Entrevista

Agustín Villagra, el Mago Zaki

Pierdo la sonrisa a menudo porque todos los días veo imágenes muy duras
Por Azucena García 12 de mayo de 2012
Img agusrienvillagra
Imagen: Zaki Magoa

Agustín Villagra era propietario de una miniempresa de servicios. Hace unos meses la vendió, alquiló su piso y, con la ayuda de amigos y familiares, puso en marcha el proyecto “La magia de una sonrisa“. Él es el Mago Zaki y, desde que dio un giro a su vida, recorre varios países de Latinoamérica para arrancar las sonrisas de muchos pequeños que, a menudo, tienen pocos motivos para sonreír. Financia sus actuaciones con la ayuda de personas voluntarias, que aportan una cantidad simbólica para que pueda mantener su espectáculo en activo cada mes.

Hace varios meses abandonó su ciudad, Bilbao, y partió hacia Perú. Desde entonces, ha recorrido El Salvador y Guatemala y ahora se encuentra en Colombia, pero espera recorrer diez países más. ¿Qué ruta seguirá?

Ahora estoy en Cartagena de Indias, a punto de partir para Medellín, donde estaré el mes de mayo. En junio voy a Bogotá y en julio, agosto y septiembre estaré en Ecuador, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Honduras.

Esta ruta conforma el proyecto “La magia de una sonrisa”, ¿en qué consiste?

“Quiero arrancar las carcajadas que los niños tienen acumuladas en sus frágiles cuerpos porque no tienen motivos para soltarlas”

“La magia de una sonrisa” tiene como objetivo llegar a lugares donde nunca vieron a un mago. Zonas deprimidas, muy pobres, hospitales, orfanatos, aldeas, asentamientos humanos, escuelas, comunidades, centros de personas con diferentes minusvalías, etc. Con mi magia solidaria, quiero arrancar esas carcajadas que los niños tienen acumuladas en sus frágiles cuerpos porque no tienen motivos para soltarlas. Yo lo consigo y es lo que me llevo en este viaje: las sonrisas de los niños, sus carcajadas, sus aplausos, su asombro y su inocencia.

A pesar de todo, ¿qué le ha hecho perder la sonrisa en este tiempo?

La sonrisa la pierdo muy a menudo. Cada vez lloro con más facilidad, pero siempre cuando estoy en casa, nunca delante de los niños. Voy conociendo historias muy duras y sería inhumano si no perdiese la sonrisa. Lloro muchas veces al pensar en la injusticia que veo y cuando no se respetan los derechos de los niños, que son los más vulnerables. Una de tantas historias que conocí fue en un hogar de acogida de “mujeres”, más bien diría niñas. Fui allí a hacer mi show y me contaron la historia de una niña a quien con cuatro años la cambiaron por una motosierra, la maltrataron en todos los sentidos y cuando pudo huir, con doce años, estaba embarazada. Estuve en otros centros donde había niñas con 11, 12, 13 y 14 años, con sus hijos. Muchas veces son violadas por gente de su propia familia. Eso quita la sonrisa a cualquiera.

¿Cuál es la imagen más dura que ha visto?

No puedo decir qué imagen, de todas las que he visto, me afecta más. Todos los días veo imágenes muy duras. En Amatitlán, en Guatemala, hay un lago y, alrededor, varios asentamientos humanos. Muchas de esas casas no tienen ni luz ni agua. La gente se baña en el lago, lava la ropa y los platos, las aguas fecales van al lago… y beben ese agua, preparan los biberones con ese agua, pescan allí. Estas imágenes son duras e iguales a las que veo en todos los lugares donde voy. En cada zona tienen su propio drama.

Uno de sus retos en este viaje es denunciar la explotación infantil. Asegura que los turistas y los nativos “entran en este juego”. ¿Qué deberíamos tener en cuenta cuando viajamos a un país extranjero y somos testigos de estas situaciones?

El comportamiento que deberíamos tener los turistas. Yo creo que los padres no se imaginan a sus hijos con 4, 5, 6 y 7 años trabajando en la calle, limpiando zapatos, vendiendo caramelos, haciendo ladrillos, picando piedras, en definitiva, sufriendo todo tipo de vejaciones. Sin embargo, cuando vemos esto y nos dan pena los niños, les compramos algo. Yo pienso entonces: lo que no quieres para tus hijos, no lo potencies.

Afirma que en este viaje ha aprendido a ser más humilde, ¿esa es la clave para ver el mundo tal como es?

Hace tiempo que dejé de darle mucha importancia al dinero. Valoro lo poco que tengo, disfruto de mis pequeñas pertenencias, las comparto, me importan los problemas de mis vecinos y, si puedo ayudarles, lo hago. Soy mucho más humilde y feliz. No tengo ningún derecho a quejarme después de todo lo que estoy viendo y viviendo.

Denuncia también que ve una pobreza insultante, ¿a qué se refiere?

Un ejemplo de pobreza insultante: en Cartagena de Indias, el 85% de la población es muy pobre; visité barrios como España, Torices, Perimetral, Nelson Mandela, La Boquilla y varios más. Allí no hay calles con asfalto, muchas familias no tienen agua, luz ni desagües, sus casas son de madera o cartón y hojalata, hay escombros por todos los lados, viven rodeados de basura, hay mucha delincuencia, el camión de la basura pasa tres veces por semana, mientras que en la zona rica pasa tres veces al día… Y la pasada Sexta Cumbre de las Américas costó 50 millones de dólares, todo un insulto.

Hablaba antes de imágenes, ¿cuáles ha tomado su cámara y cuáles ha grabado su memoria en estos meses de viaje?

“Siempre viajo con la cámara preparada, pero hay imágenes que me paralizan y, cuando quiero reaccionar, se me ha escapado la foto”

Las mejores imágenes y las más duras las tengo en mi memoria. Siempre que viajo, muy a menudo, llevo la cámara preparada, pero hay imágenes que me paralizan, me quedo como una estatua mirando algo, a la vez que me digo: “Eso es imposible”. Cuando quiero reaccionar, se me ha escapado la foto. Aun así, tengo buenas fotos que estoy publicando poco a poco en mi blog. Las comparto con quienes me siguen y me animan.

En una época en la que parece haber más información que nunca y las redes sociales permiten llegar a muchas personas y ser un canal de denuncia, ¿todavía hay escenas que las cámaras no han captado?

Por supuesto, hay muchas imágenes sin captar, hay muchas zonas de difícil acceso, muchos pueblos y aldeas que, o te llevan, o no sabes que existen.

¿Qué diferencia hay entre el Mago Zaki y Agustín Villagra?

La diferencia entre Agustín y Zaki es que utilizo mi nombre para cuestiones oficiales, pero me encanta que todo el mundo me llame Zaki. Son muchos años con este apodo, me gusta y mi familia también me llama por mi nombre artístico.

¿Cómo pueden colaborar los ciudadanos con Zaki?

Hay muchas formas de hacerlo, pero primero quiero explicar cómo financio este viaje. Yo tenía una miniempresa de servicios, hinchables, camas elásticas, un toro mecánico, talleres, circuitos de bicicletas, etc. Vendí todo, alquilé mi piso, alquilé una pequeña lonja y, con la ayuda de amigos y familia, llevo adelante este proyecto. Hablé con empresas y fundaciones, me dijeron palabras bonitas, pero no me ayudaron. Entonces se me ocurrió la idea de que los amigos elijan un mes del año y, cuando llega ese mes, me ingresan 300 euros: un pago al año mientras dure el proyecto. El pago se puede hacer entre varias personas y es así como mis amigos y mi familia me ayudan. Ahora tengo libres tres meses, julio, septiembre y noviembre. También se puede colaborar con información, aportando ideas, animándome o dando publicidad a mi blog.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube