Una tercera parte de los habitantes de la Tierra no tiene acceso a medicamentos básicos

El acuerdo de la OMC abre vías de solución, aunque las ONG´s se muestran reticentes
Por EROSKI Consumer 2 de septiembre de 2003

Las ONG´s que trabajan en el ámbito de la salud no han recibido con excesiva alegría el reciente acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para favorecer el acceso de los países pobres a medicamentos baratos, porque, a su juicio, es tan «ambiguo y contradictorio» que desincentivará la inversión y perpetuará el problema. Pero, ¿podía haberse conseguido algo mejor?

La tercera parte de la población mundial, unos 3.000 millones de personas, necesita medicamentos que se consideran «esenciales». Por este motivo, para los activistas de organizaciones no gubernamentales y foros sociales, el pacto alcanzado en Ginebra no permitirá cubrir «ni de lejos» las necesidades existentes. Analistas consultados coinciden en que el acuerdo, resultado de un pulso entre los intereses comerciales de Occidente y las necesidades sanitarias de los países en vías de desarrollo, «es posible que resulte cojo», pero nadie duda de que se trata de un «pacto histórico» que «facilitará tratar las enfermedades que devastan» las tierras más necesitadas del planeta, tal y como lo valoró el director general de la OMC, Supachai Panitchpakdi.

Cinco días de intensas negociaciones han alumbrado un acuerdo que mejorará, según la OMC, el acceso de los países más pobres a los conocidos como medicamentos genéricos, fármacos que son idénticos a los que comercializan las grandes compañías farmacéuticas, fabricados con sus mismos componentes y en sus mismas dosis, pero más baratos. El principal obstáculo con que se enfrentan este tipo de productos es, precisamente, el que ha pretendido salvar el consenso de la Organización Mundial del Comercio: el de las patentes.

Para financiar sus investigaciones y obtener un beneficio, las farmacéuticas tienen derecho a comercializar el medicamento en exclusiva durante un tiempo que oscila entre diez y veinte años, en función de las normas de cada país. Lo que ha ocurrido hasta ahora era que los países económicamente más desfavorecidos no han podido ni pueden pagar esos precios, porque les resultan excesivamente caros para sus economías. Pero los países desarrollados, especialmente Estados Unidos, tampoco quieren que sus mercados se inunden de fármacos baratos: arruinarían la producción de las medicinas «de marca» y, como consecuencia, se frenaría la investigación, afirman.

El texto pactado, que deberá ser ratificado en la cumbre que los 146 países miembros de la OMC celebrarán a partir del próximo día 10 en Cancún, contempla por ello una serie de medidas, que han suscitado reticencias entre las ONG´s. El acuerdo prevé que la distribución de los fármacos esté guiada por fines sanitarios y no «comerciales o industriales».

Las medicinas destinadas a los países en vías de desarrollo deberán tener, además, un etiquetado diferente. El mayor motivo de disputa ha sido, sin embargo, la entrada en vigor de un sistema de licencias obligatorio, de uso opcional tanto para los países suministradores como importadores, que es «lo suficientemente complejo y ambiguo como para que esté sujeto a distintas interpretaciones», según comentó Nora Uranga, coordinadora de la campaña «Acceso a Medicamentos Esenciales» de Médicos Sin Fronteras.

La lucha contra los estragos humanos que el sida, la malaria y la tuberculosis causan en los países en desarrollo se libra también en el frente financiero. Más del 85% de la población mundial vive en los países menos desarrollados, pero la industria farmacéutica sólo es capaz de venderles el 20% de su producción. «El acuerdo levanta nuevos obstáculos económicos, políticos y legales. No da solución al verdadero problema de todos estos países, que es que no tienen capacidad de producción local de medicamentos», argumenta Uranga.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, dijo ayer que «el impacto completo del acuerdo dependerá de su aplicación efectiva». Por ello, la organización sanitaria urge a los estados miembros de la OMC a que «consideren al máximo la flexibilidad» del documento.

«No es lo que queríamos», resumía Joan Tallada, del Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH. «No se puede presentar como una solución, ni mucho menos. Pero no hay que ser pesimistas -añadió- supone un paso adelante que ha costado mucho dar».

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