Dignidad y superación: cuatro historias de mujeres refugiadas

En marzo se celebra la fecha más destacable para la lucha por los derechos de las mujeres. Estas son algunas historias de vida de aquellas que, además, suman la dificultad de ser refugiadas en diferentes lugares del mundo
Por Comité español de ACNUR 26 de marzo de 2023
mujeres refugiadas
En contextos de crisis, las mujeres cumplen un papel fundamental tanto en los países de origen, de acogida o destino, por ser clave en el sostén y la reconstrucción de sus familias y comunidades. Sin embargo, las voces y, por tanto, también las necesidades y prioridades de las mujeres refugiadas y migrantes suelen estar ausentes de las políticas destinadas a protegerlas y darles la asistencia necesaria al poder sufrir violaciones de derechos humanos durante los desplazamientos.

Mujeres resilientes como motor del desarrollo

Según datos de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en 2022 se alcanzó la cifra histórica de más de 100 millones de personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo. En este alarmante dato se incluyen los más de ocho millones de personas que huyeron de Ucrania a causa del conflicto. La situación de vulnerabilidad de la población desplazada se ve especialmente agravada en el caso de las mujeres y las niñas, quienes, en la actualidad, representan el 50 % de las personas desplazadas y refugiadas del mundo. Por ello, y con el fin de reconocer su resiliencia y fuerza, damos voz a mujeres forzadas a huir de Ucrania, Afganistán, Siria y Sudán del Sur.

🟢 Ekaterina: de Ucrania a la ayuda a la integración en Rumanía

Las historias de esfuerzo y superación se suceden entre mujeres ucranianas, refugiadas de una guerra que estalló hace ya un año.

Fue en los momentos iniciales del conflicto cuando Ekaterina, de 30 años, tomó la dolorosa decisión de dejar a su marido, su trabajo como fotógrafa de bodas y a su perro, para huir y encontrar un futuro para su hijo. Tras ver la desolación que arrasaba el avance de la invasión en pueblos vecinos al suyo y guarecerse de ataques aéreos en el suyo propio, Ekaterina y su marido comprendieron que la huida era la única salida para ella y su hijo.

Ligeras de equipaje embarcaron en un tren repleto de otras familias, la mayoría formadas por mujeres sólo acompañadas por sus hijas e hijos, cruzaron Moldavia para llegar, llenas de miedo e incertidumbre, a Rumanía, país que acoge a 110.000 personas refugiadas. La calidez de la bienvenida, con juguetes para los niños y niñas, y meriendas calientes para todas las familias, hizo que Ekaterina descartara seguir viajando hasta otros posibles países de acogida.

Ahora trabaja en la cafetería de una librería en Bucarest donde, además, le ofrecen alojamiento, condición que, sumada a la ayuda en efectivo que le proporciona ACNUR, le permite llegar a fin de mes.

Tras haberse integrado en su país de acogida, Ekaterina ha querido comprometerse y ayudar a conseguirlo a otras personas refugiadas que están pasando por lo mismo que ella vivió hace ahora un año. “Es de suma importancia ayudar a las personas que huyen de la guerra, porque es imposible construir una vida en otro país sin conocer la lengua, sin contar con recursos económicos, sin tener un hogar ni ropa para vestir”, comenta.

🟢 Zohra: de niña con miedo en Afganistán a pintora en Ecuador

Por otro lado, las mujeres y niñas afganas que se han visto afectadas por las prohibiciones impuestas por los talibanes para trabajar o estudiar, imposibilitando su acceso a una fuente de ingresos, ven peligrar el sustento de sus familias, abocándolas a un futuro incierto.

Zohra, una niña afgana que, con solo 11 años buscó asilo en Quito (Ecuador), junto a su familia, vio cómo les cambiaba la vida en su país natal al tener que abandonar la escuela y permanecer en casa. “El único lugar al que podíamos ir era la casa de mi difunta abuela”, comenta mientras es entrevistada en la sala del pequeño apartamento en Quito que comparte con sus padres y cuatro de sus cinco hermanos. “Cada vez que pienso en mi país, siento miedo… Recuerdo el miedo”, rememora. Su padre era funcionario del gobierno en Afganistán, motivo que le convirtió, junto al resto de su familia, en objetivo para el régimen talibán.

Tras un viaje lleno de vicisitudes, incluyendo la venta de su casa y coche para poder afrontarlo, la familia logró establecerse en Ecuador, país que da acogida a la mayor cantidad de personas refugiadas de Latinoamérica en la actualidad, con más de 70.000 personas.

mujer refugiada
Inspirada por las historias de otros refugiados, Zohra, artista afgana de 16 años, pinta murales para promover la paz y el
entendimiento.
Imagen: © ACNUR/Diana Diaz

El idioma, desconocido para toda la familia, era un reto más para la integración. Esto hizo que Zohra encontrase en el arte una forma de expresión, como ya lo era en su país de origen, donde había recurrido a él para dejar volar su imaginación y tener una vida distinta, lejos de su realidad.

Gracias a un proyecto llevado a cabo por FUDELA, ONG ecuatoriana socia de ACNUR, Zohra pudo asistir a clases de arte y recibir material para sus pinturas. Posteriormente, sus obras le han llevado a realizar varios murales en edificios de Quito, entre ellos, uno en el exterior del Centro de Equidad y Justicia Calderón que representa la montaña rusa emocional por la que pasan muchas de las personas que se ven forzadas a huir de sus hogares.

🟢 Khadra: del conflicto en Siria a la supervivencia en Líbano

En otras ocasiones, cuando el desplazamiento forzado se prolonga en el tiempo, las condiciones de vida para las mujeres refugiadas se vuelven más precarias que cuando consiguieron salir de su país. Khadra, una mujer siria de 50 años, es un buen ejemplo de ello.

Cuando se cumplen 12 años del estallido de la guerra en su país, nunca pensó que acabaría revolviendo en la basura en busca de restos de comida. Tampoco puede hacer frente al precio de alimentos básicos, así que, cuando encuentra algo de arroz o bulgur, tras dejarlo secar al sol para eliminar los ácaros, lo cocina con la grasa de la carnicería del asentamiento informal de refugiados en El-Mina, al norte del Líbano. Allí reside en una tienda de una sola pieza junto a nueve miembros más de su familia y de la que debe el alquiler de los últimos tres meses.

Líbano, uno de los países que acoge a mayor número de personas refugiadas en el mundo, se encuentra actualmente sumergido en una crisis financiera sin precedentes en la historia del país. A pesar de ello, la población libanesa ayuda a las personas refugiadas cuando su propia situación se lo permite, dándoles alimentos o ropa, algo que se suma a la ayuda humanitaria que les proporcionan organizaciones como ACNUR y sus socias en el país. Aun así, el 58 % de las familias refugiadas se cobijan en viviendas no aptas para ello, y el 67 % se encuentra en situación de inseguridad alimentaria.

Tras 12 años de exilio, las duras condiciones de vida de Khadra, una de los 14 millones de personas que huyeron de Siria en busca de un lugar seguro, hacen que haya perdido la esperanza de encontrar un futuro mejor para ella y su familia. “Para mí, ya no es una cuestión de dignidad, es una cuestión de supervivencia”, afirma.

🟢 Mary Maker: de niña en la guerra de Sudán del Sur a embajadora de ACNUR

También hay historias de éxito y superación como la de Mary Maker, una joven refugiada sursudanesa que se siente emocionada por haber sido hace poco nombrada Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR, y tener la oportunidad de dar voz a las personas desplazadas, visibilizar sus necesidades y ser referente para las niñas y jóvenes en estas situaciones.

En la actualidad, vive en Minesota (EE. UU.), donde estudia teatro y literatura con una beca en la universidad. Pero el camino hasta llegar allí no fue fácil.

Dejó su país huyendo de la guerra siendo una niña, junto al resto de su extensa familia. Tras un periplo lleno de dificultades e incertidumbre, lograron encontrar cobijo en el campo de refugiados de Kakuma, en Kenia. Tras perder a sus padres, consiguió terminar la educación secundaria, gracias a su esfuerzo y determinación, y se convirtió en profesora en el campo de refugiados, donde comenzó a defender los derechos para el acceso a la educación, especialmente para las niñas.

Ahora, como Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR, pretende visibilizar la realidad de las personas refugiadas. “Quiero que las personas desplazadas tengan voz. Me propongo ayudar a contar las historias de quienes no son escuchados. Me apasiona la educación, así que también quiero apoyar a ACNUR en sus esfuerzos por garantizar que todas las personas desplazadas puedan acceder a una educación de calidad”, manifiesta.

La lista de ejemplos continúa. Son muchas las mujeres fuertes con vivencias duras que, alrededor de todo el mundo, luchan por salir adelante y proporcionar un futuro digno y seguro a sus familias, las generaciones actuales y futuras. Su vida es un ejemplo de resiliencia y motor de cambio, y a las que les dedicamos este artículo que enmarcamos en el mes en el que se conmemora el Día de la Mujer. 

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