📌 Ya estamos en WhatsApp y Telegram. ¡Entra y síguenos!
Te levantas con el cuello rígido y te tomas ese relajante muscular que le recetaron a una amiga para una contractura; sientes que el medicamento que te prescribieron para dormir ya no te hace efecto y decides, por tu cuenta, subir la dosis; te han prescrito unas cápsulas que te cuesta tragar y optas por abrirlas, vaciarlas y echarlas en el yogur; se te pasó la hora del antibiótico y lo resuelves tomando dos en la siguiente toma; te has ido de fin de semana, has olvidado tu pastilla para el colesterol y te tomas una similar de un familiar porque, total, los efectos serán los mismos…
Estos son solo algunos ejemplos de uso indebido de los medicamentos que se comenten con mucha frecuencia, pero hay muchos más.
Errores más habituales al tomar medicamentos
De la mano de Pablo Caballero, farmacéutico del área de divulgación científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, repasamos los errores más habituales que cometemos cuando tomamos fármacos, así como los riesgos que hay detrás de esa mala utilización.
¿Su primera recomendación? “Tener en cuenta que todos los medicamentos tienen algún riesgo de provocar efectos secundarios. Los médicos deben tenerlo en cuenta a la hora de prescribirlos, pero también nosotros debemos utilizarlos siguiendo fielmente la pauta indicada y entender que no hacerlo así puede tener consecuencias”. La norma general es que debemos tomar la dosis tal y como nos la han prescrito, pero hay distintas situaciones que se pueden presentar y nos volvemos “imaginativos”, con los riesgos que eso conlleva.
1. Se me ha olvidado
Si se te ha pasado la hora, la recomendación habitual es tomar el medicamento lo antes posible y, a partir de ahí, continuar la pauta.
“No debemos tomar dos dosis seguidas para compensar, porque estamos duplicando la dosis que necesitamos, provocamos un pico de medicamento en sangre y puede tener efectos adversos”, advierte Caballero. “Algunos fármacos tienen un margen más amplio, pero, en otros, tomar una dosis doble puede suponer un riesgo para la salud”, añade.
2. Si tomo dos, me hará más efecto
El caso más habitual es el del ibuprofeno. Durante décadas, la presentación habitual era de 600 mg, pero, desde hace unos años, es de 400 mg. Y esto ha llevado a que muchas personas consideren que, si toman dos, o si toman una pastilla y media, les “funcionará” mejor. “En España hemos estado acostumbrados a dosis muy altas y, por eso, nos da la sensación de que un comprimido de 400 mg es como agua. Pero, realmente, está demostrado que se trata de una dosis que, con menos efectos adversos, mantiene la misma eficacia. De hecho, en el resto de Europa la dosis habitual es de 200 mg”, señala Pablo Caballero.

3. No me hace nada
Hay fármacos que tienen el riesgo de generar tolerancia en quien lo toma de forma continuada; es decir, con el tiempo, van perdiendo su efecto.
“No es algo que pase con todos los medicamentos, pero sí, por ejemplo, con las benzodiazepinas (fármacos utilizados en el tratamiento de trastornos como la ansiedad o el insomnio): uno está tan acostumbrado a esa dosis que siente que necesita más. En ningún caso se nos puede ocurrir aumentar la dosis sin consultar con el médico. No es tanto una cuestión de efectos adversos, sino de otros riesgos; por ejemplo, están muy asociados a caídas en personas mayores. Si uno ve que no le hace efecto, lo primero es hablarlo con su médico y valorar las opciones”, recomienda el farmacéutico.
4. Lo disuelvo
La formulación y presentación de un medicamento no son un capricho del laboratorio, sino que tienen su función. Todos nos hemos encontrado alguna vez con el problema de una cápsula grande que se nos hace difícil de tragar. La tentación es la de vaciar su contenido y disolverlo en una bebida, pero no es una buena idea.
“Hay casos en los que este recubrimiento es fundamental, ya que va a proteger al medicamento de que el ácido estomacal degrade su principio activo. En otros casos sí es posible abrirlo y mezclarlo con yogur, agua o un zumo, pero la clave está en el prospecto: antes de abrir una cápsula, debemos leerlo y ver, en la forma de uso, si este fármaco es gastrorresistente (lo debe indicar en el prospecto) o si no hay problema en disolver su contenido”, aconseja el farmacéutico Pablo Caballero.
5. Lo muelo
Algo también habitual es moler las pastillas o comprimidos para facilitar su ingesta —o para camuflarla cuando se la damos a niños y a personas mayores—. “Normalmente no va a suponer un problema, pero hay que tener en cuenta que hay medicamentos que se liberan de forma controlada; algunos, por ejemplo, tienen una duración de 12 horas, de forma que se van liberando poco a poco. Si lo trituramos, eliminamos ese mecanismo y puede producir problemas de seguridad. Por otra parte, cuando molemos un medicamento solemos hacerlo sobre una superficie, y al final siempre se queda algo de dosis en ella”, comenta Caballero.
6. Lo parto

No todos los medicamentos se pueden partir. En general, podemos guiarnos por los que tienen una ranura, “que en la mayoría de los casos está precisamente para eso, para que sea más fácil. No obstante, hay muchos medicamentos sin ranura que también se pueden partir; por ejemplo, en el caso de anticoagulantes o fármacos para el hipotiroidismo, es habitual que al principio cueste encontrar la dosis precisa para un paciente y haya que dividir las pastillas, incluso en cuartos”.
Aquí, una vez más, la clave está en el prospecto: “Cuando un medicamento no se puede partir, vendrá indicado en las instrucciones de uso”, recuerda el farmacéutico.
7. Lo dejo cuando quiero
Si el médico ha prescrito una pauta, debe seguirse.
- Uno de los ejemplos más claros es el de los antibióticos, que han de tomarse durante todos los días que haya indicado el médico, y no dejarlos cuando notamos que ya estamos mejor y han desaparecido los síntomas. Con eso, estamos favoreciendo la aparición de resistencias bacterianas.
- Además, hay otros fármacos, como los corticoides, “que requieren una desescalada, una reducción gradual de la dosis; no se pueden dejar así como así”, comenta Caballero.
- En el caso de medicamentos psicotrópicos o ansiolíticos, “si se han tomado durante mucho tiempo y se retiran de forma brusca, puede haber un síndrome de retirada o de abstinencia”, advierte.
8. Me vale para más días
Hay medicamentos monodosis, como algunos colirios, por ejemplo, que utilizamos más de una vez porque no hemos utilizado todo su contenido. “Si se presenta en formato monodosis es por alguna razón. Normalmente, es por un riesgo de contaminación, algo importante dado que el ojo es muy sensible”, señala el experto.
9. Cambio la hora de la toma
En muchos medicamentos, la hora a la que debemos tomarlos no tiene mayor importancia. “Pero hay otros en los que sí puede afectar a su eficacia o absorción. Por ejemplo, la levotiroxina, que se usa para tratar el hipotiroidismo, se recomienda en ayunas; en los que se usan para el colesterol, siempre se ha recomendado tomarlos al acostarnos, ya que la síntesis de esta sustancia es máxima durante la noche y, de esta manera, nos aseguramos de que el fármaco va a tener su pico de concentración en el momento más adecuado. No obstante, ahora muchos son de larga duración y, por tanto, la hora de tomarlos es menos importante”, apunta el farmacéutico.