Cuando la muerte está cerca: los síntomas de la agonía

Cuando una persona está a punto de fallecer, conocer cuáles son y cómo mitigar las señales de agonía puede ayudar a evitar el sufrimiento del paciente y de la familia
Por Clara Bassi 11 de marzo de 2012
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Imagen: Craig Allen

Un familiar está a punto de morir. ¿Cuáles son los síntomas de la agonía? Algunos, como el dolor y la sensación de ahogo, aterrorizan a los pacientes, mientras que otros, como los estertores, angustian mucho a su entorno cercano. Expertos en cuidados paliativos explican cuáles son todos estos síntomas, comunes en la fase agónica de una enfermedad terminal, y cómo se pueden controlar para evitar el sufrimiento innecesario.

«La agonía de una enfermedad terminal es una fase muy recortada en el tiempo, en la que se habla de últimos días o situación de últimos días. Es una situación muy fácil de detectar clínicamente porque, cuando un paciente se está muriendo, hay unos síntomas muy prevalentes en esta etapa final. Aunque dependen del tipo de enfermedad, se manifiestan muchas veces», explica Ferran Massanés Torán, médico consultor del Servicio de Medicina Interna de la Unidad de Geriatría del Hospital Clínic, de Barcelona. La agonía dura dos o tres días aunque, de forma excepcional, «se puede alargar hasta un máximo de cinco días», informa Massanés.

Síntomas más temidos antes de la muerte: dolor y ahogo

Los principales síntomas que tienen las personas a punto de fallecer son el deterioro del estado de la conciencia -a pesar de que algunas conservan la lucidez hasta el final-, la disnea o sensación de ahogo, el dolor, la alteración de la ingesta, aunque no se tiene necesidad de comer ni de nutrirse, las alteraciones psicológicas y los cuadros confusionales, y las alteraciones respiratorias.

«Los dos síntomas que dan más miedo a los pacientes son llegar a padecer un dolor insoportable y la sensación de ahogo; les aterrorizan, y es razonable. Pero podemos evitarlo. Para paliar el dolor, hay derivados de la morfina -narcóticos-, aunque no se debe confundir el uso de estos fármacos con la eutanasia. Sedación y eutanasia no son sinónimos. La medicación se administra en dosis suficientes para frenar la sintomatología, pero no para avanzar la muerte. Las dosis estándar de la sedación no lo consiguen», aclara Massanés.

El deterioro cognitivo y la pérdida de conciencia antes de la muerte son un mecanismo para defenderse de la agonía y no es preciso tratarlo

La decisión de sedar a los pacientes siempre es fruto de un consenso y se plantea cuando tienen síntomas refractarios, es decir, que no se pueden controlar a pesar de los fármacos. «Es muy importante conocer el deseo del paciente y la opinión de los familiares. Debe quedar claro que el objetivo del equipo de Paliativos, cuando no se pueden controlar los síntomas, siempre es la sedación y no la eutanasia. Nuestro objetivo al final de la vida es evitar el sufrimiento innecesario, combatiendo los síntomas con un tratamiento más fuerte», añade este experto.

Para tratar el ahogo, el otro gran síntoma que temen los pacientes terminales, se puede administrar oxígeno. En estos casos, «la administración de oxígeno no es un tratamiento para producir mejoras en la fase de agonía, sino para disminuir la sensación de ahogo», puntualiza Massanés.

Síntomas que angustian a la familia del moribundo: estertores y deterioro cognitivo

Dos de los síntomas que más angustian a la familia de un enfermo agonizante son el deterioro cognitivo y los estertores. El deterioro cognitivo y la pérdida de conciencia es un mecanismo para defenderse de esta situación agónica y no es preciso tratarlos, aunque angustie a la familia. Esto ocurre porque estos pacientes tienen un fallo del cerebro, debido al cual sufren delirios y fluctúan entre un estado de agitación y otro de relajación.

«También pueden mostrar una expresión exagerada de dolor, lo que no significa que sean conscientes de ese sufrimiento», según informa Julio Gómez, médico del equipo de Cuidados Paliativos a Domicilio del Hospital San Juan de Dios, de Santurce (Bizkaia), y autor del libro ‘Cuidar siempre es posible’ (Plataforma editorial). Esa expresión de dolor se debe al fallo del cerebro, «de la misma forma que el cerebro inmaduro de un niño es incapaz de modular su respuesta y el niño llora inconsolable y con la misma intensidad para todo, tanto si se ha hecho daño como si reclama las caricias de sus padres», pone como ejemplo Gómez.

Otro síntoma inquietante para la familia son los estertores, unos ruidos respiratorios que se producen al final de la vida, muy intensos. Se deben a la acumulación de secreciones en los pulmones, que se pueden aspirar. «La familia debe tranquilizarse, porque habitualmente el paciente no sufre en esta fase final. Es posible, incluso, que haya padecido más en las fases de la enfermedad previas a la agonía. Con medicación, se pueden disminuir las secreciones respiratorias. Pero tan importante es tratar estos síntomas como explicar a la familia lo que representan», afirma Massanés.

NUTRICIÓN E HIDRATACIÓN ANTES DE LA MUERTE, INNECESARIAS

Otra preocupación habitual de los familiares es que el enfermo terminal se muera de hambre y de sed, por lo que muchos piden a los profesionales de Cuidados Paliativos que no le retiren la nutrición ni la hidratación. Sin embargo, estas medidas se mantienen para tranquilizar a la familia y no porque el enfermo las necesite. “El paciente no se muere por no comer, sino que no come porque se está muriendo. Y nutrirle, lejos de ser beneficioso para él, puede causarle una alteración metabólica que complica el proceso”, advierte Julio Gómez.

En cuanto al mantenimiento de la hidratación de manera artificial, “puede provocar dos efectos indeseables: un aumento de la cantidad de secreciones, que puede causar estertores y que se prolongue algo más la agonía, que no es vida, por lo que no se aporta ningún beneficio al enfermo terminal. Es más, en algunos estudios se ha descubierto que esta deshidratación en la fase terminal produce una liberación de endorfinas y cierta sensación de relajación. Asimismo, no se experimenta sed por deshidratación los últimos días”, informa Gómez, aunque se pueden humidificar los labios y la cavidad bucal con una gasa empapada en agua.

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