Orinarse en la cama

Mojar la cama es un trastorno común en muchos niños, situación que puede ocasionar problemas en sus relaciones sociales, pero que suele curarse fácilmente con tratamiento adecuado
Por Blanca Álvarez Barco 17 de abril de 2006

Levantarse por la mañana y comprobar que la cama está mojada es un grave problema para muchos niños y niñas cuando han superado los cinco o seis años de edad. La enuresis nocturna, como se conoce esta alteración y que puede tener su origen tanto en factores fisiológicos como psicológicos, afecta al 35% de los niños. Es un trastorno cuyos casos más persistentes deben ser tratados médicamente, aunque un 15% de los pequeños lo supera sin necesidad de tratamiento.

Causas

La enuresis nocturna monosintomática, como se conoce científicamente al hecho de orinarse en la cama, es la descarga involuntaria y persistente de orina durante la noche tras haber superado los 5 ó 6 años, siempre que no haya indicios de una patología orgánica que origine la micción. Así lo indica la doctora Susana Rivas, uróloga del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, quien añade que se trata de un trastorno y no de una enfermedad, aseveración con la que coincide el sevillano José Antonio Castro Anguita, psicólogo infantil especialista en enuresis.

Causas

Mojar la cama por la noche es un problema que no tiene un solo origen, sino que responde a causas multifactoriales, según señalan ambos profesionales. Éstas pueden ser:

Psicológicas: La ansiedad puede provocar en muchas ocasiones las pérdidas de orina, incluso en niños que ya no mojaban la cama desde hacía tiempo. Comenzar a ir al colegio, un cambio de vivienda, problemas familiares de diversa índole o la llegada de un bebé a casa pueden ser el revulsivo para la aparición de este trastorno.

Fisiológicas: La micción descontrolada puede deberse a la inmadurez, así como a alteraciones o malformaciones del sistema urológico. Cuando es este el caso, muchas veces se producen también pérdidas de orina durante el día. El control voluntario de los esfínteres comienza entre los quince y dieciocho meses y el primer signo de control voluntario es la concienciación del niño, el darse cuenta de que se ha mojado, incluso, señalándose la zona húmeda.

Herencia genética: Los niños cuyos padres se han orinado en la cama después de los seis años, tienen más posibilidades de padecer enuresis nocturna. Si ambos progenitores tuvieron el problema, existe un 70% de probabilidades de que su hijo también sufra enuresis, posibilidad que baja hasta un 40% si sólo uno de los padres padeció el trastorno.

Ya sea por unas u otras causas, el problema no afecta del mismo modo a ambos sexos, y es más frecuente entre los varones que entre las mujeres. Así, los estudios realizados hasta el momento señalan una incidencia del 20% en el caso de los niños, porcentaje que desciende hasta el 15% entre las niñas. Entre el porcentaje restante de la población infantil las pérdidas de orina durante la noche son también frecuentes, pero no puede considerarse que sufran enuresis nocturna monosintomática.

Consecuencias

Orinarse por la noche es normal entre niños y niñas y no hay una regla general para decidir a partir de qué edad se considera un problema, ya que según explica en sus estudios Carmen Bragado, vicedecana de la facultad de Psicología de la Universidad Complutense y experta en enuresis, no todos maduran al mismo tiempo y cada niño requiere un ritmo distinto de crecimiento, tanto para dejar de orinarse encima como para comer solo, vestirse… Sin embargo, puede establecerse como norma general que si se superan los seis años y el niño continúa haciéndose pis por las noches, es posible que sufra este trastorno, que puede ser de dos tipos:

  • Enuresis Primaria: Es el tipo de enuresis más frecuente, cuando no se ha producido el control de la micción durante, al menos, un período de seis meses.
  • Enuresis Secundaria: Es la que se produce tras haber conseguido un control de seis meses o un período superior.

La falta de control de la micción puede provocar problemas psicológicos en los niños que lo padecen, especialmente a la hora de relacionarse socialmente, según señala la doctora Rivas, ya que cuando un niño moja la cama, se suele pensar que su incapacidad para controlarse le coloca en una posición inferior respecto a sus compañeros. En realidad, el problema puede deberse a la inmadurez fisiológica, o bien a falta de aprendizaje. El psicólogo José Antonio Castro Anguita asegura también que el control de los esfínteres y la adquisición de hábitos de limpieza supone un gran impulso para el desarrollo de su personalidad

El control de los esfínteres y la adquisición de hábitos de limpieza supone un gran impulso para el desarrollo de su personalidad

puesto que el niño se siente orgulloso de su logro, lo que le proporciona más seguridad en sí mismo, más autonomía personal y mayor autoestima. Asimismo, Castro asegura que conseguir controlarse es una vivencia “muy gratificante para los padres y un factor positivo para las relaciones en el seno familiar”. Por este motivo, entre los niños que se hacen pis durante la noche, así como entre sus padres, son comunes los sentimientos de fracaso, culpa y vergüenza. En ocasiones el pequeño recibe riñas por parte de los adultos, que le hacen responsable de un problema que el niño no puede controlar, lo que empeora aún más la situación. En general, como sostiene el psicólogo sevillano, el enurético nocturno se siente mal: frustrado, diferente a los demás, ansioso, retraído, inmaduro, falto de autonomía personal… lo que provoca que sus niveles de ansiedad y de autoestima se vean alterados, aunque el grado de afectación depende de varios factores:

  • Edad: A partir de ocho o nueve años, las posibilidades de afección se disparan.
  • Sexo: Las chicas lo llevan mejor que los chicos hasta los once o doce años; a partir de este momento se invierten los términos.
  • Actitudes familiares: La intolerancia y la incomprensión familiar retroalimentan negativamente a los enuréticos nocturnos.
  • Perspectivas de “curación”: Muchos mejoran antes de iniciar cualquier tratamiento, simplemente al planteárseles expectativas positivas.

Tratamientos

Los pequeños no mojan la cama por un período de tiempo indefinido. Sólo el 3% de los adultos mayores de 20 años continúa teniendo problemas para retener su orina durante la noche.

Sólo el 3% de los adultos mayores de 20 años continúa teniendo problemas para retener su orina durante la noche

En el resto de casos, como indica la doctora Rivas, “tarde o temprano se deja de mojar la cama porque es un proceso de aprendizaje que puede costar más a unos niños que a otros”.

Sin embargo, cuando en niños mayores de seis años la incapacidad de contener la orina durante la noche se convierte en una situación habitual, los expertos opinan que se debe consultar con un urólogo infantil para descartar la existencia de problemas fisiológicos, tal y como señala esta profesional. Para ello, al niño se le realiza un estudio completo que comprende ecografías, análisis de sangre y orina para detectar posibles problemas en la vía urinaria. Si los resultados son negativos, muchos expertos consideran que es necesario llevar a cabo un tratamiento, que en cualquier caso debe ser específico para cada situación concreta. Los tratamientos más utilizados, según la National Kidnney Foundation de Estados Unidos son:

  • Ingerir menos líquidos antes de dormir: No permitir que los niños beban grandes cantidades antes de acostarse.
  • Despertar al niño a una hora determinada para que vaya al baño: Acostumbrar al niño a ir al baño siempre a la misma hora.
  • Realizar ejercicios de retención.
  • Alarmas de humedad: Es un aparato electrónico consistente en un detector de humedad que se coloca en la ropa interior y una alarma sonora que se activa cuando la orina cierra el circuito eléctrico.
  • Medicación: Es la opción menos recomendable, empleada en los casos más severos.

El psicólogo José Antonio Castro asegura que antes de iniciar un tratamiento es fundamental una evaluación inicial mediante una entrevista con los padres y otra con el pequeño para descartar la existencia de patologías fisiológicas. Posteriormente, el tratamiento que considera adecuado consiste en indicar pautas conductuales básicas tanto al enurético como a la familia, ejercicios de retención y contención, así como el uso de dispositivo de alarma. Susana Rivas, uróloga del Hospital Gregorio Marañón, opina que el tratamiento no es indispensable, y su función es acelerar un proceso que llegaría de modo natural tarde o temprano. Según los datos que maneja la uróloga cada año un 15% de los casos remite de manera espontánea. Y, según afirma, aunque no recibieran tratamiento, el 100% de los casos se superaría sin ningún tratamiento.

Conviene tener en cuenta, no obstante, que si no se supera el problema puede tener repercusiones en el niño o niña, que dependerán de su carácter, de su personalidad y de la existencia o no de trastornos previos. Tras la resolución de la enuresis suelen desaparecer las alteraciones psicoemocionales surgidas durante el período enurético, salvo en los niños con alteraciones anteriores, en quienes este trastorno puede funcionar como amplificador de las mismas.

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