Crear un ambiente acogedor en el hogar

Los reguladores de luz adaptan la intensidad lumínica que se necesita a cada espacio, lo que alarga la vida de las bombillas y reduce el consumo de energía
Por EROSKI Consumer 14 de noviembre de 2002

La luz artificial, procedente de lámparas, es necesaria en numerosas actividades de la vida diaria. Sin embargo, no siempre se necesita la misma cantidad de luz. Hay ocasiones en las que basta con una iluminación tenue y otras en las que un buen chorro lumínico está justificado. Leer un libro, ver la televisión o trabajar con el ordenador son algunas tareas que requieren una intensidad diferente.

Para conseguir este efecto lo más apropiado es instalar un regulador de luz, que permite adoptar la intensidad que se necesita en cada momento. Estos reguladores son muy útiles, sobre todo, por la noche, ya que durante el día la presencia de luz natural hace casi innecesario encender el interruptor. Lo mismo ocurre en verano, cuando aumentan las horas de luz natural con respecto al invierno.

Si se emplean en bombillas halógenas, periódicamente hay que subir la potencia al máximo para que el filamento se regenere

Entre las ventajas de los reguladores de luz está la posibilidad de crear ambientes acogedores, más amables y apropiados para descansar o realizar actividades relajadas. Además, al disminuir la potencia se alarga la vida útil de las bombillas y se consigue ahorrar en el consumo de energía eléctrica.

Por otro lado, los reguladores se pueden instalar tanto para controlar bombillas halógenas, como fluorescentes e incandescentes, aunque en estas últimas se consiguen mejores resultados. Para el resto de bombillas es necesario instalar reguladores específicos y, en el caso de las halógenas, cada cierto tiempo hay que subir el regulador al máximo, ya que de esta forma el filamento de la bombilla se regenera.

En cuanto a su ubicación, el regulador de luz puede sustituir al tradicional interruptor o colocarse junto a él. Hay varios modelos según cada tipo de instalación, desde mecanismos que funcionan mediante pulsación hasta otros que se activan con un mando giratorio. También hay reguladores de diferentes potencias que se adaptan a las necesidades y características de cada espacio.

Instalación

Por lo general, la instalación de los reguladores de luz, también llamados dimmer o reóstato, es sencilla. Lo básico, si se quiere sustituir el interruptor antiguo por un reóstato, es asegurarse de que este último encaja en el espacio dejado por el primero. Si es así, el siguiente paso es cortar el suministro general de energía eléctrica y realizar la sustitución de un elemento por otro.

Hay que asegurarse de que el dimmer o reóstato soportará la intensidad de las bombillas que va a regular

Durante la operación, se debe conectar el dimmer a los cables de fase, neutro y tierra correspondientes. El reóstato es un regulador encargado de variar la potencia que llega hasta la bombilla, de ahí que deba estar conectado a la corriente. A continuación, se coloca de nuevo la tapa del interruptor y se atornilla. Antes de adquirir un regulador de luz, hay que asegurarse de que soporta la intensidad de todas las bombillas que va a regular.

Los reguladores se pueden instalar para controlar los focos de una estancia o varios puntos de luz a la vez, como el pasillo y la habitación contigua. Hay reguladores independientes para una única zona y otros que pueden controlar la intensidad de diferentes espacios.

Temporizadores

La irrupción de la domótica en el hogar ha supuesto una auténtica revolución a la que tampoco han escapado los interruptores y reguladores de luz. Actualmente, existen en el mercado modelos de encendido automático y otros que apagan la luz pasado un tiempo determinado. Son dispositivos que permiten reducir el consumo de energía eléctrica al evitar, por ejemplo, que la luz permanezca encendida por descuido.

Algunos interruptores o reguladores disponen de un pulsador que, al apretarlo, mantiene la luz encendida un tiempo prefijado. Otros mecanismos dan la posibilidad de programar el tiempo que la luz debe permanecer encendida y, los más sofisticados, avisan unos segundos antes de que la luz se apague o cuentan con un sistema de detección de presencia, es decir, se apagan cuando la persona abandona la estancia. Estos modelos resultan muy prácticos para zonas de paso como los pasillos o escaleras.

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