Investigadores del programa «Aquaterra» buscarán en cinco grandes ríos del continente europeo la presencia de restos de medicamentos

Un grupo de expertos del CSIC se encargará de desarrollar este proyecto en aguas del río Ebro
Por EROSKI Consumer 27 de diciembre de 2004

Si hasta hace unos años lo que preocupaba prioritariamente al hablar de contaminación eran los vertidos de carácter industrial, ahora los investigadores dirigen su mirada hacia el impacto directo que ejercen los vertidos que reciben los ríos desde los núcleos de población. El problema más importante en este momento lo constituyen los medicamentos de uso común y creciente, hasta convertirse en un problema medioambiental de envergadura. El organismo metaboliza una porción, pero otra la elimina por vía urinaria y acaba en el agua.

En los caudales de los grandes ríos están cada vez más presentes sustancias como antidepresivos, analgésicos, antiepilépticos, betabloqueantes, reguladores del colesterol y antisépticos. Los científicos conocen el problema desde hace años, pero las investigaciones realizadas hasta ahora no han sido demasiado amplias. De hecho, se encuentran en un estadio inicial. En Europa, Alemania es el país que más ha trabajado en este campo y Dinamarca destaca por el número de depuradoras que ya tiene operativas con medios suficientes como para eliminar los restos de medicamentos antes de que lleguen a los ríos. En los demás países, las investigaciones aún son escasas y en España se conoce muy poco del grado de contaminación real que ejercen estas sustancias.

Avanzar en el conocimiento del problema es uno de los principales objetivos del programa europeo «Aquaterra», que se desarrollará durante cinco años en cinco grandes ríos del continente: Ebro, Meuse, Brevilles, Elba y Danubio. Participan 45 instituciones de trece países de la Unión Europea, más Suiza y Serbia. El presupuesto global es de trece millones de euros, 650.000 de ellos para la parte española.

En lo que se refiere al Ebro se encargará un grupo de expertos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), coordinado por Damiá Barceló, profesor de investigación de este organismo, que ya lleva varios años evaluando la calidad de las aguas del Ebro y profundizando en el impacto que están teniendo los medicamentos.

Muestras periódicas

Durante estos cinco años, se recogerán muestras periódicas en dieciocho estaciones que tiene la Confederación Hidrográfica del Ebro a lo largo de todo su cauce. También se analizarán las aguas superficiales y subterráneas, los sedimentos, peces y muestras del fondo del río. Damiá Barceló ha explicado que esto va a permitir conocer con más exactitud el grado de contaminación que existe en el Ebro por estas sustancias. Hasta ahora, la recogida de datos ha sido limitada y en su mayor parte se ha concentrado en el tramo catalán, fruto de trabajos previos realizados en los últimos años.

Es una etapa inicial de las investigaciones, «saber qué tenemos» en el agua, para después profundizar en cómo están afectando esos compuestos a la fauna y flora del cauce. De entrada, ya se sabe que las afecciones existen. Por ejemplo, en el caso del antiepiléptico carbamazepina, se ha comprobado que supone un riesgo para los crustáceos. También hay indicios de que el propanolol, un betabloqueante, produce efectos negativos en el crecimiento del pez medaka, una variedad asiática de agua dulce.

«No es un problema anecdótico, en absoluto», afirma Barceló. Y no porque afecte al consumo de agua de los humanos, que está convenientemente tratada en las potabilizadoras, pero sí por los desequilibrios que produce en el medio acuático.

Los medicamentos no son contaminantes persistentes, es decir, no se acumulan en el agua, «pero como todos los días se consumen, todos los días van a parar a los ríos y en sus caudales se encuentran de forma permanente». Ahí radica el problema, porque son sustancias que acaban afectando a peces y plantas. Los que más se encuentran son los restos de medicamentos que se pueden comprar sin receta, como es el caso de los antiinflamatorios. Y los que más daños pueden causar al medio ambiente son los antibióticos, «porque pueden producir bacterias resistentes», explica este profesor del CSIC.

Pero aún hay que investigar para conocer cuál es el impacto exacto, «en qué medida, por ejemplo, les afecta a las algas o a los peces las exposiciones a largo plazo a este tipo de sustancias y a la combinación de varias de ellas».

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