Primeros días de colegio

Psicólogos y pedagogos recomiendan a padres y madres no alarmarse ante los lloros y pataletas de los más pequeños
Por Clara Fraile 19 de septiembre de 2005

Pataletas, lloros y gritos en busca de sus padres y madres. ¿Es normal esta actitud de los más pequeños cuando acuden las primeras veces a las aulas? La respuesta de psicólogos y educadores es que depende especialmente de la edad que tengan. En general, puede decirse que a mayor edad menores dificultades presentan niños y niñas para enfrentarse a situaciones estresantes, dado que pueden expresar cada vez mejor sus sentimientos mediante el lenguaje. Pero una buena integración en las aulas también depende de la actitud y la previsión de los padres, así como de la habilidad de los profesores para que esas reacciones -al principio los niños interpretan como un abandono el quedarse en la guardería o el colegio- cesen lo antes posible.

Etapas de desarrollo

La incorporación de los más pequeños a las aulas significa la entrada del niño en un mundo completamente nuevo. Según Mª Jesús Álava Reyes, especialista en Psicología Educativa con más de 20 años de experiencia, es un momento delicado en la vida del menor que puede ser “más o menos problemático dependiendo de su edad”.

Álava Reyes, que también fue directora de la escuela infantil del Ministerio de Fomento, indica además que los padres deben conocer las etapas de desarrollo de los niños para saber responder y no inquietarse por ciertos comportamientos. Veamos algunos de los matices que establece con arreglo a la edad en el tema que nos ocupa:

  • En el aspecto psicológico llevar a un bebé menor de 8 meses a una escuela infantil “no reviste complicaciones”, pese a que desde el punto de vista físico se encuentre condicionado por hallarse aún con muy pocas defensas. A esa edad apenas se da cuenta del “abandono” y acepta “bastante rápido” el nuevo ritmo de la guardería.
  • De los 8 a los 18 meses los bebés son capaces de entender que los adultos se van a ir pronto, pero todavía se encuentran en un proceso psicológico en el que no comprenden que luego van a regresar. “Piensan que su madre se va y no va a volver nunca. Por tanto, si podemos evitar llevar al bebé por primera vez a la escuela infantil en este periodo crítico, mejor”, aconseja.
  • La adaptación “más suave” se produce entre los 2 y los 4 años en un entorno educativo adecuado.
  • Pasada esa fase y hasta los 6 años, la incorporación a las aulas “no tiene por qué ser complicada”. Se trata de un “proceso de adaptación en el que el niño ha de familiarizarse y sentirse a gusto con sus profesores y sus compañeros”.

    Los niños que ya tienen siete o más años se enfrentan a este primer día con gran entusiasmo, aunque siempre hay excepciones. Así lo explica Bravo Herreros, haciendo referencia, por ejemplo, a niños excesivamente apegados a los padres, a los que llegan por vez primera al centro o a los que provienen de otro país o provincia, sin olvidar a aquellos para los que, por diversos motivos, el colegio es fuente de tensión (por dificultades de aprendizaje, un posible acoso por parte de compañeros, etc.). Pueden protestar, pero en general esperan los primeros días de clase con verdadero anhelo. Normalmente acusan los saltos de enseñanza Primaria a Secundaria y también el cambio de profesor, pero es a partir de los 12 años cuando se empiezan a presentar etapas conflictivas. “En este periodo el diálogo abierto es la mejor ayuda que pueden recibir estos jóvenes”, subraya Álava.

    Actitud positiva

    Los más pequeños que comienzan su etapa en la guardería o Educación Infantil (hasta los 4 años) pueden expresar de diversas formas su rechazo: pataletas, lloros… o mediante posturas de aislamiento, así los más retraídos se suelen quedar en un rincón o permanecen sentados sin decir ni hacer nada. Estas situaciones, aunque son difíciles, “sólo las pueden superar ellos mismos”. Marta Bravo Herreros, psicóloga y terapeuta, confirma que con el paso del día o las semanas lo más probable es que las posibles pataletas y el deseo de estar con sus padres deje paso a un mayor interés por el colegio, los compañeros y especialmente por la profesora o profesor.

    Y es que los niños no son los únicos que lo pasan mal el primer día de colegio; para los padres y madres la situación no suele ser fácil. En estos casos, Marta Bravo revela que los niños intuyen rápidamente la actitud que toman sus cuidadores. “Algunas madres o padres dejan a su hijo en la puerta de la clase con una profunda pena que el niño percibe; incluso pueden irse con lágrimas en los ojos. Es una experiencia de separación y es lógico que existan sentimientos de pena, pero ante todo los padres tienen que intentar mostrar todo el aplomo y seguridad posibles”, advierte.

    Veamos cuáles son los consejos de estas profesionales para ayudar a los pequeños a estrenar la edad escolar de la mejor manera posible:

  • Los padres han de manifestar una actitud segura y tranquila, pero también cercana y comprensiva. Deben hablar muy bien al niño del lugar a donde va a ir, explicarle lo que va a hacer, repetirle continuamente que se lo va a pasar muy bien, que hay muchos niños y muchos juegos, y que luego irán a recogerle.
  • El llanto es normal los primeros días. Los niños necesitan contacto afectivo. Padres y profesores han de ser conscientes de ello. Además, el llanto es contagioso, de manera que el mejor consejo es que los padres se despidan sonrientes y de la manera más rápida posible.
  • De la habilidad y experiencia del educador, de su capacidad de ofrecerles actividades atractivas y cercanía afectiva, dependerá que la situación se prolongue más o menos tiempo. Es más importante que los niños se adapten bien a que empiecen cuanto antes a “trabajar”. El nivel de exigencia debe ir ascendiendo gradualmente.
  • Si a edades tempranas la frase “no quiero ir al cole o me duele la tripita” se repite con insistencia en casa, es preferible cambiar de conversación con humor antes que intentar mentalizar al chiquillo de la obligatoriedad de acudir a clase.
  • Es aconsejable interesarse por lo que ha hecho el pequeño en el colegio, hablar con él, escucharle, alabar su “trabajo” y hacerle preguntas.

    Algunas pautas

    “Los niños que antes de ir al colegio han acudido a guarderías ya han atravesado esta etapa de semiduelo mucho antes, entienden mejor el momento de la separación de los padres y al conocer lo que es una clase se encuentran más relajados. Además, se ponen pronto a jugar con los diferentes juegos que tienen a su disposición”, afirma Marta Bravo y añade que, en ocasiones, incluso hasta llegan a consolar a otros niños.

    Entre los hijos únicos y los que no lo son en su periodo de adaptación a las aulas no se notan diferencias, según esta psicopedagoga. Pero tener hermanos mayores en el mismo centro es “una ventaja”. Los pequeños saben que los “mayores” están cerca, pueden verlos en los pasillos o en el patio y les aporta seguridad. Sin embargo, Mª Jesús Álava considera que no hay que olvidar que estos niños de 3 ó 4 años “se sienten muy pequeñitos” al entrar en un colegio en el que son también los de menor edad. Sufren el abandono de algunos de sus compañeros, tienen que adaptarse a las normas de una institución en la que ya no hay cabida, por ejemplo, para la siesta o los pañales y esto también puede significar una ruptura dentro de su ritmo biológico.

    Además de trasmitir a los pequeños familiaridad y mucha seguridad, existen algunas medidas prácticas que también pueden contribuir a que la adaptación de los niños a las aulas sea más corta y con mejores resultados. Veamos cuáles son:

  • En la medida que sea posible, conviene elegir un colegio adecuado a la personalidad y características del pequeño. Si es un niño muy creativo hay que procurar buscarle una enseñanza que potencie su creatividad.
  • Intentar visitar con el niño el centro escolar. Conocer la clase y al maestro que va a estar con él puede ayudarle mucho.
  • Para que el ritmo biológico no se rompa tan bruscamente, la semana anterior al comienzo de las clases hay que procurar levantar al niño de la cama a la misma hora a la que se levantará durante el curso y darle la comida a una hora lo más próxima posible a la del horario escolar.
  • Es buena idea preparar juntos la mochila, la bata y todo lo necesario para acudir a clase.
  • En el colegio el niño aprenderá a valerse por sí mismo, por ello, si los padres desde casa ya fomentan la autonomía del pequeño será para él mucho más sencillo. Es positivo enseñarle a vestirse y desvestirse y allanarle el camino con prendas y calzado cómodos y fáciles de quitar y poner, todo marcado con su nombre para que el maestro pueda identificarlas.
  • El control de esfínteres diurno culmina entre los 20 y los 30 meses. Cuanto más tiempo haya tenido el bebé para madurar su aprendizaje antes de entrar en el colegio, mejor. Si se produce un retroceso en este sentido hay que tomárselo con calma y paciencia, siempre con la seguridad de que el pequeño va a conseguir superarlo. Nunca debe “hacerse un mundo” del problema ni cometer el error de volver al pañal.
  • Si el niño manifiesta su inquietud o inestabilidad con vómitos no hay que darle demasiada importancia. Lo mismo si alborota y chilla.
  • Los padres deben preocuparse si el niño no llora, no habla, está resignado y retraído

    Los padres deben preocuparse si el niño no llora, no habla, está resignado y retraído

    . Es entonces cuando realmente un niño lo está pasando mal. Si la situación se prolonga durante semanas hay que hablarlo con el equipo educador de manera relajada para averiguar de manera coordinada dónde está el problema. Si entre todos no se resuelve pronto se recomienda consultar a un especialista.
  • Es importante respetar el horario del periodo de adaptación establecido y escuchar a los maestros. Una adaptación exitosa hará ver al niño el centro educativo como un lugar en el que se siente seguro y protegido.
  • De todas formas y sobre todo durante los primeros días es muy importante la puntualidad a la hora de ir a buscar al pequeño, para evitar que la sensación de abandono sea más intensa.
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