Suicidio: un desenlace fatal muy relacionado con los trastornos mentales que se puede prevenir

Los expertos aseguran que el suicidio, en la mayoría de las ocasiones, se puede evitar. Para ello, es vital hablar de él de modo correcto y saber qué hacer si estamos ante un posible caso. Conoce cómo
Por Verónica Palomo 4 de enero de 2024
suicidio mujer
Imagen: Pixabay
La metáfora del elefante en la habitación suele utilizarse para referirse a algo que es demasiado grande y obvio como para ser pasado por alto. A pesar de su magnitud, nadie quiere mencionarlo y termina siendo ignorado por completo. Por ello, no es casualidad que se recurra constantemente a esta expresión cuando se habla del suicidio, un problema grave de salud pública al que cuesta enfrentarse y que no distingue de sexos, clases sociales o poder adquisitivo. Es un tema difícil de abordar desde las diferentes administraciones públicas, pero aún resulta más complicado y desesperante afrontarlo desde el seno familiar. A continuación, te explicamos su relación con las enfermedades mentales y crónicas, así cómo actuar si estás ante un posible suicida.

Cifras en aumento e infravaloradas

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 700.000 personas se quitan la vida al año en el mundo, una tragedia que no es ajena a nuestro país. En 2022, se produjeron en España 4.097 suicidios, un 2,3 % más que el año anterior, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Esto se traduce en una media de 11 ciudadanos que, a diario, deciden que ya no pueden más. Es también la primera causa de muerte en jóvenes y adolescentes entre 12 y 29 años.

En definitiva, unas cifras demasiado dolorosas y elevadas como para ser silenciadas. Precisamente, para escuchar a estas personas se puso en marcha, a mediados de 2022, el teléfono de prevención del suicidio, el 024, que ha atendido desde entonces 178.000 llamadas.

“Los suicidios siguen aumentando año tras año y todo indica que estas cifras, ya de por sí malas, están infravaloradas. Hay muchos accidentes de tráfico o muerte por sobredosis que no se compatibilizan como suicidios al no haber forma de comprobar esa intencionalidad”, detalla Jesús Padilla, miembro del equipo psicológico de la Asociación Aragonesa de Suicidio y Conducta Autolesiva (LIANA).

El suicidio se puede evitar

Pero en medio del drama que representan estas cifras, la esperanza también tiene cabida entre tanto dolor. Los expertos aseguran que el suicidio, en ocasiones, se puede evitar. Para ello, es fundamental hablar de él, pero también saber cómo hacerlo de modo correcto. Como explica Rocío López Diago, psicóloga clínica del centro de salud mental Jaime Vera de Coslada (Madrid), “el suicidio tiene muchas causas y, aunque lamentablemente en el 100 % de los casos no se puede prevenir, si la familia o los amigos cercanos están instruidos y saben detectar el riesgo y cómo ayudar a la persona, sí que es posible evitar un desenlace fatal en la mayoría de ellos”.

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Imagen: Karolina Grabowska

Somos seres humanos y necesitamos respuestas. Es inevitable que la familia o las personas cercanas a una que se ha suicidado o lo ha intentado se pregunten por qué lo ha hecho, pero contestar esta cuestión no es fácil. Los expertos aseguran que nunca hay una única causa, pero sí que puede haber un precipitante, la gota que colma el vaso, y que puede ser desde la ruptura con una pareja, quedarse sin empleo, el fallecimiento de un ser querido o una fuerte discusión.

Suicidio y enfermedad mental

Rocío López Diago recuerda que “en un 90 % de los casos de suicidio consumado se escondía un trastorno mental”. Estamos hablando de esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión, ansiedad, abuso de sustancias, trastorno límite de la personalidad y trastornos de la conducta alimentaria (TCA). “Al 10 % restante no se le había diagnosticado ninguna psicopatología, aunque eso no quiere decir que no la tuvieran, sino que estaba sin diagnosticar. Estos casos suelen ser suicidios que se han decidido más fríamente y que sí que pueden sorprender más al entorno”, relata la psicóloga.

  • Hasta el 70 % de personas con trastorno de la personalidad intenta, al menos en una ocasión, acabar con su vida.
  • El riesgo de suicidio en personas con trastorno bipolar —que se caracteriza por la aparición de periodos de tristeza intensos y por otros de euforia o felicidad extrema— es 15 veces mayor que en la población general, un trance que se agrava si se toman sustancias.
  • En las personas con esquizofrenia, el suicidio es la primera causa de muerte prematura y tienen un riesgo nueve veces superior frente a la población general.

En todos estos trastornos subyace casi siempre una depresión combinada con un profundo sentimiento de desesperanza. Hay que tener en cuenta que no todas las personas que sufren depresiones tienen ideas suicidas. Lo que marca la diferencia en estos estados depresivos es que, además, tienen ese extra de desesperación, de sentir que ya no hay nada que puedas hacer”, comenta.

Enfermedad crónica, otro riesgo suicida

Hay otros riesgos vinculados al suicidio, como el hecho de sufrir el inmenso dolor de una enfermedad crónica que se alarga en el tiempo. Son casos en los que se producen también intentos y consumaciones sin necesidad de tener una depresión o trastorno mental diagnosticado.

Un artículo reciente publicado por la revista Journal of Rheumatology asegura que las personas con enfermedades reumáticas y musculoesqueléticas, como lupus, artritis reumatoide o fibromialgia, tienen un riesgo de suicidio 2,5 veces mayor que la población general. “Todos estos enfermos crónicos pueden sufrir un estado depresivo, pero solo está motivado por su situación. Si esta desapareciera, también se iría ese estado de pena y desesperación”, detalla López Diago.

Qué hacer si…

➡️ La situación es de gran riesgo

Ante un gran riesgo, es decir, cuando estamos ante una persona con una crisis aguda que ya ha pensado cómo hacerlo, que vive sola y sin supervisión, que tiene métodos para llevarlo a cabo y cree que puede perder el control, siempre hay que llamar o acudir a urgencias.

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Imagen: MART PRODUCTION

➡️ El riesgo no es inminente

Hay casos más difusos, situaciones en las que se sabe que la persona lo ha pensado alguna vez, pero no tiene intención de hacerlo. En estos casos en los que el riesgo no es inminente, se puede acudir con él o ella al médico de familia (o pediatra, en caso de menores) y pedir derivación a psiquiatría o psicología clínica.

A partir de esta visita, probablemente se comience a medicar, con antidepresivos y, a partir de ahí, hay que buscar ayuda psicológica, en el sistema público o privado. “No hay psicólogos para todos y, dependiendo de la lista de espera, habrá que optar por una u otra. Esto es una realidad, pero también hay que saber que una persona con pensamientos suicidas se considera en la Seguridad Social una prioridad”, recuerda Padilla. También existe toda una estructura (grupos de ayuda, asociaciones y fundaciones) que, además de la terapia, pueden ayudar.

➡️ No hay método

Si no hay método no hay suicidio, por lo que, en lo posible, hay que sacarle información a la persona de cómo planea hacerlo y, a partir de ahí, actuar en consecuencia.

  • Si planea hacerlo con medicación, habrá que retirársela o pedir que la entregue.
  • Si piensa en precipitarse y vive en un piso alto, quizá habría que pensar en cambiarle de vivienda durante una temporada.

La idea es reducir los medios y tratar que la persona no esté nunca sola, que es cuando ocurren la mayoría de los suicidios.

También se recomienda preguntarle a la persona por sus motivos para vivir. La idea es encontrar algo que sea tan importante como para frenar la tentativa. Por ejemplo, los hijos. “Cuando una persona se encuentra en esa situación anímica, tiene visión de túnel. Hay que intentar que abra el foco y hacerle entender que necesita estar en este mundo para ayudar a sus hijos a crecer y que ellos estarán orgullosos de una madre o un padre que pide ayuda”, relata la psicóloga. Las ideas de suicidio van y vienen, por lo que hay que hacerle entender que lo que ahora puede estar mal, no lo va a estar siempre. Con el suicidio ya no hay marcha atrás.

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