Entrevista

Juan Pérez Cajaraville, algólogo de la Clínica Universitaria de Navarra (Pamplona)

Combatir el dolor en la tercera edad es posible y necesario
Por Jordi Montaner 30 de marzo de 2010
Img juan perez cajaraville
Imagen: CONSUMER EROSKI

Juan Pérez Cajaraville es un especialista en Anestesia, pero reivindica la algología como especialidad. Esta rama de la medicina se centra en el estudio, diagnóstico y tratamiento del dolor, así como de sus manifestaciones asociadas, ya sea mediante terapias no farmacológicas (ejercicio físico, aplicación de frío y calor) o con fármacos (analgésicos opioides y no opioides, antidepresivos y anticonvulsionantes). Las unidades de dolor, donde se realiza esta tarea, se extienden poco a poco en España. En esta unidad de la Clínica Universitaria de Navarra, en Pamplona, lleva a cabo su cometido este especialista. EROSKI CONSUMER le entrevista en Barcelona, a propósito de un máster sobre “Fisiopatología y tratamiento del dolor en el paciente anciano” organizado, entre otras instituciones, por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

El término “algología” se conoce muy poco. ¿En qué consiste esta disciplina?

Deriva del vocablo griego “algos”, que significa dolor. En la práctica diaria, se habla casi siempre de clínica del dolor y de especialistas en terapia del dolor.

¿Es, por lo tanto, una nueva especialidad médica?

“Cuando el dolor impide vivir de forma digna, debe combatirse con todos los medios”

En países como Nueva Zelanda ya se reconoce de forma oficial. En otras naciones, como Reino Unido, está en proceso de constitución. Sin embargo, es una especialidad muy reciente que se nutre sobre todo de anestesistas pero que, a través de las sociedades científicas nacionales y continentales, se reivindica con un carácter pluridisciplinario.

¿El dolor está asociado de forma irremediable al envejecimiento?

Esto es un mito que debemos erradicar. Los ancianos no tienen que sufrir dolor a consecuencia de su edad. Disponemos de tratamientos y de medidas rehabilitadoras destinadas a garantizar su sosiego y una calidad de vida digna.

Algunas personas asumen que el dolor es propio de la última etapa de vida.

Están equivocados. El dolor no es exclusivo de ninguna etapa vital y, en todas, puede abordarse desde la medicina con plenas garantías. Cuando el dolor impide vivir de forma digna, debe combatirse con todos los medios.

¿Qué tipo de dolor sufren los ancianos? ¿Es distinto al del resto de la población?

“El dolor crónico es el más complejo, ya que no es síntoma específico de ninguna patología”

En esta franja de edad hay que hablar de dos formas de dolor: agudo y crónico. El primero se debe a una fractura o torcedura, un cólico, una inflamación o una apendicitis. Tiene carácter sintomático y, cuando se trata el problema de base, por lo general remite porque se disponen de buenas herramientas para controlarlo. El dolor crónico es mucho más complejo. Es un dolor reumático o de origen neurológico que no es síntoma específico de ninguna patología. El paciente se levanta y se acuesta con él, es un mal compañero de viaje. Este tipo de dolor lo tratamos para conseguir la calidad de vida del enfermo.

Es decir, envejecer duele.

Reivindicamos una terapia integral del dolor, que contempla cambios en el estilo de vida o en el soporte psicosocial, entre otros. En poco tiempo, la esperanza de vida superará los 90 años, que es una buena noticia. Lo malo es que en nuestro país habrá muchos ancianos con un dolor complicado que, además, vivirán solos y evitarán quejarse para no molestar, faltos de recursos para combatir el dolor que padecen.

Usted enseña a los médicos a ocuparse de ese dolor.

“El dolor oncológico puede tratarse”

Éste es el cometido del máster en el cual he tomado parte: explicar a médicos de distintas especialidades que el dolor del paciente anciano merece una atención especial. Hay muy pocos estudios sobre la analgesia del dolor en el anciano. Los medicamentos con que contamos se han ensayado en pacientes adultos no ancianos y con dosis que no van a ayudarnos en nuestro cometido. Debemos obrar también con prudencia, puesto que estos pacientes son más sensibles a los efectos secundarios y, en la mayoría de los casos, están polimedicalizados (toman diversos fármacos por distintas enfermedades crónicas) y debemos vigilar las interacciones medicamentosas. No es fácil, pero es posible y necesario.

Otro dolor es el oncológico, que envejece a todos sus enfermos.

Es un dolor que también se aborda en el máster citado. Un dolor, de nuevo, para el que hay protocolos de atención y que puede tratarse.

En un futuro próximo parece que serán necesarias muchas unidades de dolor. ¿Cómo está la situación en España?

La red pública asistencial dispone de unas cien unidades de dolor que operan con la máxima garantía. En principio, están distribuidas por toda la geografía, pero algunas comunidades autónomas están más sensibilizadas o disponen de más recursos que otras para impulsar su asentamiento.

UN RECICLAJE NECESARIO

Algunas personas sienten un dolor que el resto de la gente no entiende. Juan Pérez Cajaraville asevera que estas situaciones, incluso, causan depresión en muchos ancianos. Los médicos encargados de atenderles deben sensibilizarse con su esfera de dolor, con su sufrimiento. “Demasiadas personas sufren excesivo dolor durante demasiado tiempo”, añade el especialista. El Máster en Fisiopatología y Tratamiento del Dolor que lleva a cabo la Cátedra del Dolor UAB-IMAS-MENARINI aborda cada año esta necesidad y convoca en sus cursos a más de medio centenar de especialistas que trabajan en distintos hospitales del territorio nacional y que, tras este reciclaje, vuelven a sus centros con unos conocimientos actualizados y una visión distinta sobre el tratamiento del dolor, “lo que repercute en una mejor atención a los pacientes”.

La carencia en nuestro país de médicos especializados en esta disciplina, junto con las necesidades generadas por la sociedad actual, que requiere un tratamiento adecuado del dolor, inspiraron la creación de la cátedra y del máster, cuyo objetivo es que los médicos adquieran los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para practicar una medicina del dolor de forma científica, actualizada, segura y eficaz.

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