Actividades terapéuticas asistidas por asnos

Mejoran la movilidad y autoestima de personas con y sin discapacidad, a quienes educan en el respeto hacia los animales
Por Azucena García 21 de julio de 2008
Img chico asno
Imagen: Conny Liegl

Juan Ramón Jiménez intentó dignificar su imagen. El burro Platero abanderó la cruzada contra aquellos que califican a estos animales como tozudos y cabezotas. Nada más lejos de la realidad. Aseguran quienes de verdad les conocen que son fáciles de trato, nobles, tiernos y relajados. Ahí está el conflicto. En un mundo en el que todo se quiere para ayer, se lleva mal toparse con quien huye de las prisas. Ellos siguen su propio ritmo y esto es, precisamente, lo que les ha convertido en estupendos terapeutas para niños con trastorno de déficit de atención (TDA), jóvenes que desconocen la autoestima, personas con discapacidad o mayores que, simplemente, buscan en ellos un gesto de cariño. “Trabajamos con aquellos grupos que, como los burros, han perdido el papel que les corresponde en la sociedad”, explican desde la Asociación Nacional para la Defensa, Recuperación y Estudio Terapéutico de la Raza Asnal (ANDREA).

Los tópicos son una mochila demasiado pesada, pero en el caso de los burros, la carga es excesiva. La tradición les ha dibujado como animales tozudos y cabezotas. Calificar a alguien de burro no es, precisamente, echarle un piropo. Sin embargo, los burros son entrañables, unos animales muy nobles a los que su capacidad de procesamiento, más lenta que la de las personas, ha jugado una mala pasada. «Muchas veces las personas queremos que el burro vaya a nuestro ritmo, pero él codifica la información que recibe de manera diferente y, cuando dice que no, es porque le estamos forzando a ir a un ritmo que no es el suyo«, precisa Elsa Pérez, psicóloga clínica y secretaria de la Asociación Nacional para la Defensa, Recuperación y Estudio Terapéutico de la Raza Asnal (ANDREA), con sede en Pontevedra.

Grupos de atención

La terapia con animales, entre ellos los delfines, ha despertado gran interés en el tratamiento con personas discapacitadas, pero el campo de actuación de los asnos es más amplio. Niños, jóvenes y mayores sin discapacidad pueden también sacar provecho del contacto con estos animales. El director de El Refugio del Burrito, Iván Salvía, afirma que la tipología de «pacientes» es variada, desde personas con autismo, parálisis cerebral o síndrome de Down, hasta pequeños de dos a cuatro años con los que se trabaja la sociabilidad y personas en general a las que se inculca el respeto hacia los animales. «Cada ejercicio se adapta a las necesidades particulares», precisa.

En El Refugio del Burrito distinguen entre actividades con asnos y terapia asistida por asnos, que se imparte en centros de educación especial, asociaciones o talleres de día, siempre controlada por un fisioterapeuta y un psicólogo. Por su parte, las actividades tienen lugar en guarderías, colegios, institutos o residencias de ancianos para que todas las personas se acerquen a los burros y los conozcan. «Los burros están tan bien educados, que son capaces de entrar en un salón, montar en ascensor o subir y bajar escaleras sin ningún problema», detalla Salvía.

«El burro no impone ritmos a nadie. No busca un objetivo en un tiempo determinado»

En ANDREA, el grupo de atención preferente hasta ahora han sido los niños con TDA o dificultades motoras. «Niños que empiezan la etapa escolar y no van al mismo ritmo que el resto», matiza Elsa Pérez. Esta asociación intenta que, entre otras cosas, los pequeños mejoren su afectividad y autoestima sin presiones. «El burro es un fantástico terapeuta porque no impone ritmos a nadie. Igual que respeta su ritmo, respeta el ritmo de los niños. No busca un objetivo en un tiempo determinado», aclara.

Otro campo de actuación es el de los «jóvenes con falta de objetivos en su vida», a quienes se involucra en el cuidado de los burros del centro de acogida para que se acerquen a la naturaleza, aprendan el sentido de la responsabilidad y adquieran experiencias vitales gratificantes. Además, hay un programa específico para personas mayores, que pueden acompañar en su tratamiento a otras personas con dificultades físicas. «Trabajamos con aquellos grupos que, como los burros, han perdido el papel que les corresponde en la sociedad», apuntan desde ANDREA.

Cómo se seleccionan los burros

Actualmente, las actividades con burros en España están prácticamente limitadas al trabajo de ANDREA y El Refugio del Burrito. Ambas recogen burros que han sido maltratados, están abandonados o, a pesar de tener dueños, estos no pueden hacerse cargo de él. Estas entidades disponen de un centro de acogida donde los animales reciben cuidados y una alimentación adecuada.

Día a día, cuando los burros se recuperan, si sus aptitudes para la asnoterapia o asinoterapia -se conoce de las dos maneras- se evidencian, son seleccionados para este tipo de tratamientos. «Tienen que ser burros especialmente tranquilos, que no se asusten con facilidad y se encuentren cómodos en el contacto con las personas. Se eligen aquellos burros que tienen mejor carácter», explica la secretaria de ANDREA.

Algunos animales son especialmente aptos para actividades de relajación, otros son excelentes compañeros de paseo y los hay que ejercen como cualificados terapeutas. La clave está en acercarse al burro con respeto. Es un compañero ideal que contagia su calma y tranquilidad. Elimina tensiones. Además, la cadencia del burro al caminar mejora la movilidad y favorece la estimulación muscular de quienes tienen alguna dificultad motora.

Apadrinar un burro

Img asnoterapia 2 articuloImagen: El Refugio del Burrito

Cuando los recursos económicos son limitados, hay que buscar alternativas. La asistencia de El Refugio del Burrito, con granjas en Fuente de Piedra (Málaga) y Badajoz, es totalmente gratuita, por lo que esta entidad se mantiene gracias a la generosidad de donaciones particulares y al programa de apadrinamiento de burros. “Nuestra política es no cobrar a las familias de niños discapacitados porque creemos que las cargas que tienen suponen un esfuerzo económico muy importante”, subraya el director de la entidad.

La cuota mínima de apadrinamiento es de 15 euros al año. Por esta cantidad, se puede apadrinar a Alberto, Belén, Erica, Farruquito, León, Monty, Romero o Bienvenida. Cada padrino o madrina recibe un certificado con la fotografía del asno apadrinado y es informado regularmente sobre su estado.

El programa de ANDREA ofrece dos posibilidades. Por un lado, se puede apadrinar un burro con un pago mensual cuya cantidad deciden los padrinos. Este dinero se emplea para afrontar el mantenimiento de los animales y cada padrino recibe un diploma e información periódica del asno. “Otra opción es llevarse el burro a casa, adoptarlo”, indican desde la asociación. El requisito para acogerse a esta modalidad es comprometerse a mantener el burro como animal de compañía, “ni para trabajar ni para criar”.

Contactos:

  • ANDREA: info@andreaasociacion.com
  • El Refugio del Burrito: 952 735 077
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