Un satélite de la NASA inicia el estudio de la capa de hielo que cubre la Antártida

Los científicos aseguran que este desierto helado es un potencial tesoro de recursos naturales
Por EROSKI Consumer 24 de enero de 2003

La agencia espacial estadounidense, NASA, ya ha puesto a trabajar el satelite «Ice Cloud and Land Elevation», el último ingenio de una serie especialmente diseñada para obtener datos sobre la estructura superficial terrestre. Su primer objetivo, sobrevolando una y otra vez los polos durante cinco años, es cuantificar la más mínima alteración que se produzca en la espesa capa de hielo que cubre la Antártida. «Hemos estado esperando un satélite de estas características durante treinta años», subraya el investigador de la NASA Eric Rignot. El ingenio utiliza un láser que permite medir, durante varios años, el espesor del casquete glaciar, para analizar su evolución tanto en el Ártico como en Groenlandia.

El láser que emplea el «Icesat» fue diseñado por investigadores y técnicos de la Universidad estadounidense de Wisconsin. Con su ayuda, se conseguirán datos hasta ahora inéditos para comprobar la teoría de que mientras las capas heladas de la Antártida están experimentando un crecimiento, las de Groenlandia disminuyen paulatinamente.

Estos científicos sostienen que la Antártida, con una temperatura media de treinta grados bajo cero, está experimentando un incremento de sus hielos como consecuencia de la mayor evaporación de agua que se produce por efecto del calentamiento terrestre. Una serie de cálculos científicos realizados con anterioridad por expertos de la NASA concluyen que durante los últimos años, en Groenlandia ha disminuido al menos nueve metros el espesor de sus capas heladas.

De cualquier forma, los datos que obtenga el «Icesat» se complementarán con los que, desde hace más de un año, se están recibiendo del «Radarsat-1», un proyecto conjunto entre EE.UU. y Canadá para cartografiar al milímetro la Antártida. Hasta mediados de la década pasada, aproximadamente 1,8 millones de kilómetros cuadrados de la Antártida central aparecían en los mapas como espacios en blanco. Era una de las pocas regiones del globo que aún permanecían como un misterio geográfico. Ese dispositivo espacial ha revelado un continente cubierto de hielo en constante movimiento, con auténticas riadas de hielo en su interior y el desmoronamiento de icebergs cerca de las costas. Más de 4.500 imágenes superpuestas integraron el «puzzle» del primer mapa de alta resolución del continente antártico.

Este desierto helado tiene una enorme atracción para los investigadores de diversas disciplinas, fundamentalmente por el potencial aporte de la capa de hielo antártica al aumento del nivel del mar y su relación con el resto de nuestro planeta. Los datos que recogerá a partir de ahora el satélite «Icesat» son muy valiosos, ya que en ese lugar se consiguió medir hace veinte años la temperatura más baja de la Tierra: menos 89,4 grados centígrados.

Los investigadores subrayan que, mientras la Antártida es ahora un desierto helado y con escasas precipitaciones de nieve -equivalentes a unos 75 milímetros de lluvia al año-, su registro fósil demuestra que fue tropical y, en la actualidad, es un potencial tesoro de recursos naturales, todavía desconocidos. Su capa de hielo, compactada con nieves que no se han derretido durante millones de años, alcanza un espesor promedio de 3.300 metros y contiene el 70% de toda el agua dulce del mundo.

Con una profundidad de hasta 4.680 metros, este hielo preserva congelada, capa sobre capa, la historia de la química atmosférica de la Tierra, así como de numerosas formas de vida microbiana y de los contaminantes aéreos.

Algunos científicos sostienen que los icebergs que se desprenden de las plataformas de hielo antártico se derriten finalmente en las aguas más cálidas de los océanos, pero no elevan el nivel del mar. Antes de que se rompan han desplazado el equivalente de su masa en el agua del mar.

No obstante, en caso de que las grandes capas de hielo del continente blanco que se apoyan en tierra firme descargaran su masa en el océano, los niveles del mar podrían subir unos metros. En este sentido, los expertos destacan que hay suficiente agua helada en la Antártida como para elevar el nivel global del mar, al menos, seis metros. Además, si este hielo se derritiera alteraría -siempre según los expertos- la salinidad del agua del mar amenazando a muchas especies marinas.

Los investigadores de la NASA han detectado que las masivas capas de hielo de la Antártida son más activas de lo que se pensaba. Se mueven hacia fuera desde el centro del continente, en todas las direcciones y, en determinadas áreas, este flujo se desplaza a una velocidad de un kilómetro por año, mientras que, en ese mismo tiempo, en otras zonas sólo recorre diez metros.

Durante los próximos años, las mediciones láser del satélite «Icesat» serán de gran ayuda para los investigadores, que han conseguido avanzar en sus trabajos con los datos obtenidos por otros ingenios, como el «Ramp». Así, se ha podido constatar la existencia de hielo, antes desconocida, de cientos de kilómetros de longitud. Los científicos alertan de que cada una de estas zonas de la Antártida descarga grandes volúmenes de hielo en el mar, suficientes como para sepultar una ciudad como Washington bajo una capa de seiscientos metros cada año.

Por ello, subrayan que podría ser el último «suspiro» de un largo periodo de glaciación, de la época del Pleistoceno, que se remonta a 1,6 millones de años y que finalizó hace sólo quince mil años.

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