Los riesgos del «piercing»

Esta práctica puede ser fuente de infecciones si no se siguen unas normas adecuadas
Por EROSKI Consumer 16 de enero de 2002

Como publicábamos ayer, un estudio de una prestigiosa clínica estadounidense ha vuelto a poner sobre la mesa los riesgos del «piercing», una práctica muy extendida hoy en día entre los jóvenes de todo el mundo. Hasta hace poco, los lóbulos eran prácticamente la única zona del cuerpo que se perforaba, pero ahora no es extraño ver ombligos, cejas, lengua, labios e incluso genitales adornados con anillos y pendientes. El desconocimiento y el escaso control al que se somete a los establecimientos que practican el «piercing» ha extendido prácticas que pueden considerarse nocivas para la salud.

Una correcta esterilización del material que se va a utilizar es el primer paso para una perforación con éxito. «Hay una primera esterilización en frío, luego un limpiador ultrasónico, el envase de todo el material y el autoclave, que somete los objetos a una elevada temperatura y que pasa por un control de esporas mensualmente», explica Javier, perforador de un local bilbaíno, quien advierte del riesgo de utilizar pistola.

«Este instrumento no está pensado para poder ser esterilizado y, al usarse con varias personas, puede tener microsalpicaduras no visibles, por lo que de poco sirve que el pendiente sea estéril».

El material del propio objeto a implantar es también un aspecto a tener en cuenta. El titanio, el niobio, el acero quirúrgico y el oro de más de 14 quilates son «metales que el cuerpo tolera muy bien y que no se degradan», asegura Carlos Valdés, cirujano plástico. Y los más recomendables, ya que se trata de materiales con un nivel muy bajo de níquel, elemento que puede provocar reacciones alérgicas. Aunque existen «piercing» de plata, hueso e incluso de madera, éstos «no son adecuados para una primera perforación».

Buenos acabados

Al tratarse de un objeto que permanece durante mucho tiempo en contacto con la piel, la correcta elección de la pieza constituye una garantía. «Cada anillo o pendiente tiene que adecuarse a la zona donde se va a introducir, debe estar bien diseñado y acabado, sin muescas que puedan dañar la región», subraya el perforador.

El tamaño y el lugar de colocación de anillos y pendientes es también muy importante. «Un aro debajo del labio inferior debe tener un grosor mínimo de 1,6 milímetros. Si es más fino, puede rajar el labio por su zona interior. Un pendiente en la lengua no puede colocarse en una zona muy profunda, puesto que la trayectoria del objeto no sería la adecuada y podría crear acumulación de tejidos y células muertas que abultan la zona de cicatrización», explica Javier.

Médicos y profesionales del «piercing» insisten en que no existen más riesgos en una u otra parte del cuerpo, aunque éstas sí reaccionan de diferente manera a la perforación y la herida no tarda lo mismo en cicatrizar.

«Las zonas de mucosas -como labios, lengua y genitales-, al ser tejidos blandos, tienen más capacidad de hincharse, pero es algo normal», indica Carlos Valdés, quien confiesa que, «en la ceja podría pillarse un nervio, pero es complicado que eso ocurra; debería haberse hecho de una manera muy salvaje».

Una vez realizado el «piercing», una cuidada higiene de la zona -«como sucede con cualquier otra herida, lavarla es fundamental», apostilla el cirujano plástico- y evitar el roce continuado resultan imprescindibles para evitar posibles complicaciones.

Ponerse o quitarse uno de esos adornos es algo sencillo, aunque peligroso si las condiciones higiénicas no son las adecuadas. «Lo normal es que el orificio se cierre sin problemas, aunque pueden aparecer quistes de inclusión epidérmicos, una especie de grano doloroso que se inflama y que aparece como consecuencia de la piel que en ocasiones queda dentro una vez cerrados los orificios», explica Valdés.

Salud e higiene

Como práctica ampliamente extendida en nuestro país, el aumento de la demanda del «piercing» debe ir ante todo, recalcan los expertos, unido a la exigencia de unas adecuadas condiciones higiénicas y a la formación de los profesionales.

En este sentido, el doctor Ignacio Antepara, jefe de la Unidad de Alergias del hospital de Basurto, en Bilbao, es partidario de la apertura de un registro de control sanitario que garantice las mínimas condiciones de salud e higiene de los locales donde se realizan las perforaciones cutáneas.

«A los profesionales que se dedican a esta actividad deben exigírseles unos mínimos de higiene y esterilización del material utilizado», y añade, «no les pido siquiera un título, sino que sepan usar el material y matar las bacterias».

Este experto recomienda no poner «piercings» a aquellas personas alérgicas al níquel y a las que tengan acné, porque cuentan con más probabilidades de sufrir infecciones.

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