Gingivitis

La infección de las encías aumenta la posibilidad de perder los dientes o padecer un infarto de miocardio
Por Azucena García 29 de marzo de 2004

Caracterizada por la inflamación y el sangrado de las encías, la gingivitis es una de las enfermedades más frecuentes y, sin embargo, menos tratada. Es una infección indolora que suele pasar desapercibida, incluso para los propios afectados, si bien sus consecuencias pueden resultar irreversibles. Una adecuada higiene bucal y un tratamiento precoz son la mejor solución para evitar la pérdida de los dientes y otros trastornos como el infarto de miocardio o el nacimiento de bebés prematuros.

Características

La gingivitis es la causa más común de las denominadas enfermedades periodontales, aquellas que afectan a los tejidos que rodean y sujetan a los dientes y que suelen causar inflamación e infección en las encías.

Constituye una de las dolencias más comunes, causada por la acumulación de placa en los dientes, y las posibilidades de padecerla aumentan con la edad -alrededor del 10% de los pacientes tienen entre 30 y 40 años, mientras que cerca del 30% cuenta con edades comprendidas entre los 50 y los 60 años-. “También es muy frecuente su aparición en niños, a los que afecta entre un 60% y un 67%, si bien en su mayoría se trata de casos leves que tienen una curación total si se siguen las normas adecuadas de higiene”, añade el presidente de la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (SEPA), Julio Galván.

Se caracteriza por la ausencia de dolor intenso, de manera que, a menudo, los afectados no son conscientes de su existencia, y cuenta con el enrojecimiento, hinchazón y sangrado de las encías como principal rasgo.

Cuando la gingivitis evoluciona, suelen aparecer otros síntomas como la retracción de las encías, movilidad y separación de los dientes, aumento de la sensibilidad al frío, mal aliento y aparición de flemones. Asimismo, cabe la posibilidad de que el hueso se destruya paulatinamente, lo que puede suponer la pérdida de las piezas, bien por la necesidad de extraerlos debido a su inestabilidad o porque se caigan por sí mismos.

“Especialmente en pacientes inmunodeprimidos o con enfermedades como el Sida se pueden plantear problemas de carácter serio. Es necesario estar muy atento ya que el SIDA, por ejemplo, puede debutar con una gingivitis”, alerta Galván.

Detectar la enfermedad

A pesar de que la gingivitis se relaciona a menudo con la ausencia de dolor, existen varias pistas que pueden ayudar a reconocer la existencia de la enfermedad:

Sangrado de las encías. Espontáneo o al pasar el cepillo de dientes, aunque sea de manera suave, el sangrado de las encías no es algo normal, sino que denota un problema de infección.

Movilidad de las piezas. Los dientes deben permanecer fijos en las encías y sólo en circunstancias especiales puede detectarse cierta inestabilidad, como en el caso de que el paciente se esté sometiendo a un tratamiento de ortodoncia.

Mal aliento o halitosis. La periodontitis produce ciertas bacterias que causan la expulsión a través del aliento de compuestos de azufre (que da mal olor a los gases). Además, la acumulación de pus en los flemones produce una sensación de mal sabor de boca y mal aliento.

Alteración de las encías. Cuando las encías aparecen hinchadas o con un color rojo brillante en lugar del habitual rosado, es el momento de acudir al especialista para que realice una revisión a la dentadura.

Prevención y tratamiento

Factores como el tabaco, el estrés y el mal cuidado bucal suponen un riesgo inminente para la aparición de la gingivitis, cuya evolución depende de los propios afectados. Los casos de evolución rápida suelen corresponder a los pacientes más jóvenes, que pueden perder los dientes en apenas cinco años, mientras que en otros casos la evolución puede suponer un proceso más lento.

Para evitar esta situación, los especialistas aconsejan una adecuada higiene oral, que debe incluir el uso habitual de la seda dental una vez al día y la visita periódica al dentista, de carácter semestral para los más jóvenes y anual para aquellos adultos que no muestran tendencia a problemas bucales. “Además, una dieta sana y completa que incluya las principales vitaminas ayuda a evitar la aparición de la infección”, precisa Galván.

En el caso de las mujeres, la tarea de prevención debe ser más minuciosa, ya que ciertas situaciones en las que se producen cambios hormonales importantes predisponen a las encías a padecer alguna enfermedad. “Las más características son las asociadas al embarazo, consumo de anticonceptivos y ciertos momentos del ciclo ovárico. Estas situaciones se relacionan con la capacidad de las hormonas femeninas de modificar la respuesta de la encía a la infección, haciéndola más vulnerable y que se manifieste de forma clínica mas aparente”, explica el director de la Unidad de Difusión de la SEPA y presidente del Colegio de Odontólogos de Granada, Blas Noguerol.

En concreto, entre el cuarto y el octavo mes de gestación se produce un aumento de las posibilidades de padecer gingivitis, si bien en el caso de que la encía estuviera sana antes del embarazo, permanecerá sana durante los siguientes nueve meses.

Conviene no olvidar, por otro lado, que la gingivitis constituye una enfermedad hereditaria y, por tanto, existe una predisposición individual condicionada por la genética, por lo que las personas que cuenten con afectados entre sus familiares deberán extremar las precauciones y ser más escrupulosas en la higiene oral.

Tratamiento

Ante la emisión de un diagnóstico, el dentista es el único profesional capacitado para determinar si el paciente padece la enfermedad o no, así como el tratamiento más adecuado. Sólo él puede valorar el grado de infección de las encías y el estado en el que se encuentra la dolencia.

En este sentido, Noguerol recomienda que, una vez que la gingivitis se ha manifestado y el dentista la ha detectado, “además de reinstaurar lo antes posible la higiene bucal, se debe realizar una eliminación profesional del sarro y limpiezas periódicas en el dentista, con un pulido minucioso”.

El primer paso debe ser, por lo tanto, cepillar los dientes cada día después de cada comida y recurrir al hilo dental para eliminar los restos de comida escondidos entre los dientes. Los enjuagues bucales también ayudan a mantener sanas las encías y contrarrestan los efectos de la placa o sarro.

Controlada la infección, la destrucción del hueso se detiene y el paciente cuenta con mayores posibilidades de mantener las piezas, cuyo aspecto dependerá de la cantidad de hueso destruido y de un tratamiento más o menos precoz. Nuevas técnicas de curación permiten, incluso, la regeneración de los tejidos afectados y el control total de la infección, lo que facilita que el paciente conserve sus dientes y pueda llegar con ellos hasta los 70 años.

En los casos más graves, sin embargo, la movilidad de las piezas persiste pese al tratamiento al no poder ser recuperado el hueso, aunque es posible mantener el soporte óseo. Así, los dientes que presentan inestabilidad durante el diagnóstico suelen perderse a medio o largo plazo, mientras que las cifras hablan de un 52% de la población desdentada parcialmente a los 40 años y un 41% de desdentados totales a los 60 años.

Relación con otras dolencias

A pesar de que no es frecuente que la gingivitis afecte al estado de salud del paciente, sí puede provocar consecuencias muy negativas en aquellos que presenten enfermedades sistémicas crónicas como la diabetes, las enfermedades cardíacas o las circulatorias, y aumentar el riesgo de padecer infartos de miocardio o de gestación de niños prematuros y de bajo peso.

“En el caso de la diabetes, la gingivitis puede dar lugar a un aumento de los denominados mediadores de la inflamación; el organismo reacciona ante la infección manteniendo más altos los niveles de los mediadores, lo que puede alterar la diabetes y favorecer además el infarto de miocardio”, señala Galván.

En este sentido, diversas investigaciones relacionan las enfermedades cardiovasculares con infecciones crónicas como la gingivitis, debido a que la presencia de bacterias en las bolsas periodontales (flemones) no tratadas pasan con frecuencia a la sangre mediante actos tan sencillos como la masticación.

Asimismo, las enfermedades periodontales no tratadas se relacionan con casos de osteoporosis, sobre todo en las mujeres, y el nacimiento de bebés prematuros y de bajo peso, así como con otro tipo de infecciones más graves y dolorosas.

En lo que se refiere al resto de problemas bucales, una vez terminado el tratamiento periodontal, desde el Consejo General de Odontólogos se aconseja realizar los empastes o reposiciones de piezas que se habían pospuesto y poner en marcha un nuevo tratamiento de ortodoncia que sirva para posicionar los dientes que se habían movido.

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