Sudores, taquicardias, respiración agitada y entrecortada, temblores, malestar de estómago, cefaleas, vértigos o agarrotamiento muscular son los síntomas habituales de los estadios de ansiedad y los más comunes de las personas que, por distintos motivos, temen ponerse al volante de un vehículo. Este pavor a conducir se conoce como amaxofobia y, pese al desconocimiento que sobre el tema se tiene en la sociedad en general, afecta al 33% de los conductores.
¿Qué es y a quién afecta?
La amaxofobia no es otra cosa que el miedo a conducir, “resultado de un proceso en el que la persona percibe el tráfico como una amenaza, siente a los demás conductores como peligrosos y se siente incapaz de afrontar el reto de conducir”, explica Javier Díaz, psicólogo clínico, profesor de autoescuela. Como en otros trastornos fóbicos, la respuesta huida-evitación produce en la persona una sensación de alivio de la ansiedad, que se mantiene por refuerzo negativo. Esta respuesta puede llegar a ser tan poderosa que se vive como la única para hacer frente al problema. Sin embargo, pese a tratarse de una fobia, “no se puede hablar de una fobia general, ya que no tiene carácter generalizado en la sociedad, como puede ser el miedo a volar”, explica Tomás Santa cecilia, psicólogo y director del departamento de Seguridad Vial del RACE, real Club Automovilístico de España.
Un estudio llevado a cabo recientemente por el Instituto MAPFRE de Seguridad Vial asegura que el 64% de las mujeres y el 36% de los varones conductores sufren esta patología que se manifiesta generalmente en forma de ansiedad y estrés. “La mayoría de las mujeres que tienen fobia a la conducción tienen entre 30 y 40 años. Son conductoras habituales, usan el automóvil ocasionalmente en vías urbanas y sienten pánico a las autovías y autopistas”, detalla Javier Díaz, quien añade que también son propensas a sufrir estas crisis “las que llevan mucho tiempo sin ponerse al volante y que, por necesidades laborales o personales, tienen que volver a hacerlo”. En cuanto a los hombres, el 25% de los varones con amaxofobia tiene una edad media de 35 años.
No obstante, es importante no confundir el miedo con el respeto y tener en cuenta que es normal sentir un cierto temor a conducir, puesto que al salir a la carretera siempre se corre un cierto riesgo. El problema surge cuando este miedo se lleva hasta la exageración. Según el estudio MAPFRE, “las mujeres son conscientes de situaciones en las que tienen miedo a conducir antes que los hombres”, pese a que en ellos es mucho más evidente la relación entre miedo a conducir y los accidentes de tráfico. En los varones, haber sufrido o presenciado un accidente representa el 40% de las causas que les impiden volver a sentarse al volante, mientras que en ellas, sólo alcanza el 25%. Además, los hombres sufren más en silencio esta fobia que las mujeres “sobre todo, porque conducir es un acto de virilidad y les avergüenza confesar que sienten miedo a coger un coche”, tal y como recoge el estudio.
El miedo a conducir se ha considerado como una manifestación, entre otras, de un trastorno más general denominado agorafobia, que hace referencia a aquellas manifestaciones de angustia excesiva que producen las situaciones que no permiten escapar de ellas.
Causas más comunes
Tal y como explica Tomás Santa Cecilia, desde el RACE, “las causas pueden ser diversas y pueden aparecer en cualquier etapa de la vida ante un episodio traumático”. Y es que “no existe una respuesta contundente que explique dónde está o cuál es el origen de este miedo a conducir. Siempre nos queda la duda de si la persona estaba predispuesta por otros factores psicológicos a la aparición de la misma”, corrobora Javier Díaz. No obstante, este psicólogo explica que hay tres situaciones que ha estudiado como desencadenantes habituales de esta fobia. Son las siguientes:
Aparición de ataques de pánico. En esta categoría se agrupan la mayoría de los amaxofóbicos. Muchos de ellos llevaban años conduciendo sin haber experimentado síntoma alguno hasta que surge de repente y, aparentemente, sin motivo alguno. “A raíz de sufrir una primera crisis de ansiedad o estrés, se van desarrollando nuevas manifestaciones como el miedo a volver a experimentar un ataque, pensamientos ansiógenos ante ciertas situaciones generadas por el tráfico y, pensamientos de pesimismo acerca de la capacidad de controlar su miedo y sobre uno mismo”. Esta forma de pensar “beneficia” el mantenimiento del miedo y bloquea a la persona.
Los accidentes de tráfico. En muchos casos son de por sí traumáticos, “no siempre generan los mismos resultados. Según la intensidad del incidente, es normal sufrir una crisis aguda de estrés de relativa duración, aunque en algunos casos se prolonga generando un trastorno denominado estrés postraumático y desembocando en la amaxofobia”, explica Díaz.
La deficiente preparación de los conductores. Genera otro tipo de miedo que hace que con el paso del tiempo las personas dejen de conducir por sentirse inseguros de lo que hacen. Además, en el caso de las mujeres, la amaxofobia va ligada en un alto porcentaje de los casos a padres o maridos exigentes y/o dominantes, que les debilitaron la autoestima, y a primeras experiencias con un alto grado de estrés y ansiedad.
Pero, además de los factores intrínsecos de uno mismo, hay circunstancias ajenas al conductor que pueden provocar la aparición de esta patología. “Conducir bajo factores climatológicos adversos, condiciones de tráfico denso, circulación nocturna, la responsabilidad de llevar ocupantes en el coche, sobre todo niños, desplazarse en un vehículo con poca potencia o prestado” son situaciones que predisponen a la amaxofobia, según la investigación del Instituto MAPFRE de Seguridad Vial.
Cómo afrontarlo
El principal problema de la amaxofobia es que limita la libertad de las personas, su forma de actuación y su estilo de vida, ya que en muchas ocasiones se acaban abandonando actividades de ocio con tal de no utilizar el vehículo. El miedo es el resultado de una serie de ideas que lo desencadenan, “ideas que activan reacciones emocionales, fisiológicas y motoras que se manifiestan en una conducta que lleva a evitar la situación temida”, asegura Díaz. Las personas amaxofóbicas tienden a anticipar lo que les va a ocurrir, lo que no favorece la mejora de la situación. “No piensan con claridad e interpretan todo como una agresión”, añade.
Muchas personas que sufren esta fobia tratan de corregirla volviendo a la autoescuela a recibir clases, pidiendo ayuda a familiares y, en algunos casos, acudiendo a la consulta de un psicólogo. “Lo que está claro es que sí tiene remedio”, aseguran desde el RACE, “mediante técnicas terapeutas enfocadas a reducir las respuestas de ansiedad y a la vez eliminar las conductas motoras de evitación”.
Algo en lo que coincide Javier Díaz, quien asegura que esta fobia requiere de un múltiple abordaje. Por un lado, hay que modificar las ideas sobre la amenaza del tráfico y el resto de conductores y, por otro, cambiar la autopercepción de competencia por parte de la persona y, finalmente, suprimir y evitar la respuesta de huida en el tráfico.
Para ello, el tratamiento es recomendable realizarlo en varias etapas:
- En primer lugar el psicólogo habla con el afectado para tratar de ver por qué se ha llegado a esta situación.
- Después se utiliza un vehículo adaptado con el se comienza a circular por zonas tranquilas.
- En tercer lugar el afectado comienza de nuevo a conducir su propio vehículo en compañía del psicólogo y finalmente el paciente comienza a circular en solitario mientras el terapeuta le sigue en otro vehículo de cerca.
“El objetivo final es que el sujeto, poco a poco, sea capaz de desarrollar una autoexposición de manera controlada y autónoma”. Y se consigue, ya que entre el 90% y el 95% de los afectados superan su miedo. No obstante, siempre está bien seguir algunas recomendaciones que ayudan a evitar estas situaciones de amaxofobia en personas propensas a sufrirla, como evitar el consumo de alcohol y de medicamentos si se va a conducir.