El déficit de financiación sin precedentes de ACNUR, una catástrofe para millones de refugiados

Las nuevas guerras, como la de Ucrania, y las crisis no resueltas en otros países hacen que los recursos de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados sean insuficientes para cubrir las necesidades de millones de vulnerables
Por Comité español de ACNUR 29 de noviembre de 2022
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El mes de noviembre toca a su fin y, con él, las fiestas navideñas se asoman a nuestros hogares a través de productos típicos de alimentación y decoración, ya omnipresentes en todos los estantes de los comercios. Vienen fechas entrañables, cálidas, ideales para pasar tiempo en familia y llenarnos de ilusión; y también para hacer balance de lo transcurrido en un 2022 cargado de dificultades. Un año en el que el número de personas que se han visto forzadas a desplazarse en el mundo ha aumentado de forma significa hasta los 100 millones, así como la solidaridad internacional ciudadana y la financiación pública y privada para paliar sus necesidades de emergencia. Pero esta ayuda económica resulta insuficiente para salvar vidas en todo el planeta, como veremos a continuación.

Más solidaridad por la guerra de Ucrania…

La invasión de Ucrania, responsable en gran medida de este aumento de personas desplazadas, ha puesto de manifiesto que con voluntad se puede dar una acogida digna a todas aquellas personas que se ven obligadas a huir de sus países y comenzar una nueva vida en el extranjero. Esto se consigue, como en el caso de las personas refugiadas procedentes de Ucrania, dándoles acceso a los sistemas de seguridad y protección y facilitándoles los recursos para trabajar y estudiar.

Sin embargo, aunque los donantes, especialmente las empresas privadas, las fundaciones y los particulares, han aportado niveles récord de financiación a ACNUR este año, el efecto dominó de la crisis de Ucrania está afectando a su capacidad de prestar servicios de forma equitativa en todo el mundo.

… pero insuficiente para atender a otros refugiados

Las necesidades están aumentando debido a la confluencia de la guerra y la violencia con factores económicos y geopolíticos. Aunque los donantes, una vez más, estén mostrando generosidad, las nuevas guerras —especialmente en Ucrania— y las crisis no resueltas hacen que los recursos no sean suficientes para cubrir las necesidades de millones de personas entre las más vulnerables del mundo”, indica Dominique Hyde, directora de la División de Relaciones Externas de ACNUR.

Es el caso de Uganda, donde ACNUR se ha visto obligada a reducir su programa de ayuda contra el brote de ébola que se está desarrollando en la actualidad, por no poder distribuir los suficientes kits de higiene y pastillas de jabón para tratar de combatir esta epidemia mortal. O del Líbano, donde ha tenido que cortar directamente la ayuda directa que prestaba a más de 70.000 familias.

Y el futuro, con la inminente llegada del invierno, no es más halagüeño. ACNUR prevé que 1,7 millones de personas no puedan abastecerse de ropa de abrigo o sufragar los costes de calefacción en Líbano, Yemen y Jordania.

Pero la situación no solo empeorará en Oriente Próximo. También habrá recortes en los programas dirigidos a mujeres supervivientes de la violencia sexual y a otros para atender las necesidades de madres desplazadas y sus bebés en Etiopía, en la provisión de refugios para las personas desplazadas internas de República Democrática del Congo y otros proyectos que se están desarrollando en países como Colombia o Bangladesh.

Desde que se puso de manifiesto el déficit de financiación en 12 operaciones particularmente afectadas por la falta de fondos a principios de este año, ACNUR ha recibido 400 millones de dólares adicionales. Esto ha sido de vital importancia para mantener las operaciones. Sin embargo, incluso con esta inyección de fondos, las necesidades siguen creciendo y el déficit sigue siendo de 700 millones de dólares.

Más consecuencias

Ante la falta de fondos, familias que antes se valían por sí mismas, ahora se han visto forzadas a tomar decisiones duras y muy arriesgadas como endeudarse por encima de sus posibilidades, dejar de escolarizar a sus hijas e hijos para ponerles a trabajar y poder contar así con un refuerzo para la economía familiar o, incluso y lamentablemente, pactar matrimonios precoces con objeto de reducir el número de bocas que alimentar. Esta situación ya se empezó a observar debido al impacto de la pandemia de covid-19 y ha continuado en el transcurso de este año con la guerra en Ucrania, debido al corte de suministros tanto de alimentos como de combustible y al aumento de los precios de estos productos básicos.

Esta situación, sumada a los efectos nocivos cada vez más frecuentes del cambio climático, pone entre las cuerdas a millones de familias abocándolas a la inseguridad alimentaria y obligándolas, en los casos más desesperados, a emprender peligrosos viajes atravesando fronteras.

“Las personas que se ven forzadas a huir ya pagan el precio de los conflictos que han asolado sus países de origen. El sufrimiento adicional de este año y del próximo puede reducirse con una rápida acción internacional”, asegura Dominique Hyde, quien lanzó un llamamiento a donantes solicitando su ayuda para salvar vidas ya que millones de personas dependen de ello

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