El polen de las plantas transgénicas puede viajar hasta cultivos tradicionales situados a varios kilómetros

Esta es una de las conclusiones del primer estudio realizado a gran escala para evaluar este polémico riesgo medioambiental
Por EROSKI Consumer 28 de junio de 2002

Las plantas convencionales han intercambiado genes durante siglos a través de la dispersión del polen, pero el desarrollo de las variedades transgénicas ha incrementado la preocupación por la posibilidad de que estas nuevas plantas modificadas genéticamente faciliten la propagación incontrolada, a plantas silvestres o cultivos tradicionales, de genes que confieren resistencia a insectos, herbicidas o suelos hostiles. Este riesgo ha provocado que diversos Gobiernos hayan limitado la plantación comercial de los cultivos modificados genéticamente a zonas alejadas de campos tradicionales o en terrenos agrícolas confinados con barreras vegetales.

No obstante, la mayoría de las investigaciones practicadas en la última década para evaluar ese riesgo medioambiental se han acometido en cultivos experimentales a muy pequeña escala. Estos estudios preliminares concluían, en líneas generales, que el polen liberado por las plantas transgénicas alcanza sólo varios centenares de metros de distancia y se deposita en concentraciones minúsculas. Pero lo cierto es que todavía hoy se conoce muy poco sobre el flujo genético provocado por el polen de los grandes campos comerciales donde crecen variedades transgénicas.

Colza resistente a un herbicida

Para alcanzar datos más consistentes sobre la dispersión del polen de estas variedades creadas mediante ingeniería genética, un equipo de científicos de varias Universidades australianas efectuó la investigación más amplia hasta la fecha y la primera que examina la contaminación genética producida por estas plantas en una zona muy amplia de cultivos comerciales. El equipo dirigido por los investigadores Richard Roush y Marie Riger, examinó semillas recolectadas de 63 campos de colza tradicional, situados cerca de cultivos con plantas de colza resistentes a un herbicida, en tres Estados australianos (Nueva Gales del Sur, Victoria y Australia del Sur). Se trata de campos donde los agricultores de ese país comenzaron por primera vez en el año 2000 a cultivar una variedad de colza resistente a herbicidas, desarrollada a través de mutagénesis.

Tras examinar todas las muestras recogidas, alrededor de 300.000 semillas, los investigadores australianos pudieron detectar la existencia de semillas de colza resistentes al herbicida en el 63% de las plantaciones convencionales, algunas situadas a más de tres kilómetros de distancia de los puntos de origen.

En ese conjunto de cultivos «contaminados», la proporción existente de semillas modificadas era del 0,2%. No obstante, la inmensa mayoría de los campos con colza tradicional tenían un porcentaje de semillas modificadas de sólo el 0,03%. Los datos aportados indican que la contaminación genética producida por las nuevas plantas es menor a la apuntada en los anteriores estudios experimentales e inferior a la cifra del 1% considerada aceptable por las autoridades de Australia y Europa.

Frente a ese dato positivo surgen otros negativos, como la capacidad del polen para viajar distancias mayores de las sospechadas desde los campos con variedades transgénicas. Además, el equipo de Marie Riger y Richard Roush obtuvo un dato que no cuadra con los aportados por los ensayos experimentales previos. En todos las investigaciones de campo anteriores se observa que las concentraciones de polen disminuyen cuanto mayor es la distancia entre el cultivo transgénico y el convencional. Por el contrario, el estudio australiano detectó una relación totalmente inversa.

Tamaño de los campos

Una de las explicaciones más plausibles apuntadas por los investigadores es que cuando mayor es el tamaño del cultivo con plantas modificadas genéticamente mayor es la producción de polen y, por tanto, la posibilidad de que una parte de ese polen logre desplazarse a gran distancia.

Así las cosas, la investigación deja bastante en entredicho los resultados del conjunto de pequeños estudios experimentales realizados hasta el momento. En todo caso, los expertos consideran que el flujo de contaminación genética observado puede ser distinto según la variedad transgénica, ya que el comportamiento del polen y la capacidad para adquirir nuevos genes es diferente en cada especie.

Estrategias moleculares

La preocupación por el impacto medioambiental de las plantas modificadas genéticamente limita la aceptación social de estos cultivos. Por ese motivo, los biólogos investigan distintas estrategias moleculares para evitar la propagación al medio ambiente de los genes.

En un análisis publicado en la revista «Nature Biotechnology», el investigador Henry Daniell, de la Universidad Central de Florida, señala que si bien existen ya diversas estrategias disponibles, ninguna se ha demostrado aplicable a todas las especies de plantas transgénicas. Algunas se basan en la manipulación de los cloroplastos, lo que evita la posible contaminación a través del polen. Sin embargo, hasta ahora sólo se ha logrado con plantas de tabaco, tomate y patata.

Otra estrategia es la controvertida tecnología «terminator», que convierte las semillas en estériles, pero que ha sido abandonada por las empresas del sector por el rechazo de los agricultores y los ecologistas.

Aunque todavía no se ha demostrado en cultivos transgénicos, otra estrategia es la modificación del diseño de la flor para evitar la polinización. Otra opción consiste en la manipulación genética de plantas para que produzcan semillas sin fecundación previa (apomixis), lo que ocurre de forma natural en algunas especies.

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