La soledad es uno de los principales temores de las personas mayores. Ya sea por la pérdida de la pareja, los amigos o el distanciamiento con los hijos, se trata del grupo que más necesita estar acompañado. Para ello, algunas asociaciones dedicadas a atender a la población de más edad han impulsado nuevos programas de apadrinamiento afectivo. A través de ellos, familias completas o personas individuales se comprometen con una persona mayor que vive en una residencia y la visitan con frecuencia, llaman por teléfono o acompañan a la consulta del médico cuando es necesario. El objetivo es cubrir las carencias afectivas de estos mayores y mejorar su calidad de vida.
Quién puede ser padrino
El apadrinamiento afectivo o de mayores es una fórmula relativamente reciente. Si bien existen profesionales que se encargan de acompañar o atender a las personas de mayor edad que se encuentran solas, generalmente dependientes, el apadrinamiento permite que, a través de un compromiso, sobre todo moral, una familia o una única persona cubra las necesidades afectivas de quienes más lo necesitan. Se trata de un programa mediante el cual personas voluntarias hacen compañía a mayores que viven en residencias y cuya red familiar es nula o escasa. La Asociación Edad Dorada Mensajeros de la Paz cuenta con uno de estos programas, denominado “En Familia”, que permite “la puesta en contacto de familias con personas mayores que viven en residencias y que apenas tienen, o carecen totalmente, de apoyo emocional por parte de sus familiares naturales”, tal y como explica el presidente de la Asociación, Ángel García.
El objetivo fundamental es “mejorar la calidad de vida de los mayores con déficit en relaciones afectivas familiares y paliar su sentimiento de soledad, postergación u olvido”. Para ello, se buscan familias o personas individuales a las que se realiza un estudio de idoneidad para constatar que reúnen determinados requisitos,
“El objetivo fundamental es mejorar la calidad de vida de los mayores con déficit en las relaciones afectivas familiares”
Pueden ser padrinos desde personas que tienen familia y acuden a visitar a los mayores con sus hijos, que se convierten para ellos en una especie de nietos, hasta gente a la que le gusta o tiene la necesidad de apadrinar. En cuanto a los apadrinados, señala Gema Santana, “son personas que requieren de esta fórmula bien porque proceden de familias muy desestructuradas o porque éstas no viven cerca y no pueden visitarles todos los días”. “También se apadrina -agrega- a aquellas personas a las que consideramos que el apadrinamiento les va a beneficiar anímicamente, porque la tercera edad va acompañada de pérdida de la pareja o los amigos, y eso les afecta en su autoestima y en su estado de ánimo”. El apadrinamiento es un programa gratuito para ambas partes y se realiza principalmente con mayores ingresados en residencias porque, indica Ángel García, “por muy bueno y personalizado que sea el trato de los profesionales de los centros, nunca es suficiente, y el amor de una familia, ya sea biológica o ‘postiza’, es básico para la felicidad y el bienestar de las personas mayores”.
Carencias afectivas
Los mayores son el grupo de población que más atención demanda, sin embargo, para Begoña Gutiérrez, vocal de Ciencias Sociales y Comportamiento de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), el principal problema que padece este colectivo es, precisamente, el “aislamiento”. “Conciliar vida familiar y laboral cada vez es más difícil y hay mucho mayor solo que, además, es dependiente y vive en su casa sin contacto con otras personas”. Asegura Gutiérrez que “éste es el grupo que realmente preocupa a los profesionales de geriatría, porque el contacto social que tienen es la ayuda a domicilio de los servicios sociales y el resto del día están solos”, a la vez que recuerda que existen otras circunstancias que fomentan también este aislamiento, como vivir en un piso sin ascensor, que obliga en muchos casos a los mayores a permanecer en casa y salir sólo cuando es absolutamente imprescindible.
Según datos de la última Encuesta de Población Activa, en España viven casi siete millones de personas mayores de 65 años. Son ellos quienes más padecen la soledad y sus consecuencias, que puede derivar en un empobrecimiento de la calidad de vida. Un estudio del Observatorio de Personas mayores sobre ‘La soledad en las personas mayores’ determina que las causas de esta situación tras la jubilación son las dificultades personales para adaptarse a la nueva situación, la merma de poder adquisitivo y la caída de estatus que suele padecerse. Todo ello acompañado de una creciente pérdida de amistades y de las relaciones interpersonales, como consecuencia de la falta de contacto con los compañeros de trabajo. “Las circunstancias familiares adversas también aparecen en el dictamen de los mayores como un elemento altamente asociado al problema de la soledad. La ausencia de cónyuge, la lejanía en que residen los hijos o, peor aún, los conflictos con los parientes, son destacados en este sentido como causas directas para sufrir la soledad”, refleja el estudio.
La pareja, los hijos y los amigos son los tres pilares básicos para cubrir las necesidades afectivas de estas personas mayores
La pareja, los hijos y los amigos son los tres pilares básicos para cubrir las necesidades afectivas de estas personas mayores
Combatir la soledad
Amistades y actividades de ocio y tiempo libre son básicas para que las personas mayores no se sientan solas. Para Begoña Gutiérrez, la integración en centros de mayores, cuyos programas de actividades ofrecen un abanico de posibilidades muy amplio, es una de las mejores opciones para conseguir ambos elementos, aunque reconoce que hay que buscar todo tipo de relaciones sociales, bien con los vecinos, con familiares o con amigos, e incrementar la frecuencia de las mismas. “El aislamiento social no sólo es malo por la situación de soledad que implica, sino que también puede desencadenar en una enfermedad y patologías orgánicas”,
“El aislamiento social no sólo es malo por la situación de soledad que implica, sino que también puede desencadenar en una enfermedad y patologías orgánicas”
Para estos casos, la Asociación Edad Dorada cuenta con una iniciativa decana, el “Teléfono Dorado” (900 22 22 23), al que los mayores pueden llamar de manera gratuita para encontrar compañía y ayuda con todas las dudas que les surjan. La directora de este programa, María Antonia Camacho, explica cómo en el primer caso se anima y se enseña a los mayores “a que aprendan a vivir en la situación que les ha tocado porque normalmente su soledad es una soledad impuesta, no es una soledad elegida”. Afirma también que relacionarse con el entorno es vital en este proceso, aunque confirma que en el caso de quienes presentan problemas de movilidad resulta más difícil encontrar estas relaciones. “De todas formas, siempre les animamos a que salgan, a que se relacionen con amigos o con vecinos, y a que visiten los centros de mayores para que no pierdan esa relación con el exterior, que es muy importante”, remarca.
En el caso de quienes viven en residencias, “que están más acompañados”, señala que también recurren al Teléfono Dorado porque sienten soledad. Según Begoña Gutiérrez, esa soledad se debe al hecho de que no hay una buena integración, porque a los mayores no se les prepara culturalmente para vivir en una residencia “y es un medio que, en la mayoría de los casos, no aceptan de buen grado”. “Para ellos la residencia no es un recurso adecuado, con lo cual, el ingreso y la adaptación en la residencia no es buena”, reitera. El problema se agudiza en verano, cuando las familias marchan de vacaciones sin los mayores y estos pueden interiorizar un sentimiento de abandono que, no obstante, para Gutiérrez, no tiene porqué ser tal. “No castiguemos a las familias con el hecho de que en verano dejan a los familiares mayores en residencias, no permitamos que lo vivan con sentimientos de culpa, porque las familias son los principales cuidadores de las personas mayores”, defiende. A su juicio, si las familias cuidan durante todo el año a los mayores “de buenas formas” y les preparan para su marcha en verano, “el mayor no lo va a percibir tan mal y la familia no lo tiene que vivir como un sentimiento de culpa”. “Hay casos de abandono, pero la gran mayoría de las familias atiende a los mayores, que entenderán que sus familiares se van de vacaciones si se le prepara para ello”, insiste.