El poder transformador de las mujeres en un campamento de personas refugiadas de Palestina

“Teníamos que actuar, encontrar soluciones y enviar un mensaje de esperanza: incluso en un campamento de personas refugiadas, se puede crear un micromundo”, reconoce Shatah Alazzeh, palestina en Cisjordania
Por UNRWA Comité Español 8 de marzo de 2024
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Imagen: unrwa
Una infancia y una adolescencia entre edificios de hormigón, sin apenas espacio para cultivar la tierra y sin acceso adecuado al agua, marcaron desde muy pronto a Shatah Alazzeh, una joven refugiada de Palestina del campamento Aida, en Cisjordania. Para entender su historia debemos tener en cuenta las particularidades de este campamento y de su entorno.

El campamento Aida está situado en el norte de Belén. Allí vive una comunidad de 5.800 personas, que se alojan en grandes edificios de hormigón, rodeadas por un muro de ocho metros de altura y vigiladas constantemente por el ejército israelí. En estas zonas, la población de Palestina ve vulnerado su derecho al acceso a recursos naturales tan esenciales como el agua. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cantidad de agua adecuada para una población es de entre 50 y 100 litros diarios, pero en lugares como Belén o Hebrón solo disponen de 10.

Además de la escasez de agua y alimentos y de la violencia y la crisis económica, las mujeres refugiadas de Palestina se ven afectadas por la sociedad patriarcal en la que viven.

En este contexto tan hostil, mujeres como Shatah trabajan y se reinventan para sostener a sus familias, a su comunidad y vivir con la mayor dignidad posible. En el caso de la joven palestina, sus circunstancias la convirtieron en una mujer fuerte y decidida a estudiar y a transformarse en un agente de cambio para su comunidad, especialmente para las mujeres.

Falta de agua y de espacios para cultivar, la motivación

El conocimiento de Shatah de la vulnerabilidad de su comunidad ante la problemática del agua la llevó a empezar a investigar desde muy joven. Su primer paso fue un detallado estudio y análisis del agua de las casas del campamento.

Shatah, junto con un equipo de personas, llegó a la conclusión de que el agua que llegaba a los hogares una vez cada quince días, incluso una vez al mes, entraba a los depósitos de plástico de los tejados y se contaminaba. Esto suponía un grave riesgo para la salud de sus vecinos. “La solución inmediata que propusimos en su momento fue la de almacenar el agua para beber cuando viene del manantial en condiciones de seguridad, en bidones o en botellas de vidrio, y guardar el agua de los depósitos del tejado para otros usos”, explica Shatah.

Al poco tiempo, también descubrió que la falta de agua en verano suponía un grave riesgo para los cultivos. “Teníamos que encontrar una solución y el cultivo hidropónico que practicamos desde hace tres años respondía a esta necesidad, ya que permite ahorrar el 70 % de agua. Actualmente tenemos unos 50 invernaderos hidropónicos en los tejados de las casas de dos campamentos: Aida y Beit Jubrin”, comenta.

La falta de espacio para el cultivo fue otro problema que Shatah pronto se decidió abordar. “Creamos el primer huerto en una azotea en contenedores de madera y luego comenzamos a cultivar en invernaderos porque ayuda a que la fruta madure más rápido”, cuenta la joven.

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Imagen: unrwa

🟢 Micromundo en el campamento

Después de varios años de trabajo y esfuerzo por parte de Shatah y del equipo de 10 personas que ella misma lidera, no se puede decir que el campamento haya alcanzado la soberanía alimentaria, pero está más cerca de lograrlo. “El objetivo inicial, que ha sido nuestro principio rector hasta ahora, es crear seguridad alimentaria para las pequeñas familias y permitirles ejercer su derecho a cultivar alimentos”, explica.

“Teníamos que actuar, encontrar soluciones y enviar un mensaje de esperanza: incluso en un campamento de personas refugiadas, se puede crear un micromundo”, reconoce Shatah.

Trabajar de la mano para tener un futuro mejor 

“Al trabajar con las familias, y especialmente con las mujeres, para encontrar soluciones a los problemas medioambientales, me di cuenta de que la Nakba provocó una ruptura con la tierra para la nueva generación. Las personas mayores que se vieron obligadas a abandonar sus pueblos en 1948 eran agricultores. Sin embargo, en el campamento hoy solo hay bloques de hormigón. Así que tuvimos que pensar una alternativa para volver a conectar con ese pasado y aportar más oxígeno y vida al campamento”, aclara Shatah. 

Esta joven siempre tiene en cuenta las particularidades de su comunidad en sus proyectos, especialmente las de las mujeres, que atraviesan a diario grandes retos para conseguir agua o alimentos para su familia. También insiste en que las mujeres deben creer en sí mismas y en su capacidad de acción y de cambio. Entonces ya nadie podrá ignorarlas.

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