El microondas es seguro, pero hay que usarlo bien

El horno microondas genera desconfianza debido a los bulos. Su radiación es segura y no supone un problema, pero hay que utilizarlo de modo correcto para evitar otros riesgos, desde quemaduras hasta intoxicaciones alimentarias
Por Miguel Ángel Lurueña Martínez 25 de febrero de 2022
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Imagen: iStock
El microondas es, sin duda, el electrodoméstico más temido de la casa, o al menos el que despierta más desconfianza. No es de extrañar, teniendo en cuenta la cantidad de mitos y rumores que circulan por todas partes y que advierten sobre su supuesta relación con dos cosas que suelen darnos mucho miedo: radiación y cáncer. En realidad el horno microondas es seguro en este sentido, aunque deberíamos tomar ciertas precauciones en otros aspectos que resultan menos pomposos, pero que pueden ser importantes.

Microondas: mitos y bulos a montones

A pesar de que su uso está ampliamente extendido, el microondas suscita mucha desconfianza (e incluso miedo) debido sobre todo a los mitos y bulos que corren como la pólvora por Internet y que hasta tienen cabida en conocidos programas de televisión.

Si nos creemos todos esos rumores, es en gran parte por el desconocimiento que existe en torno a este electrodoméstico. Por un lado, nos parece un aparato desconcertante porque funciona como por arte de magia, ya que solo calienta el alimento, sin aumentar la temperatura del interior del horno ni de los utensilios. Por otro, nos genera desconfianza porque pensamos que funciona con radiación peligrosa para nuestra salud.

Y estos temores no acaban ahí: también se extienden a otros aparatos que asociamos a la radiación electromagnética y su supuesta peligrosidad, como los teléfonos móviles o los rúteres. De hecho, circulan vídeos donde se muestra cómo supuestamente se cocinan palomitas de maíz con la energía que emite un móvil cuando recibe una llamada, aunque tienen más truco que una escopeta de feria.

Para desterrar todos temores y acabar con los bulos, es importante saber cómo funciona realmente un horno microondas.

Hay muchos tipos de radiación

Esa radiación electromagnética que a veces nos da tanto miedo puede ser de muchos tipos. Por ejemplo, la luz visible, es decir, la que nos permite ver el mundo que nos rodea, no es más que radiación electromagnética. En concreto, es una pequeña parte de todo el espectro electromagnético que hay a nuestro alrededor.

Existen otras formas de radiación que no somos capaces de ver, pero que están ahí, como las ondas de radio con las que funcionan los aparatos de radio y los teléfonos móviles o los rayos X, que se utilizan para hacer radiografías.

El espectro electromagnético se ordena según la longitud de onda de la radiación (que es la distancia entre dos picos consecutivos de la onda) y también en función de la frecuencia (que se relaciona inversamente con la longitud de onda).

Así, por ejemplo, la luz visible tiene longitudes de onda comprendidas entre los 380 nanómetros (que corresponden al color violeta) y los 750 nm (que corresponden al color rojo). Por eso la radiación que se encuentra por debajo del espectro visible (su frecuencia es menor) se llama infrarroja (con longitudes de onda entre 750 nm y 1 milímetro) y la que está más allá del violeta (con una mayor frecuencia), se llama ultravioleta (con una longitud de onda de entre 100 y 380 nm).

tipos de radiación
Imagen: Crates. Original version in English by Inductiveload, Public domain, via Wikimedia Commons

La frecuencia de una onda electromagnética es el número de repeticiones por unidad de tiempo; así, una onda que se repite 20 veces por segundo significa que tiene una frecuencia de 20 ciclos por segundo, lo que equivale a 20 hercios (20 Hz). Esto nos permite conocer el tipo de radiación electromagnética y la energía que aporta.

Por ejemplo, los rayos X tienen una frecuencia muy superior a la luz visible y esta a su vez, muy superior a las microondas. Esto es fundamental para tener idea del efecto que pueden ejercer sobre nuestra salud.

  • Las que tienen altas frecuencias (es decir, las que son muy energéticas) son capaces de arrancar electrones de los átomos o de las moléculas; por eso se llaman radiaciones ionizantes. Estas son las que preocupan, porque son capaces de alterar nuestro ADN. Entre ellas, se encuentra la radiación ultravioleta que nos llega del sol (sobre todo la luz UVC, que es la más energética), los rayos X (por eso se toman precauciones cuando se hacen radiografías) y los rayos gamma (que son los que emiten los materiales radiactivos, como el uranio).
  • Las microondas son mucho menos energéticas (su frecuencia es baja), por lo que son radiaciones no ionizantes, así que no son capaces de dañar nuestro ADN (concretamente los hornos domésticos funcionan con una frecuencia de 2,45 GHz, es decir, del orden de 109Hz; por ejemplo, la de los rayos X es del orden de 1019).

¿Por qué calienta los alimentos un horno microondas?

El horno microondas está constituido básicamente por un magnetrón, que es el dispositivo que transforma la energía eléctrica en microondas, y por una caja (donde depositamos los alimentos) dotada de un blindaje para conseguir evitar que esas ondas escapen al exterior (ni siquiera pueden hacerlo por los agujeros que presenta la rejilla de la puerta, que miden tan solo unos milímetros, mientras que las microondas miden 12 centímetros).

Si el horno microondas es capaz de calentar la comida es porque las microondas emitidas por el magnetrón consiguen que las moléculas de los alimentos se muevan. Esto ocurre porque muchas de ellas son dipolos eléctricos, es decir, tienen una carga positiva en un extremo y una carga negativa en el otro, como pasa con las moléculas de agua. El roce entre ellas es el que provoca el aumento de la temperatura.

¿Cómo deberíamos calentar los alimentos en el microondas?

El grado de calentamiento depende de varios factores, como el tipo de alimento (sobre todo de su cantidad de agua), el estado en el que se encuentre (si el agua está congelada las moléculas se mueven muy poco y el calentamiento es menor), la forma (si es muy grueso las microondas penetran menos y se calienta peor) o la intensidad del campo electromagnético (que podemos regular con la rueda del horno: descongelación, cocinado, etc.).

Por lo general, el calentamiento en el horno microondas no es uniforme debido a que los alimentos suelen tener una composición heterogénea (pensemos por ejemplo en una paella o en un guiso) y porque las microondas no llegan a penetrar en todo el alimento. Además, el calentamiento es más intenso en las zonas que coinciden con las crestas de las microondas; por eso este electrodoméstico cuenta con un plato giratorio que tiene la función de conseguir que ese calentamiento sea más homogéneo.

Por todo ello, para lograr un calentamiento más uniforme, conviene hacerlo por fases; por ejemplo, si necesitamos tres minutos para calentar un guiso, es mejor hacer tres calentamientos de un minuto, parando en cada intervalo para remover bien el alimento.

Imagen: IdaT

Precauciones: recalentar y cocinar en el microondas

La temperatura que alcanzan los alimentos en el horno microondas no suele ser muy alta, debido sobre todo a que no aplicamos mucho tiempo para no tener que esperar a que se enfríen. Y en caso de que esa temperatura sí sea alta, no se mantiene durante mucho tiempo y no suele estar repartida de forma uniforme por todo el alimento, es decir, hay unas zonas más frías y otras más calientes.

Es importante que tengamos todo esto en cuenta porque en caso de que el alimento esté contaminado con bacterias patógenas (por ejemplo, si se trata de un guiso que no hemos conservado de forma adecua), es muy probable que el calentamiento en el microondas no acabe con ellas. Por eso, lo más recomendable para recalentar los alimentos es utilizar el método tradicional, es decir, ponerlos al fuego hasta que hiervan durante unos minutos.

Pero esto no es lo más práctico y además no siempre es posible, ya sea por el tipo de alimento o porque no contamos con una cocina completa o tiempo para hacerlo (por ejemplo, en una oficina). De ahí que sea fundamental conservar adecuadamente los alimentos (en recipientes limpios y herméticos y a temperaturas de refrigeración) para evitar el desarrollo de patógenos.

Sin duda, el principal uso que le damos al horno microondas es el de recalentar los alimentos, pero también puede utilizarse para cocinar. En este caso es aún más importante tener en cuenta lo que acabamos de comentar: el calentamiento puede no ser suficiente para eliminar las bacterias patógenas. Por eso:

  • en general no es buena idea cocinar alimentos de origen animal en un horno de este tipo.
  • si optamos por hacer lo propio con alimentos de origen vegetal, es recomendable lavarlos bien previamente (a no ser que ya lo estén, como los que se venden listos para consumir o para cocinar en el microondas).

Precauciones: ¿el microondas destruye nutrientes?

Uno de los temores que habitualmente se asocian con el uso del microondas es que los alimentos pierdan nutrientes. En este sentido no hay por qué preocuparse.

Recordemos que el aumento de la temperatura del alimento se produce sobre todo por el roce de las moléculas de agua, así que difícilmente se superan los 100 ºC. Es decir, la pérdida de nutrientes que se puede producir es equiparable a la que podría ocurrir en un calentamiento tradicional al fuego; por ejemplo, cierta proporción de vitaminas termolábiles, como la vitamina C, dependiendo del tiempo y la temperatura aplicados.

Precauciones: no valen todos los utensilios

Otro de los temores que se asocia con el calentamiento en el microondas es el uso de recipientes de plástico, porque se dice que desprenden sustancias tóxicas y cancerígenas. En este sentido es importante observar que los utensilios que empleamos son aptos para este fin, lo cual se indica con iconos o palabras. Si es así, significa que están constituidos por materiales que pueden estar en contacto con los alimentos porque no ceden sustancias tóxicas, ni a temperatura ambiente, ni a las temperaturas que se suelen alcanzar en un microondas (y mucho menos a temperaturas de refrigeración o congelación).

También es importante evitar el uso de utensilios que no son aptos para el microondas porque algunos pueden estar fabricados con metales, lo que puede hacer que se formen chispas y se estropee el electrodoméstico o que incluso se produzca un incendio.

Precauciones: agua sobrecalentada

No es buena idea calentar agua en un microondas sin tomar antes algunas precauciones. Cuando hacemos esto (por ejemplo, para prepararnos una infusión), es posible que el agua alcance una temperatura superior a su punto de ebullición (100 ºC) sin que se produzcan efectos visibles de esa ebullición. En este caso puede ocurrir que el agua salga despedida violentamente del recipiente cuando la levantemos o la movamos, lo que podría producirnos graves quemaduras en la mano y en otras partes del cuerpo.

Esto ocurre cuando no hay burbujas de aire porque no hay perturbaciones físicas (por ejemplo, porque el recipiente no tiene irregularidades). En circunstancias normales, en un calentamiento al fuego, esas burbujas sí se forman y sirven como puntos de nucleación, desde los que se inicia el burbujeo que tiene como resultado la ebullición a borbotones.

Podemos evitar ese fenómeno de sobrecalentamiento si en la taza o el vaso donde tenemos el agua introducimos un utensilio apto para microondas, por ejemplo una cucharilla (que incluso puede ser de metal, porque al tener esa forma redondeada y sin salientes, no se forman chispas).

¿Quién inventó el microondas?
Hace 75 años, en 1947, salió a la venta el primer horno microondas. Dicen que es uno de esos artilugios que se inventó “por accidente”. Pero la casualidad no es la única protagonista en esta historia. También le debemos este invento al chocolate y, sobre todo, al conocimiento y la agudeza de Percy Spencer, un ingeniero estadounidense.

Dos años antes, Spencer estaba trabajando en el desarrollo de un radar cuando advirtió cómo se derretía una chocolatina que llevaba en el bolsillo. Así descubrió el efecto que ejercía la energía electromagnética emitida por ese radar (un haz de microondas de alta potencia) y automáticamente pensó en su aplicación para calentar o cocinar los alimentos. Spencer se puso manos a la obra y fabricó el primer prototipo de horno microondas, que fue comercializado poco después por la empresa en la que trabajaba.

Aquellos primeros hornos eran muy aparatosos (medían casi 1,8 metros de alto y pesaban 340 kg) y muy caros (unos 50.000 euros actuales), así que solo se utilizaban en la industria. Pero a finales de la década de 1970 comenzaron a venderse hornos mucho más pequeños y asequibles, que ganaron terreno rápidamente y se fueron instalando en la mayoría de los hogares. De hecho, hoy es raro encontrar una casa donde no haya un microondas.
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