Entrevista

Dr. Javier Aranceta Bartrina, Profesor de la Cátedra de Pediatría de la Universidad del País Vasco

«Es necesario que los niños se habitúen a llevar una vida físicamente más activa»
Por Jordi Montaner 7 de septiembre de 2007
Img JavierAranceta

Se trata del principal investigador de la obesidad infantil en España y uno de los autores nacionales más citados en trabajos sobre nutrición. Colabora con el Ministerio de Sanidad como coordinador del grupo de trabajo de epidemiología de la estrategia NAOS, dirige el comité de nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y el pasado 27 de abril recibió el Premio Grande Covián 2007 por su labor docente y científica. Licenciado en la Universidad del País Vasco, con periodos de formación en Perugia (Italia) y Nancy (Francia), Aranceta colabora también dando clases como invitado en las universidades de Navarra y Las Palmas.

Sobre la mesa, los alimentos de los niños parecen enfriarse.

En muchas familias los niños ya no comen en la mesa, sino frente al televisor o el ordenador. Bocadillos, pizzas y tentempiés a veces sustituyen las comidas y cenas cuyo contenido resulta trascendental a la hora de asegurar su futura salud. Por otro lado, la pregunta «¿qué te apetece hoy para cenar?» lleva muchas veces a confeccionar un menú más basado en las preferencias organolépticas de los chavales que en sus necesidades nutricionales. La comida y la cena deberían ser muy variadas en estas etapas, y en cambio a menudo se opta por soluciones demasiado minimalistas.

El problema, por tanto, no está en los niños, sino en sus padres.

Incluso antes de que el niño nazca. En 1989 Barker formuló una hipótesis sobre el origen fetal de las enfermedades del adulto. Sugirió que una malnutrición materna podía causar restricciones en el crecimiento fetal, seguidas de un efecto de recuperación ponderal rápida después de nacer y una serie de desajustes metabólicos que se prolongarían en la etapa adulta.

Pero sus investigaciones se centran en lo que los niños comen.

También en lo que beben. La hidratación es esencial, y no sólo en los niños. Se estima que todos deberíamos beber aproximadamente un litro de agua por cada mil kilocalorías ingeridas, algo que difícilmente se cumple. Bebidas refrescantes, batidos lácteos, zumos, helados, polos o yogures líquidos son en demasiadas ocasiones el sustituto de un necesario vaso de agua, y aquí tenemos montado un grave problema. Por un lado, los niños no reciben el aporte de agua que necesitan; por otro, sí reciben un excesivo aporte de calorías que no necesitan.

No me dirá que debemos optar por leches desnatadas o refrescos sin azúcar. «La dieta que seguimos es muy pobre en vitamina D, esencial de cara al metabolismo óseo y frente al cáncer de mama»

Pues, qué quiere que le diga, no es mala idea. Antes se partía de la base de que administrar leche desnatada antes de los cuatro o los seis años podía comprometer el crecimiento ponderal de los niños. Pero hoy sabemos, además, que las grasas de la leche tienen, junto a las de la carne, un efecto aterogénico [sustancia con capacidad de provocar aterosclerosis] importante que empieza a forjarse desde la más tierna infancia. Potenciar los lácteos bajos en grasa desde la infancia no es ninguna tontería, y en aquellos niños en quienes se detecte una adiposidad latente habría que optar sólo por leches desnatadas.

Para los niños sin sobrepeso, ¿leche entera o semidesnatada?

Semidesnatada. No estaría de más, también, que administraciones e industria alimentaria persiguieran acuerdos sobre publicidad y marketing de las bebidas, a fin de poner un poco de orden en las tendencias de consumo de nuestros jóvenes.

¿Qué hay de las vitaminas y el calcio propios de la leche entera?

Los requerimientos de calcio están mediados por el estilo de vida de cada individuo. Las tablas dietéticas contemplan una necesidad media diaria de 800 mg, cantidad que considero sobredimensionada. Por otro lado, la biodisponibilidad del calcio es mucho mayor en los yogures que en la leche y, además, hoy disponemos de muchas leches enriquecidas con vitaminas A y D que no necesitan el vehículo graso para ser absorbidas.
Asimismo, quisiera romper una lanza a favor de la vitamina D. Se ha mostrado que la dieta que seguimos los humanos por todo el planeta es aún muy deficitaria en esta vitamina que, por otro lado, resulta esencial. Y no sólo es básica de cara al metabolismo óseo, ya que hay estudios que han señalado cómo niveles adecuados de vitamina D permiten proteger, por ejemplo, frente al cáncer de mama.
Aquí me permito reivindicar el papel de los suplementos dietéticos y los complementos polivitamínicos que, siempre bajo un uso apropiado, pueden compensar carencias detectadas en etapas muy precoces.

¿Es partidario de que los niños sigan dietas hipocalóricas?

Creo que siempre es mejor optar por un mayor gasto energético en los niños en los que se detecte un problema de sobrepeso u obesidad. Una dieta de menos de 1.500 kilocalorías difícilmente va a reunir todos los requerimientos nutritivos que el niño precisa y, en etapas de crecimiento, la corrección calórica no debe comprometer la ingestión de todos los elementos imprescindibles.
En numerosas ocasiones, los niños engordan por no disponer de un genotipo habituado al sedentarismo, y es necesario que se habitúen no tanto a la práctica del deporte, ejercitándose de forma muy intensa por breves periodos, como a llevar una vida físicamente más activa, andando y moviéndose y no apalancándose frente a la consola, el televisor o el ordenador.

¿En qué ha variado el genotipo de nuestros hijos con respecto al de nuestros padres?

La generación de nuestros padres o nuestros abuelos vivió una etapa de posguerra con importantes restricciones calóricas y escasas opciones de sedentarismo. Hoy, la situación ha cambiado, pero las necesidades fisiológicas del organismo siguen siendo las mismas. Por decirlo de forma más simple, necesitamos menos calorías, pero no menos alimentos.
El genotipo se expresa de determinada manera en función de lo que le rodea. En el capítulo de la alimentación la cuestión se ha vuelto mucho más compleja. Antes merendábamos pan con chocolate o tomábamos bocadillos de composición muy bien determinada. Hoy se hace difícil determinar con exactitud qué están tomando los niños en cada producto que ingieren.

La calidad tiene un precio, y oscila sobre coordenadas de cultura gastronómica y de tradición. Para los inmigrantes puede ser una receta muy complicada.

Actualmente, esta es una cuestión muy sensible en España. La población inmigrante procede muchas veces de entornos en los que uno come lo que puede para sobrevivir. Los viajes de las pateras duran a veces más de dos años y parten de latitudes muy alejadas del mar.
En el mejor de los casos llegan a nuestro país y obtienen un permiso de residencia y un trabajo precario. Descubren que hay comida muy barata que uno puede consumir sin cocinar y apoltronado frente a una pantalla. Entonces se produce un grave divorcio entre su genotipo y la condición de su organismo. Si queremos evitar las tasas de obesidad y diabetes que azotan ya a países de larga tradición inmigrante como Estados Unidos o el Reino Unido, los españoles deberemos ponernos las pilas rápido. En 15 o 20 años podemos hallarnos ante un grave problema sanitario.

¿Alguna solución fácil y rápida?

Tanto la estrategia NAOS como el programa PERSEO contemplan este reto de forma realista. Los escolares inmigrantes empiezan a disponer de un menú adecuado a su cultura o religión pero, a la vez, sano. En las familias, debemos convencer a los padres de que el pollo puede ser tan barato como la hamburguesa y mucho menos calórico, y de que el pan integral puede llenar tanto como la pizza sin comprometer el metabolismo hidrocarbonado. El agua mineral no es más cara que otro refresco, pero es mucho mas sana.

NAOS
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Imagen: Jordi Jaumà

El Ministerio de Sanidad y Consumo puso en marcha durante el 2005 la llamada estrategia NAOS (Nutrición, Actividad física, Obesidad y Sedentarismo). Aranceta toma parte en esta iniciativa que pretende promover costumbres saludables entre los menores. Entre estos hábitos se incluye la importancia del desayuno, que debería aportar una cuarta parte de todas las calorías que se ingieren a lo largo del día.

El pediatra especializado en nutrición lamenta, sin embargo, que las estrategias de prevención lleguen a veces algo tarde, cuando el problema ha adquirido ya proporciones alarmantes. Alarmante resulta, sin duda, que un 8% de la población infantil y juvenil omita regularmente el desayuno y que el 17,5% tome un desayuno incompleto o no equilibrado.

El Instituto Nacional de Estadística sitúa, por otro lado, en un 27,61% la población infantil española con sobrepeso. Aranceta llama la atención sobre la relación que esta lamentable situación guarda con ciertos cambios sociales: «Sólo comemos en familia en circunstancias excepcionales, compartiendo platos adecuadamente elaborados y con todos los ingredientes nutricionales que precisamos. Las familias viven inmersas en una disparidad horaria que desbarajusta los planes. Y de poco sirve que el niño vuelva de la escuela explicando las excelencias de un zumo de naranja recién exprimido en el desayuno de la escuela si sus padres le despachan diciéndole que vaya a la maestra y que sea ésta quien se lo prepare».

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