El 5% de los seropositivos que no respondían a otras terapias se beneficiarán de la nueva generación de fármacos contra el sida

Estos medicamentos, que ya ofrecen los hospitales públicos españoles, impiden la entrada del VIH en las células CD4 del sistema inmunitario
Por EROSKI Consumer 3 de febrero de 2004

Desde la semana pasada los hospitales públicos españoles cuentan con una nueva generación de medicamentos contra el VIH, el virus causante del sida. El T-20 o Fuzeon (su marca comercial) es el primero de esa nueva familia de antirretrovirales y está concebido como parte de una terapia de rescate, pensada para pacientes en los que han fracasado todos los remedios anteriores. Las estimaciones apuntan a que un 5% de los seropositivos se beneficiarán de esta alternativa, cuyo único inconveniente es su elevado precio (1.556 euros por paciente y mes), que triplica el coste actual.

La lucha farmacológica contra el sida está marcada por tres hitos. El primero llegó en 1987, ocho años después del primer caso oficial de sida, diagnosticado en Nueva York. Aparecieron entonces los llamados inhibidores de la transcriptasa inversa, unos fármacos que impiden que el virus se reproduzca. Una década más tarde, en 1997, llegaron los primeros inhibidores de la proteasa, pensados para bloquear un momento más avanzado de ese ciclo de reproducción del VIH.

Los tratamientos, desde entonces, han estado basados en el uso combinado de la veintena de fármacos disponibles, pertenecientes a una de estas dos familias. Años de terapia intensiva con unos y otros generaron, sin embargo, un problema que el T-20 ha venido a resolver. Un número importante de afectados, que se cifra en ese 5%, no respondía ya a las actuales terapias.

La nueva familia de medicamentos se llama inhibidores de fusión. «Su mecanismo de acción es completamente diferente» al de sus predecesores, explica Belén Garbayo, directora de la Unidad de Virología de Roche, la empresa fabricante de Fuzeon. El T-20 actúa en una fase de la enfermedad anterior a la que lo hacen las actuales terapias. Así, impide la entrada del virus en el interior de las células CD4 del sistema inmunitario.

Mejora de la calidad de vida

Los ensayos previos han constatado que este medicamento, en combinación con otros, permite la recuperación de las defensas perdidas y, como consecuencia, prolonga y mejora la calidad de vida del afectado. Más de 1.000 pacientes de todo el mundo participaron en las pruebas practicadas en los últimos años, de los que 111 fueron atendidos por los doce hospitales españoles que se sumaron a la iniciativa. La lista de centros incluye al hospital de Cruces, en Vizcaya; Trias i Pujol, en Barcelona; Carlos III, Doce de Octubre y la Paz, en Madrid; y Virgen del Rocío, en Sevilla, entre otros.

La única pega que desde el punto de vista terapéutico se ha detectado al T-20 está relacionada con su condición de ser el primer antirretroviral inyectable. Las punciones provocan irritación y dolor.

Desde una perspectiva puramente económica, tiene un inconveniente más. Los gobiernos autonómicos deberán reforzar sus presupuestos de Sanidad porque el coste anual del tratamiento alcanza los 18.672 euros, el triple de las actuales terapias. La compañía farmacéutica justifica el precio en el elevado coste de su producción. Según Belén Garbayo, Roche tuvo que construir unos laboratorios específicos para el T-20 en Colorado (EE.UU.) que fueran capaces de dar respuesta a la demanda del mundo occidental.

La razón fundamental de su alto precio es que se trata de «una de las moléculas más complejas que jamás haya diseñado la industria farmacéutica. Para conseguir un kilo de medicamento -detalla la viróloga- se precisan 45 de materia prima». Su proceso de fabricación química requiere, además, que se den «más de cien pasos, cuando lo normal son 10 ó 12».

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