Científicos vascos diseñan un músculo artificial que tiene sensibilidad táctil

Responde a la resistencia que encuentra en un objeto de modo que puede desplazarlo o sobrepasarlo
Por EROSKI Consumer 6 de abril de 2003

Los científicos Toribio Fernández Otero y María Teresa Cortes, que desarrollaron buena parte de su investigación en la Facultad de Químicas de la Universidad del País Vasco (UPV), han diseñado un músculo artificial de polímero (plástico) que tiene sentido del tacto.

Toribio Fernández explica que este logro representa un «salto» tecnológico de indiscutible trascendencia. «Cuando las personas cogemos, por ejemplo, una flor, instintivamente lo hacemos con cierta delicadeza, porque las yemas de nuestros dedos calibran la fuerza y la presión adecuadas. Nuestros músculos y el sentido del tacto se adaptan a la materia, pero un robot no distingue una flor de un saco de hormigón».

Hasta ahora, la solución robótica para hacer frente a esta disparidad de posibilidades ha sido la de preprogramar los ingenios informáticos de forma que dispongan de un sensor de presión que determine la energía necesaria para asir una flor, otro para el saco, otro para un tornillo, etcétera. «El resultado es que los brazos de robots tienen un sinfín de cables de sensores y motores, como si estuviera recubierto de espaguetis», dice Fernández.

Fernández y Cortés han diseñado un sándwich de polipirrol, un polímero «inteligente» que permite que el músculo artificial ajuste sus movimientos a la cualidad de los objetos que manipula «porque el dispositivo funciona simultáneamente como sensor y como actuador».

El polipirrol es un material conductivo, es decir, que reacciona cuando es estimulado eléctricamente. El músculo artificial construido por Fernández y Cortés tiene dos láminas de polipirrol separadas por una capa aislante que responde a la resistencia que encuentra en un objeto de modo que puede desplazarlo o sobrepasarlo.

Toribio Fernández describe que «cuando se introduce ese sándwich en una solución acuosa y se estimula eléctricamente, una de las láminas se expande (por carga positiva) y la otra se contrae (carga negativa)». En el plano práctico, cuando el músculo de polipirrol siente la resistencia que presenta un objeto, modifica el estado de sus moléculas y altera el voltaje necesario para aplicar una mayor o menor fuerza. Así, el ingenio opera como un sensor, siente el objeto, y como actuador; cuando toca un objeto y nota su resistencia, baja o eleva el consumo de energía eléctrica y la transforma en energía mecánica.

La trascendencia de este avance científico es tal que Toribio Fernández no duda en asegurar que «supone un salto cualitativo y abre nuevas perspectivas en el ámbito de la robótica», aunque advierte de que las aplicaciones prácticas requerirán aún años de investigaciones.

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