La explotación de materiales genéticos en la Antártida pone en peligro a uno de los ecosistemas más frágiles del mundo

Farmacéuticas e investigadores analizan organismos que viven en situaciones extremas para aprovechar comercialmente este conocimiento
Por EROSKI Consumer 3 de febrero de 2004

La creciente explotación de materiales genéticos en la Antártida ha llevado a la comunidad científica a proponer su urgente regulación para proteger uno de los ecosistemas más frágiles del mundo.

En la terminología científica, extremófilos son organismos que sobreviven en los hábitats más extremos de la Tierra, donde imperan condiciones (calor, frío o falta de luz) que hacen imposible la existencia de vida normal. Por ejemplo, los termófilos son organismos que viven en fuentes termales a temperaturas que pueden superar los 100 grados centígrados, mientras que los psicrófilos necesitan temperaturas por debajo del punto de congelación.

Estas características han hecho que en los últimos años compañías farmacéuticas e investigadores de todo el mundo hayan empezado a prestar atención a los extremófilos para intentar descubrir los mecanismos que les permiten actuar en condiciones extremas y aprovechar comercialmente este conocimiento.

«La Antártida es muy interesante para las grandes compañías farmacéuticas que, como GlaxoSmithKline, están implicadas en la investigación biotecnológica. El problema es que en la Antártida esta actividad no está regulada», indicó el investigador australiano Sam Johnston.

Johnston y Dagmar Lohah han preparado para el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) un informe titulado «El régimen internacional para bioprospección. Políticas existentes y asuntos emergentes en la Antártida», en el que analizan la situación.

Este trabajo se presentará en la VII Conferencia de las Partes de la Convención de la ONU sobre Diversidad Biológica, que se celebrará en Malasia entre el 9 y el 20 de febrero.

Patente española

Johnston pone como ejemplo una glicoproteína que se encuentra en algunos peces del continente helado y que funciona como anticongelante, evitando que los animales se congelen a temperaturas por debajo de cero grados centígrados.

Esta glicoproteína fue descubierta a principios de los años 70 por investigadores de la Universidad de Illinois (EE.UU.) y en la actualidad se está considerando su utilización en numerosas aplicaciones comerciales, como la preservación de productos congelados, cirugía o piscicultura. «Este tipo de actividades provocan, en primer lugar, un problema de equidad. Las compañías están beneficiándose económicamente sin devolver nada a la Antártida», explica Johnston.

Una de las últimas patentes registradas en Europa procede precisamente de España y se refiere a las características para curar heridas y tratar piel, pelo y uñas de una glicoproteína extraída de una bacteria de la Antártida, la «Pseudoalteromonas antarctica».

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube