Sexualidad y problemas cardiovasculares

Los pacientes con antecedentes de infarto o angina de pecho se sienten limitados en sus actividades sexuales, aún cuando la tasa de fallecimientos no aumenta significativamente
Por Alberto López de la Calle 14 de junio de 2006

Una de cada tres muertes que se registra en España está directamente relacionada con las enfermedades cardiovasculares. Unas dolencias ligadas estrechamente a los modos de vida modernos y que tienen en su paciente tipo a un hombre de 40 a 60 años. Quienes las padecen sufren limitaciones físicas para realizar algunas actividades. Esta cuestión, unida a la extensión de falsos mitos y a la influencia de algunos fármacos, conlleva a que se tengan ciertos miedos a la hora de mantener relaciones sexuales. Sin embargo, el miedo que sienten muchos pacientes a los encuentros íntimos no siempre está justificado.

Miedo al sexo

Miedo al sexo

Las enfermedades cardiovasculares son uno de los principales problemas sanitarios en las sociedades modernas. Algunos aspectos ligados al modo de vida de los países más desarrollados, como determinadas dietas, jornadas laborales estresantes, el consumo de alcohol o tabaco y la escasa práctica deportiva son factores que influyen decisivamente en la expansión de este tipo de dolencias. Tanto es así, que la American Heart Association estima que el 41% de todas las muertes contabilizadas en los llamados países ricos está relacionada con esta problemática.

España no es ajena a esta tendencia. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, los problemas cardiovasculares son la principal causa de muerte en nuestro país, ya que suponen un tercio de las defunciones registradas. Además, conllevan un gasto sanitario de 7.000 millones de euros al año. Las enfermedades isquémicas del corazón (infartos de miocardio, anginas de pecho) son la primera causa de defunción entre los varones, con 21.898 muertes en 2004, el último año con datos actualizados. Entre las mujeres, son los problemas cerebrovasculares los que provocan un mayor número de fallecimientos, con 20.049 casos en 2004.

Por todo ello, no resulta extraño que quienes padecen estas dolencias, especialmente aquellos pacientes que han sufrido ya un aviso en forma de angina de pecho o infarto, vean mermada su capacidad física y se sientan limitados en algunas de sus actividades vitales, como las correspondientes a las relaciones sexuales. A los problemas de disfunción eréctil o falta de deseo y lubricación que, en ocasiones, provocan algunos medicamentos empleados en los tratamientos de estas enfermedades, con frecuencia se suma el propio miedo que sienten a la hora de mantener estas relaciones. Según un estudio de la American Heart Association, la mitad de los pacientes con enfermedades cardiovasculares, espacialmente si han sufrido un infarto, «presenta algún trastorno reversible de la función sexual».

«El esfuerzo físico que entraña una relación sexual es equivalente a subir tres pisos por las escaleras»

«El miedo a realizar cualquier ejercicio es lo que más les paraliza y empiezan a hacer evitación de los encuentros íntimos, lo que puede acabar provocando problemas de pareja, porque la otra persona deja de sentirse deseada», explica Rosa Abenoza Guardiola, sexóloga y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología. Ese miedo, sin embargo, no siempre está del todo justificado. De hecho, «el esfuerzo físico que entraña una relación sexual», detalla Abenoza, «es equivalente al que se necesita para subir tres pisos por las escaleras o dar un paseo ligero y notablemente inferior al que supone jugar al tenis, esquiar o cortar el césped con una máquina móvil», por ejemplo.

Sin embargo, tal y como recuerda esta profesional, «hasta hace 20 años cuando alguien sufría un infarto o tenía problemas de corazón se daba por hecho que tenía que dejar el sexo». Por ello, todavía hoy son muchos los pacientes que temen las consecuencias que les pueden deparar esas prácticas, a pesar de que, según señala la propia Fundación Española del Corazón, «los casos de fallecimiento durante el acto sexual se producen en un porcentaje muy bajo». En este sentido, un estudio realizado sobre 5.559 casos de muerte repentina por causas no traumáticas, desveló que sólo 34 fueron por motivos cardiológicos y se produjeron durante el coito. Además, en 27 de esas 34 relaciones, la persona fallecida estaba realizando el acto sexual con una pareja distinta a la habitual.

Cuándo retomar las relaciones sexuales

Cuándo retomar las relaciones sexuales

Hoy en día se entiende que es el propio proceso de recuperación el que indicará al paciente cuándo puede volver a hacer una vida normal y, por tanto, a recuperar también la actividad sexual. Para ello, «el equipo vascular es el que debe llevar la batuta, aunque más tarde puede resultar conveniente acudir al sexólogo en pareja para reestructurar la intimidad e ir adaptando la vida erótica y la conducta amatoria», señala la sexóloga Abenoza.

Aunque el citado proceso de recuperación dependerá de la fuerza del infarto y de cómo haya quedado de lesionado el corazón, lo habitual es que el paciente pueda retomar la actividad sexual «a las dos o tres semanas del ataque», explica el responsable de la unidad de coronarios del hospital vizcaíno de Cruces, Juan Mari Irigoyen. El cardiólogo señala que una vez que el enfermo (la mayoría hombres de 40 a 60 años) supera la prueba de esfuerzo físico, está capacitado para mantener encuentros sexuales, ya que «ésta prueba se hace sobre niveles de esfuerzo máximos, superiores a los que son necesarios para practicar sexo». Irigoyen aclara que el infarto «no deja secuelas físicas a nivel sexual, sino que éstas son básicamente psícológicas».

Lo que sí puede provocar problemas de impotencia son ciertos medicamentos empleados en el tratamiento de las dolencias cardiovasculares. «Los nitritos y los hipotensores producen un descenso de la tensión arterial, y todo lo que baja la tensión arterial provoca también un descenso de la tensión sexual», especifica el experto, quien afirma que ésta es una cuestión «que preocupa mucho a los pacientes y por la que sí suelen preguntar cada vez con más valentía».

Dependiendo de la fuerza y extensión del infarto, habitualmente se puede retomar la actividad sexual a las dos o tres semanas

Para superar esta situación, Irigoyen apunta que es posible «reducir esa medicación» que afecta negativamente a la erección, y para ello recomienda a los pacientes «que hagan más sacrificio en todo lo que son las medidas generales, como reducir el consumo de sal o hacer ejercicio, lo que puede permitir reducir la medicación incluso hasta una cuarta parte, con lo que el enfermo mejorará no sólo su capacidad sexual, sino su nivel de vida en general». No obstante, para aquellos casos en que este tipo de medidas no sean suficientes, Irigoyen considera que aquellos medicamentos o pastillas para mejorar la erección, como Viagra®, pueden ser una solución válida, pero advierte de que deben adoptarse «siempre bajo prescripción médica, porque están totalmente contraindicados en el caso de pacientes que estén tomando otros medicamentos como los derivados de la nitroglicerina».

En cualquier caso, el cardiólogo apuesta decididamente por los programas de rehabilitación cardiaca para este tipo de pacientes. «En España aún no son muy apreciados, pero en otros países están mucho más instaurados». Estos programas, que ya existen en algunos lugares de nuestro país, como es el caso de Vizcaya, consisten en la realización de diversos ejercicios en un gimnasio especialmente acondicionado para este tipo de personas y bajo supervisión de médicos y psicólogos. «Son dos meses muy productivos en los que con la ayuda de especialistas los pacientes aprenden cómo tienen que hacer el ejercicio físico y se logra no sólo reducir la impotencia y el consumo de tabaco, sino que también aumenta la autoestima e incluso la reincorporación laboral de los pacientes», señala Irigoyen.

El responsable de coronarios del hospital de Cruces apunta que una vez que el paciente está capacitado para retomar su vida normal, «desde un punto de vista meramente cardiológico no es necesario que inicie otro tipo de terapias o tratamientos, aunque psicológicamente sí puede venirle bien el asesoramiento de profesionales de la sexología».

Consejos y precauciones

Consejos y precauciones

La terapia con profesionales de la sexología es especialmente aconsejable en aquellos casos en que el paciente siente miedo o angustia ante los acercamientos sexuales. «Lo más recomendable es que acudan con su pareja, si es que la tienen, ya que no se trata de un problema personal, sino de algo que afecta a los dos», precisa la sexóloga Rosa Abenoza.

El objetivo de este tipo de terapias no es otro que «readaptar esas relaciones íntimas y buscar qué es lo que les hace sentir bien y cómodos sin la necesidad de cumplir ningún reto y teniendo en cuenta cómo se encuentra ese paciente infartado o con problemas cardiovasculares», explica. La experta recuerda que «de todos los gestos sexuales sólo uno es penetrativo» y que siempre se pueden explorar otras posiciones o prácticas, de manera que existen una serie de ejercicios ya protocolizados y programados.

En el acto sexual es recomendable que el paciente cardiovascular se coloque debajo o se apoye sobre su lado izquierdo

Abenoza subraya que la mayor parte de este tipo de pacientes rondan los 50 años. «Una edad en la que hay que ir readaptando la conducta sexual, independientemente de que medie un infarto, porque cada etapa requiere de una expresión de la erótica, ya que el organismo funciona de diferente forma en las distintas edades de la vida».

Al margen de estas líneas más o menos básicas, la Fundación Española del Corazón ofrece una serie de consejos o precauciones que pueden ser muy útiles a este tipo de pacientes:

  • Recibir una información adecuada que permita eliminar los miedos o dudas que puede albergar el paciente a la hora de retomar con naturalidad su vida sexual.
  • Mejorar la capacidad funcional del enfermo cardiovascular mediante un programa de ejercicios que tienen por objetivo mejorar su flexibilidad y la capacidad física.

Aunque en teoría no existen variaciones significativas, algunos estudios han determinado que el gasto energético del varón es mayor si a la hora de realizar el coito el hombre se sitúa encima de su pareja. Por ello, puede resultar conveniente que éste se coloque debajo o bien optar por posturas laterales, preferiblemente aquellas en que el paciente cardiovascular se apoye sobre su lado izquierdo.

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