Cómo afecta ya el cambio climático a la pesca

El aumento de la temperatura del mar obliga a que algunas especies de peces migren hacia aguas más frías del norte, otras busquen nuevas áreas geográficas y todas vivan a una mayor profundidad
Por Ramiro Varea Latorre 11 de enero de 2024
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Imagen: energepic.com
Mares y océanos sufren las consecuencias del cambio climático con el aumento de la temperatura, el deshielo y la acidez de sus aguas. Unos efectos que se traducen en la extinción de algunas especies y el desplazamiento de otras hacia aguas más frías. Y todo esto afectará a nuestra flota pesquera, pero también a nuestra alimentación. Peces como las sardinas o la caballa pueden desaparecer de nuestra dieta.

Uno de los efectos del calentamiento global es el aumento de la temperatura del planeta. La atmósfera y los océanos se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido y el nivel del mar se ha elevado. Esta amenaza invisible afecta con especial virulencia a mares y océanos, que ocupan más del 70 % de la superficie de la Tierra. Su función es esencial, ya que regulan el clima al absorber el calor atmosférico, generan la mayor parte del oxígeno que se respira y proporcionan recursos naturales y alimentos.

Hoy, estas masas de agua salada se enfrentan a amenazas sin precedentes. El aumento de las emisiones de carbono ha generado una acumulación de calor en sus fondos, que son todavía más ácidos. Los patrones de las corrientes marinas se han visto alterados, al igual que los alimentos disponibles para las especies que habitan allí. Un cúmulo de circunstancias que ponen en peligro la propia seguridad alimentaria, con efectos en la pesca y la acuicultura.

Consecuencias del cambio climático en los peces

Con 8.000 kilómetros de costa y bañada por las aguas del Atlántico y del Mediterráneo, España es uno de los países más expuestos a las consecuencias del calentamiento extremo. En el informe ‘Impactos del cambio climático sobre la acuicultura en España‘, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) apunta sus efectos sobre los recursos marinos. Algunos son muy significativos.

🐟 Menos nutrientes en el agua, menos marisco

Al contener las aguas menos nutrientes, sostiene el estudio, descienden las capturas. Algunas especies de moluscos como el mejillón, la almeja o el percebe, corren un riesgo grave, al disponer de menos alimentos y sufrir los cambios en la intensidad y la frecuencia del oleaje.

🐟 Desplazamiento de numerosas especies

Otra de las consecuencias es el desplazamiento de numerosas especies de peces. Algunos migran hacia aguas más frías del norte (una media de 60 kilómetros por década), otros buscan nuevas áreas geográficas y todos viven a mayor profundidad.

“Hemos visto cómo desde el sur llegan a nuestras costas atlánticas, incluido el Cantábrico, ejemplares de peces luna, peces globo, peces limón, el San Pedro plateado o el mero africano”, confirma Isabel Riveiro, investigadora del Instituto Español de Oceanografía-CSIC.

A su vez, especies propias de estas aguas cantábricas, como la sardina y el arenque, han ampliado su presencia hacia el norte. Riveiro vaticina que en 2100 la sardina podría expandir su área de distribución y cubrir la costa de Noruega.

Algo similar sucede con la merluza y el jurel o chicharro, que han comenzado a extender su territorio y cada vez es más habitual encontrarlos en el norte de Europa. Esta señal no implica que estén desapareciendo del Cantábrico, sino que se amplía su territorio de pesca.

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Imagen: Kindel Media

🐟 Menos pescados y más pequeños

Otro estudio del centro de investigación AZTI revela que, por cada grado de calentamiento del mar, el verdel o caballa traslada su desove 370 kilómetros hacia el norte, mientras que el chicharro adelanta su puesta reproductiva unos 12 días. “La superficie del mar en la costa vasca y el golfo de Vizcaya se calienta una media de 0,3 °C por década, y detectamos cambios en la columna del agua y en la abundancia de plancton, que es el sustento de los peces”, constata el coordinador de Cambio Climático de AZTI, Guillem Chust.

Esto ya se traduce en ejemplares de menor tamaño, lo cual puede tener cierto impacto en los precios de venta. Y los modelos predictivos indican que las capturas en la zona disminuirán, ya que habrá menos pescado.

​🐟 Agua más ácida, especies en peligro

Además, el hecho de que los océanos absorban más cantidad de dióxido de carbono provoca una acidificación del agua, con efectos nocivos sobre peces y mariscos, que pueden tener dificultades para desarrollar conchas y caparazones. Esta circunstancia complica la supervivencia de numerosas especies.

Efectos en la pesca: capturas adelantadas y menores

Todas estas alteraciones afectarán a la actividad de las flotas pesqueras. Chust ve muy probable que la llegada del bonito se anticipe unas semanas, y que tanto el verdel como la anchoa adelanten su puesta reproductiva. “La flota deberá ajustar su actividad a esas nuevas fechas en el calendario anual. A futuro, si el calentamiento supera ciertos umbrales, incluso habría que acordar una nueva redistribución de los cupos de capturas por país”, añade el investigador.

Los principales caladeros del mundo empiezan a sufrir las consecuencias del nuevo contexto climático. Una investigación de la Universidad de Rutgers (EE. UU.), publicada en la revista Science, advierte que en algunas zonas pesqueras ya han caído las capturas entre un 15 % y un 35 %. Las áreas más castigadas son el mar del Japón y las aguas europeas, con el mar del Norte, la costa ibérica (España y Portugal) y la plataforma comprendida entre el mar Céltico (costa sur de la isla de Irlanda) y el golfo de Vizcaya.

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Imagen: Agustin Piñero

🔴 Las zonas más vulnerables, las más desfavorecidas

Como ocurre casi siempre, los lugares más pobres y con mayor dependencia alimentaria del mar serán los que salgan peor parados. Esta es una de las conclusiones del Proyecto Clock: adaptación a la redistribución de los stocks pesqueros, dirigido desde el Future Oceans Lab del Centro de Investigación Mariñas de la Universidad de Vigo. Tras analizar los sistemas de pesca artesanal de Galicia y Nayarit (México), y la pesca industrial del atún en el País Vasco, el documento expone algunas evidencias.

Las flotas industriales disponen de más avances tecnológicos para encontrar y seguir los bancos de peces, lo que implica mayor libertad de movimiento. Por el contrario, la acción de los pescadores artesanales está restringida a las aguas más próximas a la costa, ya que sus barcos apenas cuentan con tecnología o directamente carecen de ella. Eso sí, su actividad está muy diversificada, lo cual es un punto a su favor. El estudio revela, además, que el aumento de la temperatura del agua reduce la eficiencia pesquera, es decir, la cantidad de pescado que se puede capturar con los mismos esfuerzos.

✔️ Gestión adaptativa

Elena Ojea es experta en Ciencias Ambientales y ha coordinado este trabajo. “Si el sector no se adapta, los peores escenarios apuntan a pérdidas de más del 50 % de la productividad pesquera. En muchos países de los trópicos, la pesca no podrá cubrir la demanda de alimentos como ahora”, lamenta.

Las soluciones pasan por realizar una gestión adaptativa. En otras palabras, hay que ajustar la extracción al estado real del stock de peces, y planificar la actividad bajo escenarios de cambio climático. Para ello, es fundamental la cooperación entre industria, organismos reguladores y asesores científicos. De esa manera, sería posible recuperar las poblaciones de especies sobreexplotadas por la pesca masiva, ya que son más vulnerables a los impactos de la crisis climática, lo que permitiría sostener la actividad pesquera en el tiempo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte en sus informes que el 90 % de las reservas de peces en el mundo están sobreexplotadas. En esta lista roja de especies amenazadas aparecen el bacalao, el atún, el rape, la merluza, el lenguado, la platija, el salmón, los langostinos, las rayas, las mantas, las gallinetas, el pez espada y el fletán.

Cambios en la cesta de la compra

Comemos menos pescado que nunca. El consumo actual en los hogares españoles está en el nivel más bajo de toda la serie histórica. En 2022, se situó en 18,5 kilos por persona al año, frente a los 22,72 kilos de 2021, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Comer pescado no solo favorece la salud, sino también contribuye a frenar las emisiones. Lo argumenta el Instituto de los Recursos Mundiales (WRI): si se aumenta la ingesta de proteínas que provienen de los productos del mar, se podrá cumplir el objetivo de que la temperatura del planeta no supere el umbral de los 2 °C antes de final de siglo.

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Imagen: Kindel Media

Pero ¿qué pueden suponer para nuestros bolsillos todos los cambios en el ecosistema marino? Para Antonio Nieto, gerente de la Asociación de Organizaciones de Productores Pesca España, el sector está haciendo un esfuerzo para que no se traduzca en un incremento de costes de la cesta de compra. “En un contexto de inflación como el actual, los alimentos pesqueros son de los que menos han disparado sus precios”, apunta. Sin embargo, en las próximas décadas, la huida de algunas especies hacia aguas más frías puede hacer que aumenten los costes (habrá que ir más lejos para realizar las capturas), por lo que los precios pueden subir de forma considerable.

En la actualidad, el sector pesquero español genera el 20 % de la producción total de la Unión Europea (UE), con la captura de más de 300 especies de pescados y mariscos en todo el mundo. Los pescadores insisten en que las alteraciones que el cambio climático provoca en la pesca “no afectan actualmente a los consumidores a nivel de abastecimiento”, ya que lo que se detecta es un movimiento de especies hacia aguas más frías. Pero en unos años esto puede cambiar.

➡️ Especies adaptadas, importadas y acuicultura

Por ahora, habrá que ir más lejos para conseguir algunas especies. El bacalao, el lenguado y el rodaballo, por ejemplo, no han desaparecido de los mares europeos, pero los encontramos cada vez menos en las costas francesas o españolas, y más en las noruegas o escocesas. El atún rojo ha regresado al mar del Norte, y en las costas británicas se pescan anchoas, que suelen habitar más al sur. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con los salmonetes.

Además, todos estos peces que migran a zonas más frías se benefician del descenso de las temperaturas y son más productivos. Lo contrario que las poblaciones de peces sureñas, que se reproducen menos y, por lo tanto, su densidad disminuye.

Guillem Chust avanza que si en el futuro se acrecientan estas tendencias “es posible que en el mercado haya algunas especies adaptadas a zonas más cálidas que tradicionalmente eran muy escasas”. Una opinión que comparte Elena Ojea, quien cree que, a largo plazo, podría haber cada vez más pescado y marisco de acuicultura o importado de latitudes lejanas. Esto supone un cambio cultural.

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