La ambliopía, más conocida como “ojo vago” o “perezoso”, es un trastorno oftalmológico que indica pérdida de visión en un ojo, provocada por la falta de uso durante la niñez. Generalmente, la ambliopía se produce porque el cerebro favorece el desarrollo de la visión de uno de los dos ojos con respecto al otro. A veces, esta disminución en la agudeza visual no está originada por ninguna alteración física visible y puede producirse en ambos ojos al mismo tiempo. El ojo vago deberá corregirse antes de que el niño o la niña que lo padece alcance los siete años, edad aproximada de maduración del sistema visual. Después, cualquier tratamiento se mostrará inefectivo.
Detectar y prevenir a tiempo
Las células cerebrales encargadas de la visión que no han sido estimuladas durante la niñez no pueden desarrollarse después. Por eso, el oftalmólogo José Ignacio Castresana hace hincapié en la importancia de detectar y tratar a tiempo la ambliopía en los niños: “Si tratamos el problema antes de que el niño alcance la edad límite en la que desarrolla la visión, que suele oscilar entre los siete y los nueve años, podremos prevenir un daño visual irreversible y permanente. Si se detecta a tiempo -prosigue este oftalmólogo-, es posible que el niño recupere el 80% o incluso el 100% de la visión”.
Si bien la ambliopía es un problema que algunas veces no se reconoce a simple vista, en ocasiones puede venir acompañada de diversos síntomas: ojos que se voltean hacia dentro o hacia fuera, falta de percepción de la profundidad y ojos que no funcionan juntos. Además, los antecedentes familiares en hermanos mayores o en los padres también son un motivo de alerta.
A la hora de descubrir este trastorno, una dificultad añadida que apunta José Ignacio Castresana es que el niño “no es capaz de reconocer su falta de visión porque siempre ha visto de la misma forma y para él ver menos es lo normal”. A pesar de esto, Castresana observa “que los padres cada vez tienen más conciencia sobre los controles oftalmológicos que tienen que pasar los niños. Aunque no tengan claro el concepto de ambliopía, sí saben lo que es el “ojo vago” y también que es un riesgo común durante la niñez”. En ocasiones los exámenes se llevan a cabo en el colegio o en la consulta del pediatra.
Las causas
La ambliopía se divide en dos grupos según las causas que la provocan: orgánica y funcional. Este último tipo comprende a su vez la siguiente clasificación: ambliopía estrábica, ambliopía por deprivación y ambliopía refractaria (anisométrica).
- La ambliopía orgánica se caracteriza por una mala visión en uno o en ambos ojos que no se puede corregir ni con gafas ni con parches porque se debe a alteraciones anatómicas, como cataratas, enfermedades heredodegenerativas o desprendimientos de retina.
- El nistagmo es otra causa de “ojo vago” dentro de esta categoría, trastorno que impide al paciente enfocar correctamente ante el continuo e involuntario temblor de ojos. La mayor parte de las ambliopías orgánicas son irreversibles, pero si se trata directamente el problema que las causó es posible conseguir una mejora en la visión.
- Por el contrario, la ambliopía funcional nunca presenta lesiones visibles, por lo que la gravedad del problema dependerá de factores como la edad a la que se inicia un tratamiento eficaz o el grado de distorsión con el que el paciente percibe las imágenes. Este tipo de ambliopía se denomina funcional porque la visión es recuperable incluso en su totalidad si se aplican los tratamientos adecuados.
Una de las principales formas de ambliopía es la estrábica, que se produce cuando un paciente deja de utilizar el ojo desviado, que queda vago, para evitar la visión doble que posee. Si bien esta es la enfermedad ocular que mayor número de casos de pérdida de visión provoca entre los jóvenes, también es la que mejor responde al tratamiento.
- La ambliopía por deprivación, también llamada por desuso, se presenta cuando el ojo sufre alguna enfermedad que impide su desarrollo visual. El glaucoma y las cataratas son los problemas más frecuentes.
- Otra causa común de “ojo vago” se da cuando la hipermetropía (mala visión de cerca), la miopía (mala visión de lejos) o el astigmatismo (visión desenfocada) borran la imagen de la retina en uno o ambos ojos. Una diferencia de graduación importante entre un ojo y otro puede retrasar el desarrollo de la capacidad visual del ojo con mayor defecto; es la ambliopía refractaria o anisométrica.
Es importante conocer en cuál de estas categorías encaja cada persona amblíope para poder aplicar el tratamiento adecuado dirigido a corregir este trastorno oftalmológico.
Tratamiento
El principal tratamiento para combatir la ambliopía es la oclusión ocular, que consiste en cubrir con un parche el ojo que ve bien para estimular el uso del ojo perezoso. A veces, en lugar de tapar un ojo los especialistas optan por un tratamiento más discreto, como son las gotas oftálmicas, que enturbian la visión del ojo normal y fuerzan, del mismo modo, el uso del ojo ignorado por el cerebro.
Si la ambliopía está causada por un error de refracción como el que se mencionaba antes, el oftalmólogo prescribirá gafas o lentes de contacto.
Trastornos psicológicos infantiles
La ambliopía no tiene por qué provocar trastornos psicológicos en los niños y niñas que la padecen, puesto que ellos no son conscientes de la debilidad de su visión. Sin embargo, el tratamiento al que deben ser sometidos sí les puede resultar una “carga”, según explica Inmaculada Maíz, Profesora de Psicología de la Educación en la Universidad del País Vasco: “Si el niño o la niña lo vive como un defecto, el hecho de tener que llevar un parche en el ojo puede acarrearle un sentimiento de vergüenza, de inseguridad o incluso de culpabilidad si llega a creerse diferente a los demás”.
Para evitar esto, “es importante que el menor se sienta apoyado por la familia, que tendrá que quitarle importancia al tratamiento para que el niño lo viva como algo normal”, resuelve Inmaculada Maíz. El soporte familiar será decisivo cuando el menor “sea objeto de mofas o de tomaduras de pelo por parte de los compañeros”, tal y como apunta esta profesora que puede ocurrir.
Con el fin de intentar reducir los trastornos psicológicos que podrían suponer para los niños los tratamientos que corrigen el “ojo vago”, los científicos han recurrido a la psicología infantil diseñando, por ejemplo, parches de colores y con diferentes motivos que convierten el proceso en algo lúdico.
Un poco de historia
El vocablo ambliopía proviene del griego “amblys” (romo) y “ops” (ojo) y significa literalmente “ojo embotado”. El médico griego Hipócrates, considerado el padre de la terapéutica, ya aludía en sus escritos de los siglos IV y V a. de C. a la pérdida de visión. Sin embargo, fue Plenk quien utilizó por primera vez en 1788 el término ambliopía para referirse “a una disminución en la agudeza visual sin lesiones especialmente aparentes, hasta un nivel muy próximo a la pérdida de la sensación luminosa”.
Por su parte, el Conde de Buffon, Georges Louis Leclerc, naturista francés, comprobó en 1743 la eficacia de tapar un ojo para tratar la ambliopía de las personas estrábicas, pues suponía que al mejorar la visión de estos pacientes se corregiría también el estrabismo. Un siglo más tarde, Von Graeffe volvió a plasmar en una definición la dificultad que se presenta en ocasiones a la hora de detectar la ambliopía dada la ausencia de alteraciones anatómicas visibles: “Condición en la que el médico no ve nada y el paciente muy poco”.