El diagnóstico genético preimplantacional (DGP), una técnica de laboratorio consistente en seleccionar embriones sanos antes de ser transferidos al útero materno, puede evitar la mayoría de las malformaciones hereditarias y alteraciones cromosómicas, según se ha puesto de manifiesto en un reciente simposio de reproducción asistida, donde los expertos han coincidido en manifestar las ventajas de esta técnica frente a otras tradicionales.
El método se basa en la extracción de una sola célula de cada embrión, procedimiento que se presenta como alternativo al diagnóstico prenatal, que requiere miles de células. Como desventaja, los resultados del diagnóstico prenatal se conocen pasadas varias semanas.
El diagnóstico preimplantacional se realiza si existe la sospecha de que los embriones no son normales. Requiere que la pareja se someta a un tratamiento de fecundación «in vitro», lo que supone un tratamiento hormonal para obtener varios ovocitos. Éstos son fecundados con el esperma del varón, y los embriones resultantes se mantienen en cultivo en un incubador. En el tercer día de desarrollo los embriones están formados por entre 4 y 10 células (blastómeros). En ese momento se practica una biopsia (obtención de un blastómero) de cada embrión y un análisis genético. Si el blastómero no está aquejado por una anomalía cromosómica, el embrión del que se obtuvo tampoco lo estará. Los embriones que se diagnostican como sanos o cromosómicamente normales pueden transferirse al útero, para conseguir en último término niños sanos.
Según Santiago Munné, director del laboratorio de Diagnóstico Genético Preimplantacional Reprogenetics LLC de Nueva Jersey (EE.UU.), esta técnica se utiliza como complemento de la fecundación «in vitro» si se presume que los embriones no son normales. De esta manera, se puede soslayar el nacimiento de un niño con problemas físicos o retraso mental.
