
David Hernández conoció la iniciativa de Soñar Despierto México y, desde el primer momento, tuvo una idea clara: importaría esta experiencia para ayudar a los menores que viven en centros de acogida y residenciales. Siguió los pasos necesarios y en la actualidad es el presidente de Soñar Despierto en España. La entidad ha cumplido ya diez años y lo ha hecho con ilusión renovada. Mantiene su compromiso con los niños más vulnerables y recurre a voluntarios para que se conviertan en hermanos mayores y “modelos en quien fijarse para crecer de forma sana y estable”. Sobre todo se busca estabilidad y normalidad para que, en su propio contexto, los pequeños cubran las necesidades afectivas con pesonas que, para ellos, son lo más parecido a una familia. La relación entre los niños y los voluntarios es directa y continuada. Tanto, que se crean vínculos afectivos donde ambos son “grandes amigos y mantienen el contacto para siempre”.
Soñar Despierto fue una iniciativa pionera en acompañar y dar soporte a los niños que viven en centros de acogida y residenciales en España. En la actualidad, trabajamos con 1.700 menores y contamos con la colaboración de más de 600 voluntarios. Consideramos que los “clientes” de Soñar Despierto son los niños. En todas las sedes trabajamos por y para ellos. Sin embargo, las peculiaridades son diferentes entre países. Cuando conocimos el proyecto mexicano nos encantó y pensamos cómo adaptarlo a las necesidades de la infancia española. Los niños son iguales en cualquier parte del mundo, pero las características socioeconómicas de México en el año 2000 eran muy diferentes a las españolas. De todos los grupos de niños desfavorecidos, que por desgracia son muchos, nos centramos en quienes viven en centros de acogida y centros residenciales porque nos pareció que son un sector vulnerable que necesita ayuda.
Ayudamos a los menores que crecen en un entorno difícil y tienen muchas carencias emocionales. Por lo tanto, los sueños de estos niños son, sobre todo, de carácter afectivo. Necesitan un entorno donde sentirse protegidos y donde tengan modelos en quien fijarse para crecer de forma sana y estable. En definitiva, requieren un estilo de vida lo más normal y saludable posible, a pesar de la realidad que tiene cada uno de ellos y de la falta de protección por parte de sus familias. El mayor de los sueños es que reciban cariño y compañía, que puedan desarrollarse como personas, que reciban una educación adecuada y que tengan una buena oferta lúdica fuera de la escuela. Todo esto lo conseguimos gracias a los voluntarios, que se convierten en auténticos “cumplidores de sueños”, ya que viven el día a día con los niños y saben las carencias que estos tienen.
Las necesidades afectivas de los niños se cubren gracias a la labor de los educadores, los voluntarios y todas las personas que colaboran con la fundación. Se establece una relación directa y continuada con los niños en el día a día y también en su tiempo libre y fines de semana. Gracias al cariño de quienes trabajan con los niños, logramos que reciban el afecto que tanto necesitan. Además, los menores ven cómo el voluntario es una persona que se implica y se interesa, es su amigo. No son personas que van un día y se olvidan de los niños con quienes han compartido su tiempo.
Con el trabajo que hace Soñar Despierto, nunca se consigue suplir a la familia, menos cuando estos niños saben que la tienen y, por diferentes motivos, no pueden estar juntos. Pero se consigue crear una estructura donde tienen afecto y un punto de apoyo con el que saben que pueden contar. Cualquier problema que tengan se intenta hablar, gestionar y buscar soluciones. No suplimos a la familia, pero creamos grandes vínculos afectivos donde voluntarios y niños son grandes amigos y mantienen el contacto para siempre.
Los niños con quienes trabajamos tienen muchas carencias, además de las afectivas. Son carencias psicológicas, ya que tienen dificultades para actuar como exige cada situación y tienen problemas conductuales. También son, a menudo, víctimas del fracaso escolar y abandonan los estudios pronto. Además, carecen de oferta lúdica durante su tiempo libre. Hay mucho trabajo que hacer con estos niños y cuanto más tiempo les podamos dedicar, mejor será su desarrollo.
“La relación que se construye entre los voluntarios y los niños, más que un problema es un regalo para ambos”
Éste es uno de los temores de algunas personas que dudan si ser o no voluntarias, pero nuestra experiencia es que este temor desaparece en cuanto el voluntario conoce a los chicos. Nosotros dejamos que cada persona dedique el tiempo que pueda, pero son ellas quienes al final se implican más y deciden mantener la colaboración. La relación que se construye, más que un problema es un regalo para ambos. Muchos son amigos de por vida, de aquí el nombre de nuestro programa principal: Amigos para Siempre.
A partir de los 16 años, los jóvenes pueden beneficiarse de talleres de formación y empleo y de una bolsa de empleo donde pueden adquirir un trabajo y poder empezar una nueva vida. La tarea del voluntario finaliza cuando él mismo o el adolescente lo creen oportuno, pero pueden seguir hasta que ellos quieran. Hay una gran labor que hacer con los jóvenes que no trabajan y que abandonan sus estudios. El voluntario a menudo hace de guía y ayuda a iniciarse en el mundo laboral.
El 80% de quienes empiezan siguen con nosotros durante años, aunque adaptan el tiempo dedicado a sus circunstancias personales. Casi el 20% se renueva o actúa en momentos puntuales.
“Es muy importante que el voluntario sea un guía y un ejemplo de conducta para los niños”
La frustración es una respuesta emocional del ser humano hacia las situaciones que se nos escapan de las manos. Respondemos a ellas con ira y decepción. Los niños con quienes trabajamos provienen de familias desestructuradas que no han podido cubrir sus necesidades afectivas ni un modelo estable para llevar una vida considerada normal. Estos niños viven en centros de acogida o bien residenciales donde, si no se trabajara la frustración, sería muy difícil que pudieran salir adelante. Por todo esto, los voluntarios, trabajan sobre todo la parte afectiva y emocional del niño. Pueden ayudar en diferentes aspectos, pero siempre desde la vertiente emocional y psicológica. Es muy importante que el voluntario sea un guía y un ejemplo de conducta para estos niños, que vean que tienen herramientas para poder combatir la frustración y otros problemas que surjan.
Hay una selección previa para ser voluntario. Una vez realizada, reciben tres jornadas de formación al año, donde invitamos a educadores, directores de centros o profesionales del cuidado de la infancia, entre otros, para que formen a los voluntarios de Soñar Despierto. En general, nuestros voluntarios nos cuentan que compartir su tiempo libre con los niños les relaja, más que estresarles. Sin embargo, si hubiera algún caso de estrés o algún tipo de malestar en los centros, pueden recurrir a los educadores. Fuera de ellos, cuentan con la persona de contacto de nuestras oficinas.
“Nuestra misión es cubrir las necesidades de los niños y que ello revierta directamente en su bienestar”
El contacto es continuo y la relación, exquisita. De manera periódica, les enviamos un calendario anual con todas la actividades que les podemos ofrecer y, a su vez, les pasamos un cuestionario en el que nos transmiten sus necesidades materiales y humanas. Nuestra misión es cubrir sus necesidades y que ello revierta directamente en el bienestar de los niños.

Soñar Despierto da a los universitarios la oportunidad de realizar prácticas en la asociación. Los becarios pueden ayudar en tareas de marketing, comunicación o administración. Si prefieren, es posible colaborar en la creación e implementación de proyectos sociales como pedagogos, psicólogos o educadores sociales. Los requisitos son sencillos de cumplir: hay que ser mayor de 18 años y tener ganas de dedicar tiempo libre a los menores.
El proceso de selección se completa con una entrevista personal para determinar si el perfil y motivación encaja con las necesidades de los niños, aunque los resultados son en su mayoría satisfactorios. “Contamos con cientos de buenas experiencias y con voluntarios que han estado con nosotros desde que empezamos 10 años atrás”, precisa David Hernández.
Las familias que lo deseen también pueden tomar parte en los programas. “La principal carencia de estos menores es la falta de una familia de la que formen parte, que les proteja y les guíe”, recuerda Hernández. Por este motivo, puesto que la mayoría desconoce qué significa este concepto, cualquier contacto con una persona adulta, una pareja u otros miembros que constituyan una familia para ellos, es positivo. Es posible ejercer como familia de acogida, pero también como familia colaboradora para compartir momentos puntuales con los niños. Quienes carezcan de tiempo, pueden aportar una ayuda económica.
Contacto: se puede enviar un mail a [email protected] o llamar al número de teléfono 93 252 20 02.