Perros-guía: ¿cómo se adiestran?

Los perros-guía pueden acceder con sus dueños a todos los lugares públicos
Por Carolina Pinedo 30 de enero de 2012
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Imagen: Foot Slogger

Los perros-guía ayudan cada día a muchos invidentes a llegar a sus puestos de trabajo, viajar, andar por la calle y, en definitiva a tener una vida más normalizada. Estos perros pasan por varias fases de adiestramiento, en las que se trabajan aspectos como la socialización, la forma de caminar o marcar obstáculos: una labor impagable de unos perros leales y entregados a sus dueños.

El entrenamiento de los perros-guía comienza a las siete semanas de edad con los educadores o familias, que colaboran de manera voluntaria para socializar al perro. El animal tiene que habituarse a la presencia del tráfico rodado, a viajar en transporte público, o al bullicio de la calle.

Las familias que cumplen el papel de educadores están asesoradas en todo momento por los supervisores del proyecto para corregir defectos. Por ejemplo, es fundamental que el perro aprenda a andar al lado izquierdo del dueño y sin tirar o a obedecer órdenes básicas como: quieto o siéntate.

La segunda etapa, al año de edad, el perro vuelve con la fundación supervisora y comienza su entrenamiento, que consiste entre otras cosas, en enseñarle cómo comportarse para garantizar la seguridad de su dueño y en fomentar su obediencia.

En la tercera fase se selecciona al futuro dueño y comienza la toma de contacto con él para conseguir una correcta adaptación entre dueño y perro. El objetivo es conseguir un tándem perfecto. No todos los invidentes quieren o pueden tener un perro-guía. Deben confluir factores como que al invidente le gusten los perros y quiera comprometerse a cuidar al animal.

Cómo actuar con un perro-guía

Los perros que ayudan a las personas invidentes suelen llamar la atención por la calle y hay quien está tentado de acercarse para saludar y acariciar al perro, sin embargo es algo que hay que evitar a toda costa.

Los perros-guía pueden acceder a cualquier lugar público: transporte, restaurantes, tiendas o colegios
No debemos distraer al perro-guía, porque está trabajando y una distracción puede ser fatal. Si vamos con otro perro, hay que evitar que esté suelto cuando nos acerquemos a un perro-guía, porque se podría producir un accidente si el perro del invidente se distrae. Hay que tener en cuenta que nunca se debe tocar el arnés de uno de estos perros, sólo lo puede hacer su dueño o dueña.

Los perros-guía pueden acceder a cualquier lugar público: transporte, restaurantes, tiendas o colegios. Se trata de unos animales que están muy bien educados y socializados, de forma que su presencia pasa siempre desapercibida y la sociedad, en general, está bastante concienciada en el sentido de que su labor es imprescindible para ayudar a romper barreras a las personas invidentes.

Educación estricta

El adiestramiento de un perro-guía es laborioso y estricto, porque la finalidad lo requiere. La persona invidente depende de un perro bien educado para: evitar obstáculos con los que se puede golpear, subir escaleras, viajar en metro sin peligro o cruzar una carretera. Además de los perros que ayudan a los invidentes, también los hay que sirven como terapia para personas con otras discapacidades físicas y psíquicas.

Los perros de servicio pueden ser adiestrados para ayudar a personas sordas, de forma que pueden responder a diferentes sonidos, como el del despertador, el timbre de la puerta, una alarma contra incendios, un bebé que llora, el teléfono u objetos que se caen. De este modo, el perro conduce a su dueño con problemas de audición a la fuente del sonido para que pueda actuar. A los perros que desempeñan estas funciones se les llama perros de señal o perros de audición. Pero también los hay que ayudan a personas que tienen que trasladarse en silla de ruedas o que tienen problemas de movilidad y de coordinación motora.

Perros de servicio

Los perros de servicio o de movilidad están entrenados para ayudar en actividades como: encender o apagar la luz, recuperar objetos que se caen, arrastrar la silla de ruedas, pulsar botones en el ascensor o abrir puertas. Actividades, que a todos nos parecen muy sencillas, pero que para una persona con movilidad reducida, son imposibles de realizar sin ayuda. Los perros de servicio benefician a muchas personas, desde las que padecen: artritis, esclerosis múltiple, parálisis cerebral, distrofia muscular, espina bífida hasta SIDA, entre otras enfermedades.

Las investigaciones científicas han comenzado a reconocer y descubrir el papel que cumplen los perros de servicio para las personas discapacitadas.

El adiestramiento de un perro-guía es laborioso y estricto, porque la finalidad lo requiere
En 1995, un estudio realizado por la Doctora Karen Allen concluyó que las personas discapacitadas que convivían con perros de servicio obtenían mejores resultados en su nivel de bienestar psicológico, calidad de vida, e integración social que las que no lo hacían.

La labor de estos perros es muy importante, pero no siempre tiene el suficiente reconocimiento social. Estos animales ofrecen su ayuda y amistad de manera incondicional y altruista y se merecen todo nuestro respeto.

En definitiva, unos animales que llevan a cabo unas labor social, que no siempre está lo suficiente reconocida. Ellos no sólo ayudan a que las personas invidentes o con otro tipo de discapacidad puedan tener una vida más normalizada, sino que les ofrecen algo, si cabe mucho más importante: su cariño y amistad incondicional, lo que les ayuda a tener una mayor calidad de vida y a ser más felices. Y es que estos perros demuestran día a día que son los mejores amigos de las personas, cualquiera que sea su circunstancia.

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