Los beneficios de llorar

Llorar permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas para solucionar problemas
Por Clara Bassi 21 de octubre de 2011
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Imagen: chepko

Nadie quiere llorar. Sin embargo, derramar lágrimas no es perjudicial. Gracias a ellas, se liberan las hormonas del bienestar que ayudan a disminuir los niveles altos de angustia y que actúan como un calmante natural de las emociones intensas. Y, después del llanto, llega la calma y se entra en un estado de relajación. Pero, ¿por qué lloramos? ¿Qué emociones son las detonantes? ¿Es beneficioso llorar? A continuación se dan respuesta a estos interrogantes y se apuntan las consecuencias de reprimir la acción de llorar y las diferencias entre un llanto sano de uno patológico.

¿Por qué lloramos? La respuesta es simple: por motivos biológicos. Con el lloro se limpia el lagrimal, se consigue una adecuada hidratación del ojo y se liberan hormonas del bienestar. El estrés conduce a una sobrecarga de estas últimas y, al llorar, se elimina una parte de adrenalina, noradrenalina y oxitocina, además de opiáceos endógenos, un grupo de péptidos que provocan los mismos efectos que los analgésicos opiáceos. «Estas hormonas permiten fijar la atención en los sentimientos, en aquello que se hace, en el organismo y en la persona misma», explica Raquel Molero, psicóloga de adultos de ISEP Clínic Barcelona. Estas sustancias operan en multitud de procesos, como la oxitocina «que libera la madre cuando está cerca del hijo y le aporta sensación de calma. Del mismo modo, después de haber llorado mucho, queda una sensación de bienestar por la liberación de estas sustancias», agrega. Así pues, llorar es beneficioso.

De la emoción a la calma

El detonante del llanto son alteraciones del ánimo de intensidad elevada, sobre todo negativas, como pensamientos dañinos, malas noticias, tristeza o rabia, aunque también las emociones positivas, como una alegría muy intensa, informan Molero y Marc Planella, psiquiatra adjunto de la Unidad de Agudos del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, de Sant Boi (Barcelona).

Otra causa del lloro es la empatía. «Se puede empatizar con las lágrimas de otras personas. El llanto puede surgir ante una película o una obra de teatro en la que se conecta con los sentimientos que se presentan y entenderlos. Permite contactar mejor con los sentimientos de otros», cuenta Molero.

Además, según informa esta psicóloga, «los adultos lloran cuando se sienten impotentes ante un suceso concreto, para aliviar la tensión, eliminar la tristeza y comunicar cómo se sienten«.

El llanto permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas para solucionar problemas

Ante todos esos disparadores, los expertos no dudan: el principal beneficio de llorar es su efecto como calmante natural. Permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas para solucionar problemas, coinciden Molero y Planella. A medida que las lágrimas resbalan por las mejillas, «disminuye el nivel de angustia», dice Planella. «Poco a poco la persona se relaja, se calma, se reduce la carga emocional y aumenta la lucidez para trabajar desde una parte más racional. El afectado consigue que esas emociones intensas se hagan más pequeñas y manejables», explica Molero.

Consecuencias de reprimir el llanto

Por el contrario, reprimir el llanto no favorece la salud. Sin embargo, socialmente, llorar tiene una connotación de debilidad y muchas personas, en su mayoría hombres, tienden a cohibirse. Según detalla Molero, se reprime porque, a través de la educación, se insta a los niños y a los hombres a no llorar. Están más vetados que las mujeres para dar rienda suelta a sus emociones; pueden expresarlas, pero no demasiado, ante el riesgo de parecer demasiado sensibles, débiles e inseguros.

Por este motivo, es crucial que desde la infancia se eduque a los niños para que expresen sus sentimientos y comuniquen sus emociones, ya que «llorar es una buena forma de expresarlas», destaca Molero. Según precisa, «es una válvula de escape y, como ocurre con una olla a presión, si una persona las reprime al límite y no se permite derramar lágrimas cuando lo necesita, cuanta más presión tenga, esa emoción se manifestará de forma más incontrolable«.

Otras consecuencias de aguantar el llanto es que se contiene más rabia y agresividad y muchos trastornos de ansiedad se somatizan cuando se bloquean todas las emociones, entre otras, con manifestaciones en la piel.

Llanto sano, llanto patológico

La tristeza es un sentimiento natural. Ante un acontecimiento vital como la muerte de un ser querido, lo normal es pasar un tiempo de duelo, de profunda tristeza. Pero muchas personas, lejos de reaccionar en el primer momento, se quedan bloqueadas. “Hay que enfrentarse a las emociones. Pasarlo mal. Hay que aceptar que hay emociones buenas y negativas y no se deben eliminar estas últimas. Ambas forman parte de la vida y, en ocasiones, hay que sentirlas. Evitarlas o bloquearlas solo hará que continúen ahí. Hay que enfrentarse a ellas, aunque duela”, sentencia la psicóloga Raquel Molero.

Además, “las personas que lloran no suelen tener un trastorno psiquiátrico. Llorar no es ninguna enfermedad, sino una reacción normal”, expone el psiquiatra Marc Planella. No obstante, aclara que “llorar tampoco es preventivo” de depresión o de trastornos de ansiedad. No evita tener una patología mental -que depende de determinados factores de la personalidad de cada uno-, pero puede paliar los síntomas de esas enfermedades en un momento concreto.

El lloro sano, según destaca Planella, es proporcional al motivo que lo desencadena. Es normal cuando se asocia a un hecho luctuoso, como un fallecimiento, pero no lo es, si se asocia a síntomas como no dormir, sufrir angustia, dejar de comer, perder peso, sentirse sin ánimo de hacer nada, estar muy triste, no moverse de la cama, tener ganas de morirse o ideas suicidas. En estos casos, es desproporcionado y podría ser una señal de trastorno mental, como un trastorno depresivo o bipolar, donde el lloro es otro signo más. No obstante, advierte de que la sociedad ha cambiado y, en ocasiones, “se medicaliza” el tratamiento de sentimientos, como la tristeza, que son naturales y que el ser humano debe sobrellevar.

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