Consumo colaborativo: pros y contras

El consumo colaborativo supone un importante ahorro, pero aún no está regulado y puede implicar un riesgo para sus usuarios
Por José Ignacio Recio 30 de julio de 2014
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Imagen: Daniel Lobo

La crisis en los hogares españoles ha generado un nuevo tipo de consumo que aprovecha las oportunidades que proporcionan los diferentes sectores económicos, y que es muy diferente de los canales tradicionales. Alquilar una habitación o compartir coche ya es una realidad para miles de usuarios, que cuentan con potentes plataformas y aplicaciones para ponerse en contacto con los suministradores de estos servicios. Uno de los motivos para decantarse por el llamado consumo colaborativo es el ahorro, pero también juega un papel fundamental el enfoque social que están teniendo las nuevas tecnologías, y en especial las redes sociales, que ayudan a los usuarios a abrir nuevos canales en sus pautas de consumo. Esta nueva forma de consumir, que cuenta con numerosas ventajas, también tiene algunos puntos oscuros, como se explica en estas líneas.

Llegan las vacaciones y muchas personas encuentran en el consumo colaborativo una solución para sus demandas turísticas a un menor coste. Pero en concreto, ¿en qué consiste esta nueva tendencia en las relaciones comerciales entre los consumidores? Es una forma de compartir, intercambiar, prestar o alquilar a través de comunidades de usuarios, y supone un cambio de hábito entre los mismos, que participan en plataformas «peer-to-peer» (entre iguales). Las nuevas plataformas, además, crecen en todos los sectores con múltiples soluciones: desplazarse dentro de la ciudad (BlaBlaCar), turismo colaborativo (BedyCasa, CasaPorDías, Bizpora…), habitaciones en pisos compartidos (Habitación Joven, Jomly, etc), compra y venta de ropa de segunda mano (Mil Modelitos, Segundalia…), ganar dinero cuidando perros (HostalDog), Educación P2P (Tutellus, Floqq, Universiu…) o compartir bicicleta (Bicing).

Las ventajas de compartir

Todo lo que sea susceptible de intercambiar está integrado dentro de consumo colaborativo (casa, coche, objetos de segunda mano, incluso dinero), generando muchas ventajas para los consumidores:

  • El ahorro que supone, ya que las partes que intervienen en el proceso obtienen mejores precios, sobre todo si comparten la propiedad de un artículo o servicio.

  • Muchos de estos proyectos no son lucrativos y tienen como destinatarios de sus intereses a personas con un parecido perfil social que se conectan a través de plataformas educativas, turísticas, de transporte, etc.

  • El objetivo de buena parte de las plataformas es eminentemente social, y priman las necesidades de los integrantes por encima de los intereses de una empresa.

  • Su mecánica es amena ya que hace partícipes a sus integrantes, en muchas de las ocasiones haciéndoles cómplices de su filosofía y modelo de gestión.

  • La confianza es clave para llevarlo a buen puerto, de ahí que desarrolle entre los usuarios una serie de valores basados en el compromiso, la solidaridad o la aportación de ideas.

Las sombras del consumo colaborativo

  • La falta de control en muchas iniciativas, que por su corto historial no están bien reguladas y, por tanto, limitan la operatividad de los consumidores.

  • Por otra parte, si bien la confianza es clave para su desarrollo, puede jugar un rol negativo al generar un mayor riesgo en las relaciones comerciales entre los integrantes de las plataformas de consumo colaborativo.

  • Asimismo, están evolucionando a tal velocidad que resulta muy difícil el seguimiento de las nuevas plataformas creadas. Esto, unido al posible desconocimiento de sus mecanismos de participación, hace que no se puedan recoger en su totalidad todos los servicios que prestan los modelos de consumo colaborativo.

Financiación colectiva

Hasta hace poco tiempo la única alternativa para poner en marcha un proyecto empresarial o profesional era por medio de la financiación tradicional a través de los bancos. Pero las cosas están cambiando muy rápido y están apareciendo otras opciones más innovadoras.

Es el caso del crowdfunding o financiación colectiva, un sistema de cooperación muy sencillo que permite a cualquier impulsor de proyectos (bien profesionales o personales) reunir una suma de dinero entre muchas personas para apoyar una determinada iniciativa. La recaudación no es excesiva y se limita a pequeñas cantidades. A cambio de su participación en el proyecto, las personas que colaboran reciben recompensas no monetarias, que pueden ser desde agradecimientos personalizados en la web del creador, pasando por la compra de productos o servicios a un precio inferior antes del lanzamiento.

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