y captar su atención, pero no todas las personas resuelven la situación de igual manera y las reacciones son tan variadas que abarcan un amplio abanico: desde quienes sienten la más absoluta tranquilidad hasta los que sufren crisis de pánico. En esta reacción influyen muchos factores, según expresa Verónica Guillén, psicóloga del Centro de Psicología Previ, de Alicante, como la vulnerabilidad genética, causas psicológicas (alta sensibilidad a la ansiedad), la educación recibida o haber pasado por situaciones similares que no hayan sido satisfactorias.

La más común de las reacciones ante el reto de hablar en público es experimentar una gran ansiedad, un temor a la posible evaluación de los demás, a actuar de un modo humillante o embarazoso, según explica Rosario Linares, psicóloga e hipnoterapeuta del Centro Cervantes de Madrid. La ansiedad que genera enfrentarse a un auditorio va con frecuencia unida a síntomas fisiológicos, que Verónica Guillén describe como palpitaciones, temblores, sudoración, molestias gastrointestinales, tensión muscular, enrojecimiento y sudoración excesiva, “síntomas que se presentan tanto antes como durante la charla”. Pero, salvo en el caso de que se trate de una patología, desaparecen durante el curso de la ponencia.

Porque el miedo a hablar en público no es un trastorno, aunque para algunas personas puede llegar a convertirse en un obstáculo insalvable, como explica Rosario Linares: “Una cierta activación es en principio positiva, porque facilita y motiva el logro de una adecuada comunicación, pero si se convierte en ansiedad puede llegar a convertirse en un problema de incapacidad para la persona”. Cuando se trata de un problema de salud, como en los casos de fobia social, los especialistas basan el tratamiento en técnicas para manejar la ansiedad y en sesiones de exposición en realidad virtual, donde el afectado se expone a la situación temida.

Si, por el contrario, no se trata de una patología, sentir miedo a hablar en público no incapacita a una persona, pero sí puede provocar una comunicación ineficaz que ocasione graves contrariedades, como suspender un examen oral, aunque estuviera muy bien preparado, o perder la oportunidad de ascender en el trabajo debido a la incapacidad para expresar las ideas de un modo brillante. ¿Cómo solucionar este problema?

Fácil solución

En la mayoría de los casos, la solución es sencilla, “más fácil de lo que cabría imaginar” -indica Teresa Baró-, sólo se trata de aprender unas técnicas adecuadas de comunicación que nunca nos han enseñado. “No es difícil y aunque algunas técnicas requieren un periodo de entrenamiento, otras son simples trucos que dan excelentes resultados”. Coincide con esta opinión Julián González, responsable de la escuela de oratoria y dramatización El Submarino, de Madrid, quien explica que, siempre que no se trate de una patología, “y con el trabajo adecuado, se puede vencer el miedo a enfrentarse al público”. Aunque se trate de un mal extendido entre toda la población, es innegable que existen profesiones que exigen ejercitar la capacidad oratoria en mayor medida. Por este motivo, cada día son más numerosos los profesionales “de un cierto nivel de responsabilidad, como directivos, empresarios, comerciales, e incluso formadores”, que recurren al aprendizaje de las técnicas de comunicación que les permitan desarrollar su actividad de manera más efectiva, explica Julián González.

Fácil solución

En los cursos o entrenamientos personales de comunicación se detectan las debilidades de cada persona así como sus aptitudes y se las entrena “de manera personalizada, atendiendo a cada caso particular”, dice Teresa Baró, quien no duda en calificar como “espectaculares” los resultados que se obtienen. Pero, además de las técnicas adaptadas a cada necesidad concreta, existe una serie de ejercicios comunes para todos aquellos que se enfrenten ante un auditorio:

  • Ejercicios de relajación que deben realizarse antes de empezar la presentación de un tema ante el público.
  • Dominio de la respiración
  • Concentración
  • Control corporal, un aspecto “muy importante”, según explican los expertos de la academia madrileña El Submarino, porque el lenguaje no verbal, es decir, los gestos que se realizan mientras nos dirigimos a un auditorio, “dicen mucho más de lo que creemos sobre el miedo o la inseguridad que sentimos”, comenta Julián González. Así, mover los pies nerviosamente, jugar con las manos o mantener los ojos fijos en el texto escrito mientras se pronuncia un discurso, “son signos que pueden ser entendidos por el público que nos escucha como falta de confianza o incompetencia”, sentencia.

Aprender las técnicas adecuadas para relajarse antes de hablar en público es la herramienta más útil para ganar confianza en sí mismo y superar el pánico. Pero hay que andarse con cuidado, porque, como advierte Teresa Baró, existe un peligro que puede ser tan perjudicial como el “pánico escénico”: relajarse en exceso. Así, la especialista explica que no es aconsejable acudir demasiado tranquilo a pronunciar un discurso o una conferencia, “pues en ese caso le faltaría la dosis de pasión y de energía que nos infunde la tensión previa y el interés por hacerlo bien”, explica.

Los mejores trucos

Además de relajarse y practicar ejercicios de respiración y concentración, los expertos consideran imprescindible seguir determinadas pautas, una serie de “trucos” que permiten acertar en el modo de realizar una exposición oral y no dejarse atrapar por el miedo ni por el exceso de tranquilidad:

  • Preparar a fondo el tema sobre el que se va a hablar. La mejor receta contra los nervios es conocer todos los detalles de la cuestión que se va a tratar, ya que dominar un tema proporciona confianza y da seguridad al ponente a la hora de explicarlo ante los demás.
  • Conocer al auditorio ante el que se va a enfrentar. Es imprescindible que el orador sepa de antemano cuáles son los intereses del público y, sobre todo, su grado de conocimientos sobre el tema de la disertación.
  • Contacto visual. Antes de hablar, debe atraer la atención del público mirando al conjunto del auditorio. Después, es necesario mirar a los ojos del público y observar sus expresiones, comunicarse con él.
  • Hacer una exposición clara y ordenada. El discurso debe tener, claramente diferenciados, una introducción, un desarrollo y una conclusión.
  • Utilizar un lenguaje claro, con palabras fácilmente comprensibles, pero sin caer en el uso de expresiones excesivamente coloquiales.
  • Ser conciso. Estructurar bien el tiempo y no alargarse en exceso. Es preferible ser breve que no saber terminar y aburrir al auditorio.
  • Estar preparado para improvisar. Acortar el discurso si observa aburrimiento entre el auditorio o ser capaz de introducir elementos que en principio no pensaba incluir cuando hay una buena respuesta por parte del público.
  • Hablar despacio y vocalizando. Hay que cuidar de manera especial no hablar atropelladamente y “comerse” las palabras, lo que sucede de manera habitual cuando se está muy nervioso y se desea pasar cuanto antes “el mal rato”.
  • Utilizar un tono que muestre entusiasmo por el tema que se expone. Además, es imprescindible variar el ritmo para evitar la monotonía.
  • Desterrar las coletillas. Nunca se deben utilizar expresiones como “¿verdad?” o “¿no?” como refuerzo al término de una frase.
  • Utilizar el humor. Sirve para relajar el ambiente y para despertar la curiosidad del público, pero hay que dosificarlo y poner mucho cuidado en no abusar ni intentar ser gracioso.
  • Sonreir a menudo, ya que una persona sonriente atrae la simpatía de los demás.
  • Mantener una postura relajada y confiada. La expresión corporal es muy indiscreta y “el mejor chivato” de nuestro estado de ánimo.

Poner en práctica estos trucos y que den resultado no es probablemente cuestión de pocos días, pero el tiempo necesario para enfrentarse sin miedo ante un grupo de personas depende principalmente de cada persona, como señala la psicóloga Verónica Guillén, aunque estima que un programa de aprendizaje de habilidades sociales “se suele alargar entre seis y ocho sesiones”. De la misma opinión es Teresa Baró, que concede gran importancia a la fuerza de voluntad y el compromiso de la persona afectada y señala que no importa el tiempo que se tarde en lograr superar el miedo: “De lo que se trata es de que cada uno progrese a su ritmo, disfrutando de los pequeños éxitos para ganar confianza y seguridad progresivamente”, asegura.

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