Un investigador canario descubre el primer embrión de dinosaurio en España

La Universidad de Cambridge le ha invitado para que exponga los resultados en un simposio sobre vertebrados extinguidos y técnicas de investigación
Por EROSKI Consumer 30 de junio de 2002

El investigador canario Roberto Quevedo ha protagonizado el primer descubrimiento de un embrión de dinosaurio en España, al detectar huesos compatibles con una nueva especie carnívora en el interior de un huevo procedente de Mongolia, sin que para ello tuviera que romperlo.

El herpetólogo Jim Pether, británico afincado en Gran Canaria y amigo de Quevedo, compró hace ocho años, en una tienda londinense de minerales y fósiles, dos huevos de dinosaurios que fueron sometidos a un escáner en el Hospital Insular de Gran Canaria por la curiosidad de comprobar si guardaban algún contenido, relató el científico español.

Tras varios años de trabajos y la aplicación de técnicas tan diversas como las usadas para tratar imágenes en medicina y en astronomía, empleadas sobre las obtenidas por rayos X tratadas digitalmente, Quevedo obtuvo hace seis meses la certeza de que un embrión no pudo nacer hace 70 millones de años debido a «un drama» que espera desentrañar con el estudio de este fósil.

El descubrimiento ha supuesto varios hallazgos en uno, lo que le ha valido la invitación de la Universidad de Cambridge para que el investigador canario exponga los resultados obtenidos en el prestigioso simposio que celebra cada año esta institución sobre vertebrados extinguidos y técnicas de investigación (SVPCA).

Es extraño encontrar un embrión fosilizado -explicó-, porque está formado por tejidos blandos; de hecho, salvo los de saurópodos encontrados en Argentina, apenas se conoce una decena en el mundo, pero más raro aún es que sea un embrión poco desarrollado como este, tanto por la dificultad de que exista como por la de descubrirlo.

Con la combinación de diversas técnicas, algunas de ellas desechadas por los paleontólogos, Quevedo ha demostrado que es posible conocer con bastante exactitud el contenido de un huevo fosilizado sin necesidad de romperlo y sin arriesgarse a destruir partes valiosas del embrión. Esta nueva metodología es adecuada también para encontrar embriones poco desarrollados que pasaban desapercibidos en huevos en los que hasta ahora se creía que no había nada, agregó.

Roberto Quevedo ha podido identificar, en imágenes similares a las de una ecografía, el cráneo -que mide dos centímetros-, el tórax, la columna y vértebras de cuatro milímetros, así como multitud de pequeños huesos aún sin calificar que conforman una criatura de unos diez centímetros, sin contar la cola, contenida en un huevo de 12,5 centímetros de diámetro.

El investigador podrá conocer cómo se desarrollan los embriones, porque, a través de los procedimientos por los que se analiza la descalcificación de huesos, se podrá saber qué partes eran más duras y cuáles más blandas, y conocer cuáles se desarrollaron primero, con lo que se podrá establecer su orden genético.

Como los embriones fosilizados son escasos, es difícil conocer a qué especie pertenecen, así que se comparan con los fósiles de adultos que se encuentran alrededor y se consideran de la misma especie, pero en este caso no se encontraron referencias del desierto de Mongolia cuando éste era un vergel, según se desprende de los poros de la cáscara.

Otro de los hallazgos en este huevo es una huella de unos doce centímetros de un tridáctilo, es decir, de un animal con patas de tres dedos, que pudo haber sido una pisada accidental o incluso la de un depredador, y que, en cualquier caso, podrá ofrecer información para averiguar qué dinosaurios rodearon al huevo.

Entre las posibilidades que impidieron que el pequeño dinosaurio naciera, Quevedo destacó la asfixia, la rotura de la cáscara y la intervención de un depredador que pudo comerse parte del embrión, lo que sabrá con mayor exactitud cuando abra el huevo.

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