Exámenes de septiembre

El miedo a suspender, el calor o la falta de concentración generan una gran sensación de ansiedad entre los estudiantes que puede llevar al fracaso escolar
Por Azucena García 7 de septiembre de 2006

Los exámenes de septiembre generan en los estudiantes un gran estado de nervios y angustia que, en algunos casos, puede derivar en fracaso escolar, principalmente porque para muchos es la última oportunidad de superar el curso o de ‘pasar limpio’. Es lo que se conoce como ansiedad anticipatoria, una sensación que provoca en el alumno un enorme miedo al suspenso y que puede llevarle bien a estudiar con más ganas o bien a darse por vencido y decidir no presentarse a los exámenes. Durante el verano, esta sensación se agudiza debido a factores como el calor, por lo que los exámenes de septiembre son una verdadera agonía para muchos. Aprender a controlar los nervios y preparar bien la materia son claves para mantener la tranquilidad.

Ansiedad anticipatoria

Durante la época de exámenes es habitual tener una sensación de ansiedad. Su origen se encuentra en el miedo al suspenso, a repetir curso o a la presión que puede sentir el estudiante al exigirse a sí mismo unas determinadas calificaciones o al sentirse inseguro porque no ha preparado la materia como esperaba. “La sensación de no haber hecho todo lo que deberían y los resultados obtenidos en junio muchas veces predisponen a los alumnos la incapacidad de aprobar con la falsa idea de no ser capaz. Esta situación es la que genera ansiedad anticipatoria”, explica Mónica Fontana, psicóloga y profesora de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia. Además, existen otros factores que incrementan la ansiedad, como el calor y la falta de concentración. Esto es lo que ocurre cuando se estudia en verano para los temidos exámenes de septiembre. “Estar en un lugar de veraneo poco apropiado para el estudio, en el que las demás personas descansan y se divierten, así como la dificultad de concentración generan ansiedad e impiden dormir bien”, añade Fontana.

Ansiedad anticipatoria

Durante el curso, los estudiantes cuentan con casi nueve meses para enfrentarse a los exámenes finales de junio. Sin embargo, en caso de suspenso, el verano se convierte en una cuenta atrás ineludible para septiembre, la época de la ‘repesca’, que apenas concede un par de meses para asimilar la materia. Esta situación se traduce en un aumento de la ansiedad, que afecta en mayor medida a las personas más débiles y que puede manifestarse a nivel fisiológico -taquicardias, náuseas o sudoración-, conductual – incremento de las ganas de comer o pérdida de apetito- o cognitivo -los pensamientos se llenan de ideas negativas respecto al resultado del examen-. Por si fuera poco, a estas características puede unirse también la falta de sueño, la sensación de que el aire no llega a los pulmones y cierta pasividad ante el examen, que puede llevar a la persona a pasarse horas delante del libro sin estudiar.

Según datos de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), dependiente de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, “la ansiedad ante los exámenes constituye un grave problema no sólo por el elevado porcentaje de estudiantes que la padecen, sino también porque ejerce un efecto muy negativo sobre el rendimiento”. La ansiedad es una sensación tan generalizada, que se puede considerar, añaden desde la Sociedad, que “un número muy alto de alumnos que sufren fracaso escolar no tienen problemas relacionados con el aprendizaje o con su capacidad, sino con los niveles extremos de ansiedad que presentan ante los exámenes”.

Cómo controlar los nervios

Algunos expertos aseguran que tener ansiedad antes de un examen es normal e, incluso, beneficioso, puesto que mantiene activas las facultades intelectuales y puede motivar las ganas de estudiar. El problema surge cuando esa ansiedad excede los límites y deriva en angustia o en un intenso estado de nervios. Para evitarlo, Mónica Fontana recomienda buscar “un sitio afable para estudiar, fresco y no excesivamente veraniego, estudiar acompañados, evitar pensamientos irracionales que anticipan un resultado, aprender a relajarse y salir un rato cuando uno se encuentren bloqueados por cansancio o nerviosismo”.

Cómo controlar los nervios

También es importante recurrir a la planificación del tiempo y a unos horarios realistas, que se puedan cumplir, pero, sobre todo, conseguir mantener la calma. Según un estudio sobe el “Tratamiento de la ansiedad ante los exámenes mediante exposición a entornos de realidad virtual”, llevado a cabo por la Universidad de Barcelona, las situaciones que producen más ansiedad son estudiar el día anterior al examen, la mañana del examen, el desplazamiento en trasporte público, esperar en el pasillo, los comentarios de los otros compañeros, esperar sentado en el aula, el reparto de los exámenes y el momento de leer las preguntas. Ante todas estas situaciones, hay que detectar lo antes posible la aparición de la ansiedad y poner en marcha una serie de estrategias para combatirlas, como pueden ser:

  • Buscar un ambiente tranquilo en el que se pueda permanecer sin molestias y en una posición cómoda.
  • Practicar la respiración abdominal, que proporciona una mayor cantidad de oxígeno, y aprender a identificar el estado de tensión en los músculos para relajarlos inmediatamente.
  • Identificar los pensamientos negativos (‘No me va a dar tiempo’) y cambiarlos por otros más racionales y positivos (‘Voy a aprovechar el tiempo que tengo’).
  • Evitar pensar sólo en la nota final, despreocuparse del resultado, y tener confianza en que todo va a ir bien.

En los últimos años, diversos centros universitarios han diseñado programas de intervención psicológica para el manejo de la ansiedad ante los exámenes. En ellos, se enseña a los estudiantes las técnicas para el control de la ansiedad, que les ayudan a mejorar su rendimiento y a eliminar los posibles pensamientos destructivos. “Este rendimiento escolar se evalúa mediante la realización de exámenes periódicos, para conseguir trabajo hay que superar pruebas de selección, exámenes psicotécnicos, etc. Por ello, la ansiedad de prueba o ansiedad de evaluación se ha convertido en los últimos tiempos en un problema de gran envergadura no sólo desde un punto de vista educativo, sino también social y clínico”, reconocen desde SEAS.

Enfrentarse al examen

Por sí mismos, los exámenes provocan una tensión que, en ocasiones, es desmesurada. Esto repercute en aspectos tan negativos como la sensación de ‘quedarse en blanco’ o confundir una respuesta con otra. Desde el Gabinete Psicopedagógico de la Universidad de Granada se recomienda aprovechar el tiempo de estudio para que la persona aumente la confianza en sí misma, establecer metas de estudio y aprender a relajarse. El objetivo es llegar a la víspera del examen con toda la materia aprendida y dormir suficientemente la noche anterior, en lugar de hacer un esfuerzo desmedido para aprender los últimos apuntes. Además, hacer ejercicio físico puede ayudar a liberar tensión y a ‘cansarse’ para facilitar el sueño, mientras que el día del examen no conviene acudir con el estómago vacío ni tomar desayunos copiosos. Ese día es aconsejable:

  • Llegar con tiempo al aula de examen para sentarse en un buen sitio.
  • No hablar antes con otros compañeros que pueden hacer dudar de la preparación.
  • Leer con atención las preguntas del examen y organizar el tiempo para responderlas.
  • Empezar a responder las preguntas más sencillas y saltar a otra pregunta cuando la mente se quede en blanco.
  • Preguntar al profesor cualquier duda.
  • Pensar que cuando el examen haya acabado se dispondrá de tiempo libe para el ocio y se tendrá la satisfacción de haber hecho un buen trabajo.

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Rehuir la costumbre de hablar con otros compañeros para resolver posibles dudas no es más que un mecanismo de defensa para evitar que, en realidad, esos compañeros pongan más nervioso o nerviosa a quien se examina o que transmitan su propia ansiedad al resto. Además, cuando se ha entregado el examen, es muy importante entender correctamente las preguntas y saber qué es lo que se pide para no equivocar la respuesta, ya que, en ocasiones, se pueden penalizar las respuestas incorrectas. Éste es un buen momento también para relajarse con una respiración pausada y desterrar los pensamientos negativos.

Por último, es importante no fijarse en lo que hacen el resto de compañeros y no obsesionarse con la idea de ser el último o la última en acabar, puesto que no siempre quines entregan antes el examen obtienen mejores calificaciones. También hay que recordar que se deben escribir las respuestas con letra clara y limpia para que el examinador las entienda sin problemas, que es necesario aceptar los posibles errores que se puedan cometer y que siempre, una vez que se ha entregado el examen, se debe esperar lo mejor.

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