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La biología de la mujer y el hombre es distinta en muchos aspectos. ¿Cómo influye en la manera de enfermar, en los síntomas o en el efecto de los tratamientos?
Nuestra fisiología es distinta, sobre todo por la variabilidad hormonal que tenemos a lo largo del ciclo vital, un hecho que influye, por ejemplo, en el efecto de los fármacos. La acción de los antibióticos, sin ir más lejos, varía según el periodo del ciclo fértil.
¿Tiene algo que ver la genética?
También, porque no somos iguales genéticamente y esto condiciona la farmacogenética de los fármacos. Las mujeres tomamos un principio activo y lo retenemos en la grasa y tarda más ser digerido, por ejemplo; se excreta más tarde en las mujeres que en los hombres.
¿Todo esto se tiene en cuenta en los ensayos clínicos de los medicamentos?
No siempre, a pesar de que la legislación obliga a que haya paridad de sexos en los ensayos. Con frecuencia hay poca representación de las mujeres, y el resultado de la evaluación de los fármacos se basa en muestras eminentemente masculinas que se extrapola a las mujeres, dando por supuesto que van a tener el mismo resultado y similares efectos adversos. No tiene por qué ser así por la interacción hormonal que apuntaba antes. En los ensayos se evalúa la eficacia, la seguridad, la tolerancia y los efectos adversos de un principio activo, y pueden variar, y mucho, de un sexo al otro.
¿Las enfermedades se manifiestan de distinta manera en mujeres y hombres?
Hay patologías que empiezan antes en un sexo respecto al otro, y otras presentan signos y síntomas diferentes y se diagnostican mejor en hombres que en mujeres. Un ejemplo es el infarto. Los hombres tienen vasos sanguíneos más grandes que las mujeres. Esta diferencia ha sido determinante en el diagnóstico porque un electrocardiograma detecta peor un infarto en los vasos sanguíneos pequeñitos que en los grandes.
¿Los síntomas son muy distintos en el infarto?
En los hombres se expresa con dolor precordial e irradiación hacia el brazo izquierdo, pero en las mujeres no es así, los signos y síntomas son más inespecíficos. Entonces, le llaman infarto atípico.
¿Atípico por qué, porque no presenta los síntomas que tiene en el hombre?
La misma enfermedad se comporta de manera diferente según el sexo, y es necesario que eso lo reflejen los manuales de medicina en el apartado de diagnóstico diferencial.

¿Desde cuándo hay evidencia de ese sesgo de género?
Se evidenció gracias a un estudio que se publicó en 1991 en el The New England Journal of Medicine. La investigación, centrada en la atención sanitaria en 80.000 casos de infarto, demostró que el esfuerzo diagnóstico y terapéutico en las mujeres era menor que en los hombres. Así, una angiografía coronaria y las pruebas de revascularización se hacían a más hombres que a mujeres con el mismo problema cardiovascular.
¿Por qué ocurría esto?
Eso me planteé entonces. Como médica no pensaba que pudiera haber desigualdades en la toma de decisiones sobre el diagnóstico y el tratamiento, tratándose del mismo problema de salud y de la misma necesidad sanitaria, pero así era. Aquello me marcó tanto que cambié mi línea de investigación.
¿Cuál es el objetivo de una medicina que tenga en cuenta el género del paciente?
Hablamos de una medicina basada en la evidencia, en el sentido de que se aplique el conocimiento existente. Por desgracia, en muchas cosas todavía no se aplica a pesar de que la evidencia científica que hay en este momento es mucha. El objetivo es la igualdad o la equidad en la salud, una atención sanitaria ajustada a la necesidad.
¿Las mujeres son invisibles para muchas áreas de la medicina?
Las mujeres son invisibles en muchas enfermedades. Por ejemplo, en la espondiloartritis que hemos investigado con el equipo del reumatología del Hospital General de Alicante. En las mujeres es más frecuente la espondiloartritis periférica, que afecta a los talones y a las manos, mientras que en los hombres lo es la espondiloartritis axial, que daña la columna vertebral y es muy discapacitante. Sin embargo, como hasta hace 20 años solo estaba descrita la axial, la periférica muchas veces sigue pasando inadvertida y no se diagnostica precozmente.
¿Cuánto tarda en diagnosticarse esta enfermedad en las mujeres?
Entre seis y nueve años, según el metaanálisis que hicimos de los estudios publicados en las revistas de reumatología de referencia.
En general, ¿el retraso diagnóstico es superior en las mujeres que en los hombres?
La Universidad de Copenhague hizo un seguimiento de los diagnósticos hechos por el sistema sanitario danés durante 21 años, y se dieron cuenta de que había mayor demora en el diagnóstico de las enfermedades en mujeres que en hombres, exceptuando la osteoporosis, donde el infradiagnóstico en los hombres era mayor. Las mujeres son peor diagnosticadas que los hombres en cientos de patologías.
¿Qué consecuencias tiene la demora diagnóstica?
Esto es muy importante tanto en mujeres como hombres, porque a veces deambulan por el sistema sanitario y se les da un diagnóstico erróneo. En el caso de la espondiloartritis hemos visto que en las mujeres se confunde con frecuencia con la fibromialgia o con la artritis reumatoide. Además, la diferencia en la atención entre hombres y mujeres era radical. A los hombres les acompañaba hasta el jefe al médico, les cambiaban de puesto de trabajo y les facilitaban solicitar la jubilación anticipada por invalidez. En definitiva, había un cierto entendimiento de la vulnerabilidad que provocaba la patología.
¿Qué pasaba en las mujeres?
Desafortunadamente, solo a tres de las 54 mujeres tratadas se las reubicó en otro puesto de trabajo, y eran enfermeras. En el caso de las que tenían empresas, muchas acababan cerrándola.
Ha hablado de un peor diagnóstico de cientos de enfermedades entre las mujeres. ¿Qué consecuencias tiene en la mortalidad?
Cuando el diagnóstico se retrasa y no se adoptan las medidas terapéuticas oportunas, la mortalidad aumenta, por supuesto. Ignorar la medicina de género hace que mueran más mujeres. Por ejemplo, en el infarto, la literatura científica ha evidenciado que la tasa de muerte hospitalaria es mayor en mujeres que en hombres porque ingresan más graves en el centro. En un infarto cada minuto cuenta. Pues bien, cuando una mujer lo sufre, tarda en ser atendida una media de tres horas, mientras que un hombre recibe atención en dos horas y media.
¿Cuándo cambiará esta visión de la medicina centrada básicamente en el hombre?
Los cambios son progresivos. Suele decirse que un paradigma tarda en modificarse alrededor de 30 años, y aunque se ha avanzado, nos queda todavía mucho por recorrer para que el conocimiento existente se aplique.